Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Uno de los grandes dilemas del empresario PYME es mirar a su equipo y sentir frustración. “No se comprometen”, “no entienden lo que quiero”, “no tienen la capacidad suficiente”, “les falta autoridad para resolver”. Estas frases se escuchan todos los días en oficinas y talleres. Y claro, es más fácil pensar que el problema está en ellos. Pero la pregunta incómoda es otra: ¿no estarán ellos en el lugar exacto donde tú mismo los has dejado?
El espejo que incomoda
Aceptar esta idea no es sencillo. Porque implica mirarte al espejo y reconocer que quizás no les diste las herramientas necesarias, no supiste delegar con claridad, no estableciste criterios de autoridad o, peor aún, nunca confiaste de verdad en ellos. Entonces, ¿cómo esperas que alguien despliegue su potencial si desde el inicio lo encorsetaste en límites que le impedían crecer?
Tus colaboradores son, en buena medida, el reflejo de tu estilo de gestión. Si cultivas desconfianza, tendrás un equipo que no se anima a decidir. Si nunca comunicas el “por qué” de las cosas, tendrás personas que solo ejecutan sin entender el sentido. Y si no reconoces los logros, difícilmente encontrarás compromiso duradero.
Capacidad: ¿problema de ellos o de tu formación?
Muchos empresarios se quejan de la falta de capacidad técnica de sus colaboradores. Pero, ¿cuánto invierten en capacitarlos? ¿Cuánto tiempo dedican a enseñarles de manera práctica cómo resolver situaciones reales?
El talento no se forma por generación espontánea. Se cultiva. Y si esperas que tus colaboradores aprendan por ósmosis, lo más probable es que siempre te decepcionen. La capacidad de tu equipo está directamente ligada a tu capacidad para formarlos.
Autoridad: concedida o negada
Otro clásico: “mis colaboradores no tienen autoridad, todo el mundo me viene a preguntar a mí”. Pero seamos honestos: ¿tú les has dado esa autoridad de verdad? Porque decirles “decidan” pero luego revisar cada decisión y corregirla no es dar autoridad. Eso es simularla.
Un colaborador que no tiene claro hasta dónde puede decidir, o que siente que cualquier paso será cuestionado, opta por la salida más segura: preguntarle todo al jefe. Y así, el empresario se convierte en cuello de botella y después se queja de que no le alcanza el tiempo.
Compromiso: consecuencia, no causa
El compromiso no se exige, se construye. Tus colaboradores no se levantarán cada mañana pensando cómo hacerte más rico. Se comprometerán en la medida en que entiendan que su trabajo tiene sentido, que son parte de algo que vale la pena, que sus esfuerzos son reconocidos y que pueden crecer junto con la empresa.
Si en tu PYME hay falta de compromiso, antes de señalar con el dedo conviene revisar qué señales has dado tú. ¿Has compartido la visión del negocio? ¿Les has mostrado hacia dónde vamos y qué papel cumple cada uno en el resultado? ¿Reconoces cuando alguien se esfuerza o solo hablas cuando se equivoca?
El riesgo de no asumir tu parte
No reconocer tu rol en el desempeño de tus colaboradores es el camino más rápido a la frustración. Porque mientras pienses que el problema siempre está en ellos, seguirás contratando, despidiendo, volviendo a contratar y quejándote de que “la gente no sirve”.
El verdadero riesgo es que esa mirada te impida evolucionar como líder. Porque en realidad, cada vez que un colaborador falla, lo que deberías preguntarte es: ¿qué parte de este error es mía? ¿Qué no expliqué bien? ¿Qué no anticipé? ¿Qué confianza no transmití?
Cómo empezar a cambiar
El cambio no requiere magia, sino coherencia.
Define expectativas claras. La gente no puede cumplir lo que no entiende. Explica qué esperas y cómo vas a medirlo.
Capacita en lo que importa. No alcanza con suponer que “ya deberían saber”. Si es crítico para la empresa, enséñalo.
Entrega autoridad real. Si quieres que decidan, acepta que se van a equivocar. Y acompaña en el aprendizaje, no con reproches, sino con guía.
Reconoce públicamente. Un gesto de valoración vale más que mil quejas privadas.
Construye sentido. Haz que cada uno vea cómo su tarea impacta en la empresa y en el cliente.
Una reflexión final
Tus colaboradores no son piezas defectuosas que llegaron a tu empresa con fallas de fábrica. Son profesionales que, como todos, necesitan un marco, confianza y guía. Si no están rindiendo como esperas, en lugar de pensar que la solución es reemplazarlos, primero revisa qué parte te corresponde a ti.
Porque, al fin y al cabo, ellos están en el lugar donde tú los has dejado. Y si quieres que estén en otro, el primer paso lo tienes que dar tú.