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¿En qué estas pensando?

por Joaquín Ramos Las organizaciones que funcionan mal, once de cada diez veces, pueden encontrar la causa del problema en las personas que las dirigen. Si la cabeza está mal, es casi imposible que la estructura o la burocracia puedan lograr resultados, al menos no de manera sostenible. Siempre se trata de las personas. Y las personas más importantes deben ser aquellas con mayor posibilidad de impacto. “Nobleza obliga” dice la expresión popular. Si sos o te consideras noble, debes actuar como tal. Stan Lee inmortalizó en palabras del tío Ben (el tío de Peter Parker aka Spiderman): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Dos maneras de decir lo mismo. Por eso, cuando las personas que dirigen las organizaciones fallan, hay poco por hacer. Y si nos centramos en las personas, y las pensamos como organizaciones, también podemos afirmar que, si la cabeza está mal, difícil que el resto pueda funcionar.

por Joaquín Ramos

Las organizaciones que funcionan mal, once de cada diez veces, pueden encontrar la causa del problema en las personas que las dirigen. Si la cabeza está mal, es casi imposible que la estructura o la burocracia puedan lograr resultados, al menos no de manera sostenible.

Siempre se trata de las personas. Y las personas más importantes deben ser aquellas con mayor posibilidad de impacto. “Nobleza obliga” dice la expresión popular. Si sos o te consideras noble, debes actuar como tal. Stan Lee inmortalizó en palabras del tío Ben (el tío de Peter Parker aka Spiderman): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Dos maneras de decir lo mismo.

Por eso, cuando las personas que dirigen las organizaciones fallan, hay poco por hacer.

Y si nos centramos en las personas, y las pensamos como organizaciones, también podemos afirmar que, si la cabeza está mal, difícil que el resto pueda funcionar. Hay una brillante escena en la película La dama de hierro, en la que una anciana Margaret Thatcher visita al médico y tienen el siguiente intercambio:

  • ¿Cómo te sientes, Margaret?
  • Ese es el problema de nuestra sociedad. Las personas están más preocupadas por lo que sienten que por lo que piensan. No me peguntes qué siento, pregúntame qué pienso.
  • ¿Qué piensas, Margaret?
  • Cuidado con lo que piensas, porque eso se convierte en tus palabras. Cuidado con tus palabras, porque se convierten en tus acciones. Cuidado con tus acciones, porque se convierten en tus hábitos. Cuidado con tus hábitos, porque van forjando tu carácter. Y tu carácter te convierte en tu destino (en lo que sos).

Si atendemos la lógica que sigue la Dama de Hierro, todo empieza por la cabeza, por nuestros pensamientos. De ahí para abajo, la secuencia puede ayudarnos a desarrollar hábitos virtuosos, o a generar hábitos nefastos. Somos lo que hacemos, y hacemos lo que pensamos. Entonces, ¿qué tipo de persona querés ser? ¿Querés ser alguien valioso? ¿Un giver, en términos de Adam Grant?

En primer lugar, hacé un diagnóstico.

¿Qué ocupa tu cabeza la mayor parte del tiempo? No me refiero solo a los momentos de ocio, sino también dentro del horario laboral productivo.

¿Tiendes a mirar más hacia afuera, a tus superiores y colegas?

¿Destinas tiempo pensando en lo que los otros hicieron o dejaron de hacer?

¿Tenés facilidad para señalar culpables o echar culpas?

Esos pensamientos, ¿qué tipo de conversaciones te invitan a tener?

¿Has criticado o hecho un juicio de valor negativo sobre alguien en la última semana?

¿Tiendes a hablar más sobre planes e intereses, o sobre rumores y opiniones?

Además, ¿cuánto tiempo de pantalla (celular) dedicás por día? ¿En qué aplicaciones se te va la mayor parte del tiempo? ¿No lo sabés porque no lo medís? ¿Por qué será?

Tercero, ¿cuánto tiempo de inactividad tenés en el trabajo? No porque la jornada no sea desafiante, sino porque pierdes el foco de lo que deberías estar haciendo. ¿Cuánto tiempo seguido tiendes a dedicarle a la misma tarea? ¿Te distraes con facilidad? ¿Cuáles son los factores más grandes de distracción?

En base a lo anterior, ¿qué tan productivo sos? ¿Estás satisfecho con lo que te suele rendir la jornada laboral? ¿El tiempo nunca te alcanza para nada? ¿Has tenido que recurrir a alguna excusa ante tu falta de resultados? ¿Y en casa? ¿Sí te alcanza el tiempo? ¿Suele haber reclamos en tu pareja o tu familia?

DONDE ESTÁ EL PRESUPUESTO, ESTÁ EL CORAZÓN

El subtítulo suele ser una gran verdad dentro y fuera de las organizaciones… y de los hogares. Podemos tener discursos muy lindos, pero las prioridades, lo que es importante, solo se ven en términos de asignación de presupuesto. El resto son cuentos de hadas.

PODEMOS TENER DISCURSOS MUY LINDOS, PERO LAS PRIORIDADES, LO QUE ES IMPORTANTE, SOLO SE VEN EN TÉRMINOS DE ASIGNACIÓN DE PRESUPUESTO.

Cuando hablamos de los pensamientos y del tiempo que dedicamos a reflexionar sobre lo que realmente importa, también debemos preguntarnos cómo se reparte el presupuesto. Una vez que hicimos el diagnóstico de lo que nos quita el tiempo sin agregar valor (o aportar al resto), tenemos que tomar decisiones.

Si las redes sociales (WhatsApp, X, Instagram, TikTok, etc.) ocupan, en promedio, una hora de tu día, hay una oportunidad de mejora. Una hora en dieciséis horas despierto es un 6,25 %. Súmale una hora de charlas improductivas, hablar mal de un tercero y otra hora de entretenimiento superficial (farándula, televisión, etc.) y se nos fue un quinto del día.

Y si todo eso solo sumara una hora desperdiciada por día, en un año son 365 horas, es decir, quince días enteros, o 45 jornadas “laborales” para dedicar a otro proyecto. El costo de oportunidad debe ser demasiado alto para desperdiciarlo de esa manera. Cualquier ahorro que generemos, sean 10 o 20 minutos diarios, puede tener un impacto altísimo. Pero hay que tomar decisiones. Los cambios no suceden de forma espontánea, hay que iniciarlos y gestionarlos. Hasta que se desarrolla el hábito.

Si te regalaran 45 jornadas de ocho horas, ¿en qué las utilizarías? ¿Aprender algo nuevo (idioma, instrumento, Excel, canto, cocina…)? ¿Iniciar un proyecto? ¿Cuántas cosas podemos hacer con 365 horas? Quizá puedas diversificar ingresos, crear algo para ayudar a otros, o destinar horas a voluntariado. Quizá puedas volcar todas esas horas a la familia. Visitas más frecuentes y más largas a los padres, abuelos, hermanos… más idas a la plaza con los hijos o sobrinos.

SOMOS LO QUE HACEMOS

Este era el título de un libro que publicó un antiguo profesor del IEEM, Juan José García. Y creo que está muy en sintonía con la expresión de Margaret Thatcher. Somos lo que hacemos: acciones, hábitos, carácter, persona. Pero también terminamos haciendo lo que pensamos.

Por eso debemos tener mucho cuidado con los pensamientos que ocupan nuestra cabeza. Sobre todo, cuando no estamos trabajando en una tarea concreta. El ocio puede ser fuente de felicidad (según los clásicos griegos), pero también puede ser la semilla del desastre.

LUCHEMOS CONTRA PENSAMIENTOS QUE NO NOS SEAN CONVENIENTES; ESA ES LA PRIMERA BARRERA DE CONTENCIÓN QUE DEBEMOS CONSTRUIR.

Una mente ociosa buscará ocuparse con lo primero que encuentre. Y hoy todo a nuestro alrededor está luchando y pujando por captar nuestra atención y ofrecer dopamina instantánea. Mucho cuidado. Luchemos contra pensamientos que no nos sean convenientes. Pensamientos que solo pueden derivar en la construcción de malas decisiones y, así, en la generación de hábitos nefastos. Esa es la primera barrera de contención que debemos construir. Los hábitos también se construyen en la cabeza, y para eso hace falta deseo y tomar acciones que nos acerquen a ese estado deseado.

En el MBA recibí una sesión que cambió mi manera de pensar. En base a cortes de la película La Lista de Schindler, discutimos sobre los dos “Schindlers” que aparecen en la historia. El del inicio, motivado por el dinero y la fama, y el del final, movido por una causa trascendental. Ese Schindler cambió al decidir, al aprender de sus acciones y construir hábitos y carácter. Y lo hizo para bien. Pero también pudo haberlo hecho para mal, como numerosos ejemplos señalan. Las personas no se vuelven corruptas de la noche a la mañana.

Para bien o para mal, todo comienza con una idea, con un pensamiento. Cuidemos cuáles llegan y qué lugar le damos a cada uno.

Fuente: https://www.hacerempresa.uy/en-que-estas-pensando

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