Por Juan Carlos Valda
Una de las confusiones más comunes que encuentro en las PYMES es la tendencia a mezclar o confundir lo económico con lo financiero. Esta confusión puede parecer inofensiva, pero tiene un impacto profundo en la toma de decisiones, en la salud de la empresa y, muchas veces, en la percepción que el empresario tiene de su propio negocio. Así que vamos a desglosar esta problemática para entender qué significa realmente y cómo afecta a las pequeñas y medianas empresas.
¿Qué es lo económico y qué es lo financiero?
Primero, aclaremos la diferencia. Lo económico tiene que ver con el rendimiento de la actividad productiva de la empresa. Es decir, cuánto le cuesta producir sus bienes o servicios y cuánto genera de ingresos por esa producción. En otras palabras, lo económico se enfoca en los resultados operativos de la empresa, en la rentabilidad real del negocio.
Por otro lado, lo financiero está relacionado con la disponibilidad y manejo del dinero, con el flujo de caja y la capacidad de la empresa para cumplir con sus obligaciones en tiempo y forma. Se trata de la liquidez: si hay o no dinero en la cuenta bancaria para hacer frente a los pagos inmediatos.
Ambos conceptos son fundamentales, pero cumplen funciones distintas y su confusión genera errores graves de gestión.
El empresario que confunde lo económico con lo financiero
Imaginemos a un empresario PYME que, al revisar el estado de cuenta bancario, ve que tiene fondos suficientes para pagar sueldos, proveedores y demás compromisos. Con una sonrisa de satisfacción, piensa que su negocio va bien porque hay «plata en el banco». Sin embargo, lo que no está viendo es si su empresa realmente es rentable o no.
Este empresario está cometiendo un error típico: confundir una situación financiera positiva (hay dinero en el banco) con una situación económica favorable (el negocio es rentable). Que haya liquidez no necesariamente significa que la empresa esté generando ganancias sostenibles.
Por ejemplo, muchas veces, el flujo de caja puede estar alimentado por fuentes de financiamiento como préstamos o créditos, no por la operación misma del negocio. El problema aparece cuando esos fondos deben ser devueltos y el empresario no tiene una base económica sólida para respaldar esas devoluciones. En ese momento, se da cuenta de que lo que parecía una situación cómoda era, en realidad, una ilusión de bienestar financiero.
Los riesgos de esta confusión
El problema de confundir lo económico con lo financiero es que el empresario termina tomando decisiones equivocadas basadas en una falsa percepción de estabilidad. Al no distinguir entre rentabilidad y liquidez, corre varios riesgos:
- Decisiones de inversión equivocadas: El empresario que se guía solo por el dinero en la cuenta puede decidir hacer inversiones innecesarias o excesivas, como adquirir nueva maquinaria, abrir una sucursal o contratar más personal. Pero, si la rentabilidad del negocio es baja o nula, esas inversiones no generarán los retornos esperados, y la empresa terminará en una crisis financiera.
- Endeudamiento peligroso: Al no tener clara la diferencia entre rentabilidad y liquidez, es fácil caer en la trampa del endeudamiento. El empresario puede buscar más financiamiento para tapar agujeros financieros, sin resolver el verdadero problema económico. Esto crea un círculo vicioso donde cada vez se requiere más deuda para mantener a flote una empresa que, en el fondo, no es rentable.
- Pérdida de control sobre los costos: Cuando se confunden ambos conceptos, no se presta suficiente atención a los costos operativos. El empresario se concentra solo en mantener flujo de caja, pero no en mejorar la eficiencia o reducir costos. Esto puede hacer que la empresa esté trabajando al máximo, pero generando mínimas o incluso negativas ganancias.
- Crisis de liquidez imprevistas: Puede parecer contradictorio, pero incluso cuando hay ganancias económicas, si no se presta atención a la gestión financiera, la empresa puede enfrentar problemas de liquidez. Los ingresos pueden estar comprometidos a futuro, y si no se controla el flujo de caja diario, un empresario rentable puede quedarse sin dinero para pagar gastos corrientes.
La solución: separar lo económico de lo financiero
¿Cómo evitar caer en esta confusión? El primer paso es reconocer que la rentabilidad y la liquidez son conceptos distintos y que ambos requieren ser gestionados de manera independiente.
- Controlar la rentabilidad: El empresario debe conocer y entender bien los márgenes de su negocio. ¿Qué porcentaje de sus ingresos se traduce en ganancias reales? ¿Está vendiendo con una ganancia suficiente o solo está cubriendo costos? Tener claro el costo de cada producto o servicio y el margen de beneficio asociado es fundamental para asegurar que el negocio es rentable.
- Gestionar el flujo de caja: Independientemente de que la empresa sea rentable, el empresario debe monitorear continuamente su flujo de caja. Esto implica prever los momentos en los que habrá más salidas de dinero que entradas y tomar medidas para evitar crisis de liquidez. Contar con un presupuesto financiero bien detallado ayuda a identificar estos momentos de tensión.
- Planificación financiera a largo plazo: No basta con ver el estado de cuenta actual. El empresario debe planificar a futuro, proyectar ingresos, gastos y necesidades de financiamiento. Es vital saber no solo cuánto dinero hay hoy en la cuenta, sino cuánto habrá en uno, tres o seis meses. Esto permite tomar decisiones más informadas.
- Tomar decisiones basadas en datos: Las decisiones empresariales no pueden basarse en intuiciones o impresiones, sino en datos claros y objetivos. Llevar un control detallado de los resultados económicos y financieros permite al empresario tomar decisiones con mayor seguridad.
Conclusión
Confundir lo económico con lo financiero en las PYMES es un error que puede costar caro. Es una trampa que atrapa a muchos empresarios, llevándolos a tomar decisiones equivocadas y a enfrentar crisis que podrían haberse evitado con una mejor comprensión y gestión de ambos conceptos. La clave está en separar ambos aspectos, gestionarlos de manera independiente y siempre basar las decisiones en datos claros y objetivos. Si no lo hacemos, podemos encontrarnos en la desagradable situación de tener «plata en el banco» hoy, pero un negocio insostenible mañana.
Para contactar a Juan Carlos e implementar estos conceptos en tu empresa, escribirle a jcvalda@grandespymes.com.ar