por Juan Carlos Valda
Productividad NO es hacer MUCHAS cosas sino eliminar TODO lo que NO DEBE HACERSE
Cuando se trata de gestionar una pequeña o mediana empresa (PYME), es común escuchar al empresario decir: «Yo sé cómo hacer esto». Y claro, muchos empresarios tienen décadas de experiencia en su industria, conocen los procesos al dedillo, y pueden hacer funcionar la operación casi con los ojos cerrados. Sin embargo, la habilidad técnica o el conocimiento profundo de cómo ejecutar tareas no siempre es suficiente para garantizar el éxito de la empresa. El verdadero desafío no radica únicamente en saber cómo hacer las cosas, sino en saber qué cosas deben hacerse y cuándo. Esa es la diferencia entre trabajar mucho y trabajar con inteligencia.
El enfoque operativo vs. el enfoque estratégico
Uno de los mayores errores que cometen los empresarios PYME es centrarse demasiado en la operación diaria y descuidar la estrategia. Es cierto que hacer bien las cosas en el día a día es importante: cumplir con los pedidos, gestionar a los empleados, controlar los costos, etc. Pero si todo el enfoque está puesto en eso, se corre el riesgo de quedarse atrapado en una especie de «rueda de hámster», donde se trabaja sin parar, pero sin avanzar realmente.
Saber qué cosas hacer implica mirar más allá del presente. ¿Hacia dónde está yendo la empresa? ¿Qué tendencias están afectando al mercado? ¿Qué oportunidades o amenazas están en el horizonte? Los empresarios que solo se enfocan en hacer lo que saben hacer, sin preguntarse si eso es lo que deben estar haciendo, terminan quedándose rezagados. Porque, en el mundo de los negocios, hacer más de lo mismo no siempre es la respuesta.
¿Qué es lo verdaderamente importante?
Es fácil caer en la trampa de pensar que todo es urgente. Que hay que estar en todas partes, atender cada problema y solucionar cada inconveniente. Pero la realidad es que no todas las tareas tienen el mismo peso en el futuro de la empresa. Saber priorizar es clave. Y esto no tiene que ver solo con la gestión del tiempo, sino con la capacidad de discernir qué acciones tienen el mayor impacto en los resultados a largo plazo.
Muchas veces, los empresarios PYME terminan invirtiendo tiempo y recursos en actividades que no son estratégicas, que no generan valor diferencial o que simplemente no son las más importantes para el crecimiento de la empresa. Esto puede deberse a la falta de una visión clara o al miedo a delegar ciertas responsabilidades. Pero si el foco está puesto en hacer por hacer, sin una dirección clara, lo que realmente importa termina quedando relegado.
La importancia de la planificación
Para saber qué cosas hacer, la planificación es fundamental. Un buen plan estratégico no tiene que ser complejo ni estar lleno de términos técnicos. Solo necesita responder a preguntas básicas: ¿Qué queremos lograr? ¿Qué pasos son necesarios para llegar ahí? ¿Qué recursos necesitamos? ¿Cómo medimos si vamos por buen camino?
La planificación permite distinguir lo urgente de lo importante. Ayuda a que el empresario tenga una brújula que guíe sus decisiones diarias y que le permita concentrarse en lo que realmente tiene un impacto significativo. Sin planificación, es fácil que las urgencias del día a día consuman todo el tiempo y la energía, dejando de lado las tareas que pueden realmente transformar el negocio.
Delegar para ganar perspectiva
Otro aspecto clave en esta discusión es la capacidad de delegar. Muchos empresarios PYME se sienten atrapados en la operación porque no confían lo suficiente en su equipo para asumir responsabilidades. Prefieren estar en cada detalle, supervisar cada tarea y asegurarse de que todo se haga como ellos lo harían. Pero este enfoque no solo limita el crecimiento de la empresa, sino que también impide que el empresario pueda dedicarse a pensar en lo que realmente importa.
Saber qué cosas hacer también implica saber cuándo dejar que otros se encarguen de la ejecución. Delegar no es perder el control, es liberar al empresario para que pueda concentrarse en la visión a largo plazo y en las decisiones estratégicas. Cuando el empresario logra salir del día a día, gana perspectiva y puede ver con mayor claridad qué acciones son críticas para el crecimiento de la empresa.
Medir los resultados
Una vez que se ha decidido qué cosas son realmente importantes, es fundamental medir los resultados. No se trata solo de hacer, sino de hacer con sentido y con un propósito claro. ¿Estamos logrando los objetivos que nos planteamos? ¿Las acciones que hemos tomado están generando el impacto esperado? Si la respuesta es no, es necesario reevaluar las prioridades y ajustar el rumbo.
Medir no es simplemente revisar las ventas o los números de producción. Es analizar si las decisiones estratégicas están alineadas con los objetivos a largo plazo. Si se están aprovechando las oportunidades de mercado o si se está innovando lo suficiente como para diferenciarse de la competencia. Saber qué cosas hacer es también saber cuándo cambiar de rumbo, y para eso es esencial contar con información clara y confiable.
En resumen
En una PYME, saber hacer las cosas es sin duda importante. La habilidad técnica y el conocimiento operativo son fundamentales para que el negocio funcione. Pero si el empresario se queda solo en el «cómo», corre el riesgo de perder de vista el «qué». Saber qué cosas hacer es lo que marca la diferencia entre una empresa que simplemente sobrevive y una que realmente prospera.
El empresario PYME debe aprender a priorizar, a planificar y a delegar. Debe desarrollar la capacidad de mirar más allá de las urgencias diarias y concentrarse en las decisiones estratégicas que pueden transformar su empresa. Al final del día, no se trata de hacer más, sino de hacer mejor. Y eso solo es posible cuando se tiene claro qué cosas son realmente importantes para el futuro del negocio.
Para contactar a Juan Carlos – jcvalda@grandespymes.ar