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¿Tu empresa es como el PSG? El peligro de construir estrellas en lugar de equipos

por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar

Durante años, el PSG armó uno de los equipos más espectaculares (al menos sobre el papel) de la historia reciente del fútbol: Messi, Neymar, Mbappé. Una constelación. Una fantasía. Una ilusión de que juntar a los mejores del mundo te garantiza resultados.

Pero todos sabemos cómo terminó esa historia. Un equipo lleno de talento… pero sin equipo. Sin Champions. Sin épica. Sin esa sensación de ser más que la suma de sus partes.

Y esto, aunque suene exagerado, es lo que pasa muchas veces en el mundo PYME. Empresarios y empresarias que, con la mejor intención, concentran todo en una figura brillante. A veces son ellos mismos. A veces es un gerente estrella. A veces un vendedor fuera de serie.

Pero en todos los casos se comete el mismo error: se construye alrededor de una persona, en lugar de construir una organización.

El espejismo del talento individual

¿Te diste cuenta cómo a veces, en la empresa, se crea un “halo” alrededor de ciertas personas?

“Sin Juan, esta empresa no funciona.”
“Ella es la única que entiende a los clientes.”
“Lo que pasa es que él es un genio para las ventas.”

Y claro, uno no va a negar que hay gente con capacidades extraordinarias. Pero eso no alcanza. No alcanza en el fútbol, no alcanza en las empresas. Porque cuando todo gira alrededor de uno, los demás pierden protagonismo. Se vuelven pasivos. Ejecutores. Rehenes de la estrella.

Y lo peor: cuando esa estrella se apaga, el sistema entero tambalea.

El PSG sin Messi ni Neymar: una nueva dinámica

Cuando el PSG se desprendió de sus grandes figuras, muchos esperaban una debacle. ¿Quién iba a meter los goles? ¿Quién iba a deslumbrar?

Y sin embargo, pasó algo interesante: el equipo empezó a jugar como tal. Más coordinación. Más entrega. Más roles claros. Nadie esperaba el milagro individual. Todos trabajaban para el objetivo común. Se volvió a hablar de táctica. De presión. De conjunto. ¡De equipo!

Eso mismo sucede en las empresas cuando se rompe la lógica de “el crack resuelve todo”. De repente, aparecen talentos ocultos. Personas que se animan a hablar, a proponer, a decidir. Colaboradores que estaban a la sombra y empiezan a crecer. Porque cuando no hay una estrella que encandila, el resto empieza a brillar.

¿Y si vos sos esa estrella?

Este es el punto delicado. Porque muchas veces, en la PYME, la estrella es el propio dueño o fundadora. El que conoce todo. El que negocia. El que aprueba. El que resuelve. El que mete los goles y también los ataja.

Y eso, al principio, funciona. Hasta es necesario. Pero si pasa el tiempo y sigue todo igual, se convierte en un problema. Porque te transforma en cuello de botella. En el límite de la empresa. En el techo de crecimiento.

Y lo más preocupante: te roba la vida.
Te quita tiempo. Energía. Familia. Salud. Te convierte en esclavo de un sistema que vos mismo creaste.

El liderazgo que libera

En vez de ser estrella, podrías ser director técnico. Dejar de estar en el campo todo el partido y pasar a mirar el juego desde otra altura. Ver la cancha completa. Pensar jugadas. Armar estrategia.

Y sí, eso implica confiar. Delegar. Formar. Hacer crecer al equipo.

Pero también implica liberarte. Recuperar tiempo. Sentido. Visión. Volver a ser el que lidera, no el que apaga incendios. El que marca el rumbo, no el que corre con la lengua afuera.

Casos que ves todos los días

¿Cuántas veces viste empresas que dependían de una persona y cuando esa persona se fue (por retiro, enfermedad, cambio de trabajo), se desmoronaron?

¿Cuántas veces te encontraste resolviendo algo que no deberías resolver vos?

¿Cuántas veces sentiste que todo el mundo espera que vos pienses, decidas, resuelvas, actúes?

Y lo más importante: ¿Cuántas veces sentiste que no podés seguir así?

El verdadero equipo no te necesita para cada jugada

Construir una empresa sólida es como armar un equipo campeón. No se trata de tener una figura que te gane partidos. Se trata de que el equipo gane incluso cuando vos no estás.

Y eso no es debilidad. Es fortaleza. Porque significa que formaste personas. Que desarrollaste capacidades. Que sembraste cultura. Que dejaste de ser imprescindible… para empezar a ser influyente.

Y ojo: influir no es desaparecer. Es estar presente sin ser omnipresente. Es ser referente, no salvador. Es crear un sistema que funcione incluso si vos un día decidís tomarte vacaciones.

Lo que ganas cuando dejas de ser la estrella

  • Tiempo para pensar. Para planificar. Para salir del corto plazo.
  • Más compromiso del equipo, porque saben que lo que hacen tiene peso.
  • Menos dependencia, más autonomía.
  • Mejor clima interno, porque desaparecen los favoritismos.
  • Clientes más satisfechos, porque la empresa es confiable más allá de una sola persona.
  • Y sobre todo… mejor calidad de vida. Porque nadie se siente pleno si todo el día está corriendo y apagando incendios.

¿Te animas a salir del centro?

Mirá, no se trata de que desaparezcas. Ni de que dejes de aportar. Todo lo contrario: se trata de que tu aporte sea estratégico y duradero.

Hoy podés seguir siendo el Messi de tu empresa. Pero el día que no estés, ¿Quién va a jugar? ¿Quién va a pensar? ¿Quién va a sostener?

Ese día va a llegar. Tal vez en diez años. Tal vez mañana. Pero va a llegar. Y todo lo que hagas hoy para formar un equipo, para construir una cultura, para sembrar liderazgo en otros… es lo que va a marcar la diferencia.

Resumiendo y, para que no lo olvides

Vos no sos tu empresa. Vos sos mucho más. Sos una persona con sueños, con familia, con tiempo finito. Y tu empresa debería ayudarte a vivir mejor, no a vivir atrapado.

No seas el crack solitario que juega hasta que se lesiona y nadie puede reemplazar. Sé el técnico que arma un equipo fuerte, confiado, preparado.

Porque el verdadero legado no es cuánto hiciste. Es cuánto dejaste hecho para que otros sigan adelante.

Y te digo algo más: los grandes equipos no se arman con figuras. Se arman con convicción. Con visión. Con humildad. Con confianza. Con el compromiso de mirar al otro y decir: “Jugamos juntos. Vamos por más. Y si yo un día no estoy, vos sabés qué hacer.”

Eso, en el fútbol y en la empresa, se llama grandeza.

Y vos, empresario PYME, tenés todo para construirla. No para que te aplaudan a vos, sino para que aplaudan el proyecto que supiste liderar.

Ahora, ¿vas a seguir siendo la estrella… o vas a armar un equipo que gane partidos incluso sin vos en la cancha?

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