por Roberto García
La empatía es una soft skill que no siempre sale en las listas de lo que las empresas demandan a sus empleados. Cosas como el liderazgo, la capacidad de comunicación, o el trabajo en equipo suele primar sobre la empatía. Pocas veces verás un anuncio de trabajo en el que se diga que se buscan empleados empáticos, porque de hecho, a veces, la empatía es vista en el ámbito laboral casi como una debilidad. Algunos jefes prefieren empleados eficaces, directos, que cumplan órdenes y que vayan a por sus objetivos a cuchillo, sin importar demasiado lo que suceda a la gente que les rodea, líderes que se impongan por encima de los demás. Vamos, que la empatía normalmente es la más soft de todas las soft skills.
No obstante, yo creo que la empatía probablemente es la más poderosa de todas las soft skills. La ciencia nos dice que es un elemento clave para construir relaciones interpersonales sólidas y duraderas que es lo que a la larga conduce a mejorar los resultados empresariales. Las personas que dicen tener un jefe empático sufren de menos estrés, tienen una mejor salud mental y muestran un mayor compromiso con la organización.
No hay que confundir amabilidad con empatía. La primera es un comportamiento, mientras que la empatía es una experiencia. Podemos decir que la amabilidad es saber estar, mientras la empatía es saber ser. Hay gente amable pero escasamente empática, aunque es cierto que la gente empática suele ser amable. Pongamos el caso de alguien que te llama agobiado porque necesita urgentemente un dato que solo tú puedes darle para terminar un informe que le pide su jefe para mañana y que a ti sinceramente, te da igual esté o no esté. Si tú le proporcionas ese dato que te va a llevar un rato encontrar solamente porque esa persona hizo algo parecido por ti en otro momento, estás siendo amable o agradecido. Pero si se lo das porque entiendes el marrón que tiene encima tu compañero y te imaginas como estarías tú si estuvieras en su lugar, entonces estás siendo empático. En el día a día laboral, siempre te encuentras con gente que te necesita para poder hacer bien su trabajo, aunque a ti el resultado de ese trabajo no te afecte directamente. Si aun así colaboras con ellos a pesar de que te consuma un cierto tiempo y esfuerzo y les ayudas a que les vaya bien, estás siendo empático, y lógicamente, estás contribuyendo a que a tu empresa le vaya bien también.
Hay gente que es más o menos empática por naturaleza, pero como todo en la vida, la empatía también se puede entrenar y desarrollar, por lo menos hasta un punto. Podemos esforzarnos en escuchar activamente, mostrando interés verdadero por la otra persona, prestándole total atención o preguntando por lo que realmente le interesa. También ayuda el compartir experiencias propias, reflejando y reconociendo tus propios errores. Eso sí, tampoco hay que pasarse, o caerás en lo que llaman “fatiga por compasión”, que ocurre cuando absorbemos demasiado los problemas de los demás hasta que llegan a afectarnos a nosotros mismos, o también puede darse la “empatía sesgada” que es una especie de empatía selectiva por la que empatizamos más con las personas que son similares a nosotros o están en una situación como la nuestra.
En cualquier caso, la empatía no es solo un extra agradable y apetecible en el lugar de trabajo, sino una habilidad fundamental en un mundo en constante cambio como el nuestro. Invertir en empatía es invertir en personas, o lo que es lo mismo, invertir en el bienestar y en los resultados de la organización.