La emoción inicial que nos inspiraba ha desaparecido. Su lugar ha sido ocupado por la confusión, el abatimiento y el desgano. Nos sentimos abrumados y atrapados, una sensación terrible que genera a su vez angustia, inseguridad, agobio y desesperanza. ¿Qué hacer en esos casos?
¿Cómo encontrar la fuerza que necesitas para seguir adelante?
Hazte preguntas como: “¿Qué se interpone en el camino?” Cuando encuentres una respuesta, sigue preguntándote: “¿Qué más se interpone en mi camino?” Hasta que llegues al problema real. Ten en cuenta que generalmente las primeras respuestas no son las más profundas, tendrás que excavar para hallar la verdadera causa.
Una buena idea consiste en llevar un diario terapéutico. A veces es más fácil escribir los problemas porque asumes una actitud más distante que te permite expresar lo que te preocupa sin tu autocensura.