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¿Son lo mismo? Cuidado con las palabras cuando conduces una PYME

Por Juan Carlos Valda

—Juan Carlos, yo mando bien en mi empresa. Si algo hay que hacer, doy la orden y listo. Pero me cuesta que las cosas funcionen fluidamente, no sé por qué. También les hablo, pero parece que no escuchan, y delegar… eso es un lío. Siempre tengo que estar encima de todo.

—A ver, Roberto. ¿Estás seguro de que mandar es lo mismo que conducir? ¿Y hablar igual que comunicar? Tal vez ahí está el problema. A veces usamos palabras que parecen sinónimos, pero en la práctica significan cosas muy diferentes.

Roberto me mira extrañado. Para él, dirigir la empresa es dar órdenes claras y que los empleados las sigan. Pero la verdad es que la conducción eficaz va mucho más allá de eso. Y entender estas diferencias es fundamental para transformar la gestión.

En la conducción de empresas, hay palabras que parecen similares, pero que tienen implicancias muy distintas. Usar cada término de manera correcta no es solo un juego de semántica; es clave para mejorar la manera en que lideramos, organizamos y comunicamos en nuestras PYMES. Vamos a explorar algunas de estas diferencias.

  1. Conducir vs. Mandar

Mandar implica dar órdenes que se esperan sean obedecidas sin mayor cuestionamiento. Es una forma autoritaria de gestionar, donde el foco está en el control inmediato. Sin embargo, aunque en algunas situaciones es necesario “mandar” (por ejemplo, en una crisis donde hay que tomar decisiones rápidas), este estilo de dirección tiene límites. Si solo mandamos, el equipo trabaja por miedo o inercia, pero no por motivación.

Conducir, en cambio, es guiar a las personas hacia un objetivo común. Un buen conductor inspira, orienta y hace que el equipo entienda el por qué de cada tarea. Conducir no es solo decir qué hacer; es involucrar a las personas en la visión de la empresa. En lugar de un jefe que ordena, el conductor se convierte en un líder que acompaña y desarrolla a su equipo.

¿Qué es mejor?

  • Mandar es útil en situaciones puntuales y urgentes.
  • Conducir es esencial para crear un equipo comprometido a largo plazo.
  1. Comunicar vs. Hablar

Hablar es simplemente emitir palabras. Muchas veces pensamos que con “decir algo” ya estamos comunicando, pero no es tan simple. Podés hablar durante horas, pero si el mensaje no llega claro a tu equipo, no lograste comunicar.

Comunicar implica que el otro comprenda lo que querés transmitir. No es solo cuestión de lo que decimos, sino de cómo lo decimos, cuándo, y si damos espacio para que haya un ida y vuelta. La comunicación efectiva requiere escuchar, hacer preguntas y asegurarse de que la otra persona entendió el mensaje.

¿Qué es mejor?

  • Hablar por hablar solo genera ruido.
  • Comunicar crea entendimiento y alinea a todos hacia los mismos objetivos.
  1. Armar equipos vs. Juntar gente

Juntar gente es simplemente asignar a varias personas a trabajar juntas en un mismo proyecto. Pero eso no garantiza que se comporten como un equipo. Pueden estar físicamente en el mismo espacio, pero si no tienen objetivos claros, roles definidos y confianza entre ellos, no hay equipo, solo un grupo de personas intentando no chocarse.

Armar un equipo es mucho más que juntar personas. Implica seleccionar perfiles complementarios, definir roles, generar confianza y establecer objetivos comunes. Un equipo funciona bien cuando cada integrante entiende su aporte, sabe cómo ayudar a los demás y siente que su trabajo tiene sentido.

¿Qué es mejor?

  • Juntar gente puede resolver urgencias momentáneas.
  • Armar un equipo bien cohesionado impulsa la productividad y mejora el ambiente de trabajo.
  1. Delegar vs. Dar órdenes

Dar órdenes es decirle a alguien qué hacer, sin darle autonomía para decidir cómo hacerlo. Es un enfoque limitado porque el colaborador solo ejecuta, sin aportar ideas ni mejorar procesos. Además, genera dependencia: si siempre das órdenes, nunca desarrollás la capacidad de tus empleados para pensar por sí mismos.

Delegar, en cambio, es mucho más que repartir tareas. Es confiar en que la otra persona puede asumir la responsabilidad de un proyecto o área. Delegar bien implica explicar el qué y el por qué, pero dar libertad sobre el cómo. Así, los colaboradores se sienten empoderados y desarrollan habilidades que enriquecen a la empresa.

¿Qué es mejor?

  • Dar órdenes resuelve tareas inmediatas.
  • Delegar permite que el equipo crezca y funcione con mayor autonomía.
  1. Planear vs. Adivinar

Adivinar es esperar que algo suceda de cierta manera sin tener fundamentos para creerlo. Muchos empresarios, por temor a la incertidumbre, creen que hacer planes es como adivinar el futuro, algo inútil en un contexto tan cambiante como el argentino.

Planear, sin embargo, no es predecir. Es definir un rumbo y preparar escenarios posibles. No significa que todo saldrá exactamente como lo planeamos, pero nos permite estar mejor preparados para adaptarnos. El que planea sabe que puede ajustar el camino según las circunstancias.

¿Qué es mejor?

  • Adivinar genera ansiedad y deja todo al azar.
  • Planear da claridad y nos ayuda a tomar decisiones más informadas.

Por qué estas diferencias importan tanto

Entender estas diferencias no es solo una cuestión teórica. Es fundamental para mejorar la gestión y la calidad del trabajo en cualquier PYME. Cuando mandamos en lugar de conducir, el equipo se desmotiva. Cuando hablamos sin comunicar, los mensajes se pierden. Si solo juntamos gente y no armamos equipos, los conflictos crecen. Y si damos órdenes en lugar de delegar, terminamos sobrecargados.

Es muy común que el empresario PYME quiera tener todo bajo control y, en el intento, termine convirtiéndose en el principal obstáculo para el crecimiento de su propia empresa. Si querés mejorar tu calidad de vida como empresario, tenés que aprender a conducir, a comunicar, a armar equipos, a delegar y a planear.

Conclusión: Cambiar las palabras, cambiar la gestión

A veces, un simple cambio en la forma en que usamos las palabras puede transformar completamente la manera en que conducimos nuestra empresa. No se trata de hacer magia, sino de entender que la gestión eficiente requiere más que dar órdenes y apagar incendios. Implica liderar, escuchar, empoderar y pensar estratégicamente.

La diferencia entre “mandar” y “conducir” puede ser la diferencia entre un equipo desmotivado y uno comprometido. La diferencia entre “hablar” y “comunicar” puede ser la clave para que tus colaboradores entiendan qué esperás de ellos. Y la diferencia entre “juntar gente” y “armar equipos” puede definir el éxito de tus proyectos.

El desafío no es menor, pero tampoco imposible. Si como empresario podés hacer estos pequeños cambios en tu forma de gestionar, no solo vas a lograr mejores resultados en tu empresa, sino que también vas a ganar tiempo, reducir el estrés y mejorar tu calidad de vida. Porque al final del día, dirigir una PYME no se trata solo de trabajar más, sino de trabajar mejor.

Para contactar a Juan Carlos e implementar estos conceptos en tu empresa, escribirle a jcvalda@grandespymes.com.ar

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