por Juan Carlos Valda
Te recibiste. Título en mano, conocimientos frescos, herramientas modernas, y ese entusiasmo sano de quien quiere “hacer las cosas bien”. Estás listo para salir al mundo. Y ahí aparece tu primer desafío real: vas a trabajar en una PYME.
Y en ese momento empieza otra historia. Porque una cosa es lo que viste en la facultad, lo que dicen los libros, los casos ideales que discutías en clase, y otra muy distinta es lo que pasa adentro de una empresa familiar que creció como pudo, con lo que tenía, y que hace años se mueve a fuerza de intuición, experiencia y sentido común.
Así que, si estás por empezar en una PYME —o ya empezaste y estás un poco desorientado— este artículo es para vos. No para bajarte el entusiasmo, todo lo contrario. Es para que no te frustres, para que entiendas dónde estás parado y puedas aportar valor… pero sin chocar de frente.
1. La PYME no es Harvard
Vamos al grano: en la PYME no vas a encontrar un organigrama perfecto, ni todos los procesos documentados, ni indicadores de gestión brillantes. No siempre hay políticas claras, ni descripción de puestos, ni reuniones que empiecen y terminen a horario. Muchas veces vas a ver que “se hace lo que se puede con lo que hay”.
¿Está mal? No necesariamente. Simplemente es distinto. Porque la PYME no nació de un plan estratégico, sino de una necesidad, de un sueño o de una oportunidad que alguien —el fundador o la fundadora— supo aprovechar. Y desde entonces fue creciendo a los tumbos, con aciertos y errores. Así que lo primero que necesitás es esto: contexto.
2. No llegues con la bandera de “acá las cosas se hacen así”
Es normal que quieras aplicar todo lo que aprendiste. Que veas cosas que, a tu juicio, no tienen sentido y quieras corregirlas. Pero cuidado. Si llegás con la actitud de “yo sé cómo se hace esto” vas a chocar, y fuerte. Porque nadie te va a escuchar si antes no escuchaste vos.
La mayoría de los empresarios PYMEs han construido su empresa desde cero. Se jugaron todo, pasaron crisis, hicieron malabares para pagar sueldos, levantaron pedidos con el auto, trabajaron fines de semana y feriados. Y si bien quizás no tengan un máster en management, tienen algo que no se enseña en la universidad: experiencia de vida empresarial.
Por eso, antes de proponer cambios, observá. Preguntá. Escuchá sin prejuicios. Entendé por qué las cosas se hacen como se hacen. Tal vez haya una razón. Tal vez no. Pero no lo vas a saber si ya llegás juzgando.
3. El diagnóstico viene después, no antes
Muchos jóvenes profesionales cometen el mismo error: hacen diagnósticos en la primera semana. “Acá falta control”, “nadie mide nada”, “esto es un caos”. Tal vez tengan razón… pero no es momento de decirlo.
Imaginate que vas al médico y, antes de contarte lo que tenés, ya te da un tratamiento. ¿Confiarías en él? No, porque te das cuenta de que ni siquiera se tomó el tiempo de entender qué te pasa.
Bueno, lo mismo pasa con vos en una PYME. Si realmente querés ayudar, primero necesitás comprender el “por qué” detrás del “cómo”. Escuchar a los dueños, a los colaboradores, entender la historia, las decisiones pasadas, las prioridades reales del negocio. Y recién ahí, si tenés claro el mapa, empezar a pensar propuestas.
4. La realidad es más gris que blanco o negro
En la universidad muchas veces te enseñan modelos ideales. Pero en la PYME no hay ideales, hay realidades. Por ejemplo, tal vez el jefe de ventas también hace cobranzas porque “es de confianza”. O la secretaria maneja el stock porque “conoce todo”. ¿Está bien? ¿Está mal? Depende. A veces, cambiar eso sin entender el equilibrio que sostiene todo puede generar más caos que orden.
En las PYMES no todo se puede profesionalizar de golpe. Los cambios llevan tiempo, y muchas veces no hay recursos ni gente suficiente para hacer todo como dicen los libros. Por eso, aprender a priorizar es clave. Si intentás cambiarlo todo, no vas a cambiar nada. En cambio, si sabés elegir bien las batallas, vas a lograr avances concretos.
5. Te vas a ganar la confianza con hechos, no con títulos
En la PYME nadie te va a admirar por tu diploma. Te van a mirar de reojo al principio. Y está bien. Ellos no saben si sos un crack o un improvisado. Van a medirte por lo que hacés, por cómo lo hacés, por cómo te vinculás con el resto del equipo, y sobre todo, por tu actitud.
Si sos humilde, si preguntás con respeto, si te ofrecés a ayudar, si sos proactivo sin ser soberbio, vas a abrir puertas. Si ven que estás para sumar y no para criticar, te van a dejar entrar. Y una vez adentro, vas a tener margen para proponer cosas. Pero primero tenés que ganarte ese lugar.
6. La empatía es más poderosa que el Excel
A veces, entender a la gente es más importante que entender los números. En las PYMES, los vínculos personales son todo. La empresa funciona porque la gente se conoce, se respeta, se banca. Si vos te manejás bien técnicamente pero mal humanamente, no vas a avanzar.
Aprendé a leer los climas. A darte cuenta de cuándo es mejor callar y cuándo hablar. A quién le podés proponer un cambio directo y a quién le conviene ir mostrándole resultados primero. En el mundo real, la inteligencia emocional es tan clave como el conocimiento técnico.
7. No te frustres: estás aprendiendo lo que no se enseña
Vas a ver cosas que te chocan. Vas a tener momentos en los que pensás “esto no puede ser así”. Y vas a sentir ganas de irte o de tirar todo abajo. Es normal. Estás pasando del mundo teórico al mundo real, y ese golpe es inevitable.
Pero también estás ante una oportunidad única. Porque en una PYME vas a ver todo: compras, ventas, finanzas, logística, recursos humanos, conflictos familiares, decisiones improvisadas, aciertos brillantes y errores garrafales. Y eso vale oro. Si sabés aprovecharlo, vas a aprender más en un año en una PYME que en cinco en una multinacional donde solo ves una parte del todo.
8. Conclusión: primero adaptate, después transformá
Este artículo no busca desmotivarte, sino todo lo contrario. Lo que intenta es decirte que podés hacer una gran diferencia… si entendés primero cómo funciona la lógica de las PYMES.
Llegá con humildad. Observá. Escuchá. Preguntá. No prejuzgues. Ganate la confianza. Y cuando tengas un diagnóstico real —basado en información, empatía y contexto— entonces sí: proponé, cambiá, mejorá.
Pero siempre recordá esto: las transformaciones valiosas no se hacen desde la soberbia, sino desde el compromiso. Y si lográs combinar tu formación con una actitud genuina de aprender y ayudar, no tengas dudas: vas a marcar la diferencia.
Para contactar a Juan Carlos e implementar estos conceptos en tu empresa, escribirle a jcvalda@grandespymes.com.ar