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El Alto Costo de No Ser Constante en la Gestión de una PYME

Por Juan Carlos Valda

A ver, hablemos sin vueltas. Si hay algo que distingue a muchas PYMES es la montaña rusa de decisiones que toman sus dueños. Hoy hay que hacer esto, mañana aquello, pasado se nos ocurre una idea brillante y la semana que viene ya nadie se acuerda. El problema no es solo la falta de constancia, sino lo que eso genera: desorden, desmotivación y, lo peor de todo, costos ocultos que terminan pesando más de lo que imaginás.

El síndrome de la decisión efímera

Seguro te pasó: leíste un artículo, fuiste a un curso, hablaste con otro empresario o simplemente se te prendió la lamparita y dijiste: «¡Hay que cambiar esto!». Convocás a todo el equipo, explicás la nueva medida con entusiasmo y durante dos o tres días parece que todo va viento en popa. Pero luego, como nadie hace seguimiento, se relajan, vos te distraés con otra urgencia, y esa gran idea queda en el olvido.

Resultado: el equipo aprende que las decisiones son pasajeras. Es más, algunos ya ni se molestan en aplicarlas porque saben que en pocos días todo volverá a ser como antes. ¿Te suena?

Lo más preocupante es que esta falta de constancia no es solo un problema de liderazgo; es un virus que se propaga en la empresa. Cuando los colaboradores ven que las decisiones no duran, adoptan la misma actitud: dejan las cosas para después, no se esfuerzan en los nuevos procesos y terminan volviendo a las viejas prácticas. Así, en lugar de avanzar, la empresa queda atrapada en un bucle de intentos fallidos.

¿Cuánto cuesta esta inconstancia?

Si creés que no ser constante es solo un tema de disciplina, te equivocás. Tiene costos reales y significativos. Vamos a desglosarlos:

  1. Tiempo perdido: Cada cambio sin seguimiento significa reuniones, explicaciones y ajustes que luego no se sostienen. Tiempo de todos que se tira a la basura. Si sumás las horas de cada persona involucrada, te sorprenderías del costo en términos monetarios.
  2. Pérdida de credibilidad: Tu equipo deja de tomarte en serio. Si cada decisión dura poco, ¿para qué esforzarse en cumplirla? De a poco, pierden confianza en la dirección de la empresa. Y lo peor es que esto también se traslada a clientes y proveedores, que ven tu empresa como poco confiable.
  3. Desorden operativo: Un negocio necesita reglas claras y estables para funcionar. Si un mes se controla algo y al siguiente no, lo único que generás es caos. Y el caos en una PYME se traduce en pérdida de dinero, errores en la producción, problemas con clientes y, en muchos casos, conflictos internos que desgastan la energía del equipo.
  4. Dinero tirado: En algunos casos, la falta de constancia significa inversiones que no se capitalizan. Compraste un software para mejorar la gestión, pero nunca se implementó bien. Contrataste a un asesor, pero no seguiste sus recomendaciones. Implementaste un nuevo control de stock y, a los dos meses, nadie lo usa. Todo eso es plata perdida.
  5. Desmotivación del equipo: ¿Cómo creés que se sienten tus colaboradores cuando ven que las reglas cambian todo el tiempo y que su esfuerzo puede quedar en la nada? Al final, bajan los brazos y hacen lo mínimo indispensable. Lo peor de esto es que las personas más valiosas, las que quieren hacer las cosas bien, terminan frustradas y se van a otra empresa donde haya más estabilidad y compromiso con los procesos.
  6. Mala imagen con clientes y proveedores: Si tu empresa hoy opera de una forma y mañana de otra, ¿qué imagen das al mercado? Ser poco confiable es la receta perfecta para perder negocios. Un cliente que recibe promesas incumplidas difícilmente vuelva. Un proveedor que no sabe qué esperar de vos, va a priorizar a otros clientes más organizados.

La clave: compromiso con la constancia

Está claro que ser constante en la gestión no es fácil. Pero, como todo en la vida, si querés resultados distintos, hay que hacer las cosas de otra manera. Te dejo algunos consejos:

  1. Antes de decidir, pensalo bien: No tomes decisiones impulsivas. Analizá qué problema querés resolver, qué impacto tendrá y si realmente estás dispuesto a sostenerla en el tiempo. No hay nada peor que tomar una decisión sin medir sus consecuencias y luego abandonarla porque «no era el momento».
  2. Documentá los cambios: No dejes que todo quede en palabras. Si decidís algo, escribilo, compartilo con el equipo y dejalo claro. Tener un documento con las decisiones clave ayuda a evitar la improvisación.
  3. Asigná responsables: Cualquier medida nueva debe tener a alguien que la lidere y controle su aplicación. Si no hay responsables claros, todo se diluye. Delegar no significa olvidarse del tema, sino asegurarse de que alguien lo mantenga vivo.
  4. Dale tiempo a cada cambio: No esperes resultados inmediatos ni abandones una decisión a la primera dificultad. Todo ajuste necesita rodaje. Muchas veces, los cambios generan resistencia al principio, pero si se sostienen, se convierten en hábitos.
  5. Hacé seguimiento: Lo que no se controla, no se cumple. Definí indicadores y revisá periódicamente cómo avanza cada nueva medida. No alcanza con tomar una decisión; hay que medir su impacto y ajustarla si es necesario.
  6. Comunicá con claridad: Si vas a hacer un cambio, asegurate de que todos lo entiendan y sepan por qué se implementa. La comunicación es clave para que se comprometan. No alcanza con mandar un mail o mencionarlo en una reunión. Hay que repetir el mensaje y reforzarlo constantemente.
  7. Sé ejemplo: Si vos mismo no respetás las decisiones que tomás, no esperes que los demás lo hagan. La constancia empieza desde arriba. Si querés que tu equipo cumpla con los cambios, asegurate de ser el primero en hacerlo.

Constancia = Rentabilidad

En definitiva, la falta de constancia en la gestión no es solo un problema organizativo: es un agujero por donde se te escapan la rentabilidad y el crecimiento. Una empresa que funciona con base en ocurrencias es como un barco sin timón: avanza a la deriva y depende de la corriente para ver a dónde llega.

La buena noticia es que esto se puede cambiar. Pero requiere algo muy simple (y a la vez tan difícil): disciplina. Si lográs ser firme en las decisiones y sostenerlas en el tiempo, no solo ganarás el respeto de tu equipo, sino que también harás que tu empresa crezca de manera ordenada y rentable.

Así que la próxima vez que se te ocurra implementar un cambio, preguntate: ¿Estoy dispuesto a mantenerlo? ¿Voy a darle seguimiento? ¿Voy a exigir que se cumpla? Si la respuesta es sí, adelante. Si es no, mejor ni lo empieces. Tu empresa (y tu equipo) te lo van a agradecer.

Para contactar a Juan Carlos e implementar estos conceptos en tu empresa, escribirle a jcvalda@grandespymes.com.ar

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