por Daniel Colombo
Para empezar, una breve historia personal:
Como parte de mi entrenamiento físico, durante muchos años iba dos veces por semana a un centro de rehabilitación postural, y tomaba clases de estiramiento y stretching. El profesor principal, que era excelente, sufría las bromas de sus alumnos porque jamás felicitaba ni estimulaba positivamente: sólo señalaba los errores y las correcciones. “Ahora viene la felicitación”, decíamos entre risas, al desarmar una postura que requería algún esfuerzo físico adicional.
Esa anécdota me quedó marcada para siempre. ¿Te has dado cuenta de que hay personas que no felicitan ni reconocen a los demás? Estimo que, mucho menos, lo hacen consigo mismas. Esto sucede en la familia, con los amigos y en el trabajo.
No se trata de estar esperando el reconocimiento continuo, porque genera dependencia y apego emocional; sino de un saludable equilibrio, por ejemplo, entre quien enseña y sus alumnos; el líder con su equipo; y entrenadores con los jugadores.
Por si no lo sabías, la capacidad de felicitar y reconocer a los demás por sus logros y acciones positivas es una habilidad social, al igual que la empatía, la oratoria y saber entablar conversaciones de valor con las personas.
La psicología le llama emociones prosociales, un conjunto de sentimientos y respuestas afectivas que están centrados en el bienestar y la ayuda hacia los demás.
A diferencia de las emociones más individuales, como el enojo, la felicidad interna o el miedo, las emociones prosociales incluyen el amor, la empatía, la gratitud y la compasión.
Estas emociones juegan un papel fundamental en nuestras interacciones sociales, ya que promueven la cooperación, el apoyo mutuo y la construcción de relaciones significativas.
A menudo, se manifiestan como impulsos naturales para ayudar a los demás, compartir recursos y establecer conexiones más profundas, contribuyendo así al tejido emocional que une a las comunidades y a las relaciones cercanas.
Entre las emociones prosociales más relevantes se encuentran la empatía, la gratitud, la compasión, la solidaridad y la comprensión -sentir felicidad por la felicidad ajena-.