por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
¿Te suena esa frase? “Podrán imitarnos, pero igualarnos… jamás”. Si vives en Argentina y alguna vez pisaste una cancha, sabés que esa bandera no pasa desapercibida. No importa si sos hincha de Boca o no, lo cierto es que esa frase tiene fuerza, identidad y orgullo. No es sólo una provocación futbolera: es una declaración de principios. Y lo interesante es que, llevada al mundo de las empresas PYMES, esconde una verdad poderosa que muy pocos empresarios están aprovechando como deberían.
Porque mientras muchos corren detrás de lo que hace la competencia —copian productos, precios, promociones, estrategias digitales, discursos de venta— hay algo que no se puede copiar. Algo que no se compra ni se baja de internet, algo que, cuando está bien construido, es imposible de igualar: la cultura organizacional.
Y ahí es donde la frase vuelve con más fuerza: podrán imitarnos, pero igualarnos… jamás porque pueden copiar tu flyer, tu catálogo, hasta tu estrategia comercial, pero si tu empresa tiene cultura, una verdadera forma de ser, de hacer y de tratar… entonces tenés una ventaja que no se puede hackear.
¿Qué es, en serio, la cultura organizacional?
No es el cuadrito de misión y visión que pegaste en la recepción, ni las palabras lindas en tu web. Tampoco es sólo el “somos una gran familia” que a veces se dice, pero no se vive, es otra cosa.
La cultura es el cómo se hacen las cosas cuando nadie está mirando. Es eso que los nuevos empleados aprenden no por inducción, sino por observación. Es ese “ADN invisible” que atraviesa decisiones, actitudes, respuestas, vínculos, prioridades y, aunque no se vea, marca la diferencia o mejor dicho: es la diferencia.
Hay empresas que hacen bien las cosas, otras que las hacen a su manera, pero las empresas que saben quiénes son, y se comportan con coherencia, generan algo que la competencia no puede copiar: una marca emocional.
La cultura no se impone. Se construye.
No alcanza con decir: “quiero una cultura de excelencia, de respeto, de innovación, de servicio al cliente”. Hay que vivirla, modelarla, defenderla porque la cultura no se declama, se muestra con el ejemplo. Y en la PYME, ese ejemplo arranca por vos, empresario.
Si llegas tarde, no pidas puntualidad. Si gritas, no exijas buen clima. Si te quejas del cliente, no esperes atención de calidad. En las empresas, y más aún en las pequeñas y medianas, la cultura baja por capilaridad: primero se vive arriba, y luego se contagia abajo, no al revés.
Y atención: una mala cultura también se contagia rápido. Cuando se toleran los rumores, cuando se premia al que factura más aunque maltrate a todos, cuando se subestima al colaborador comprometido porque no hace tanto ruido… ahí también estás sembrando cultura. Pero una que juega en contra.
Cultura que genera pertenencia: lo que hace que tu gente se ponga la camiseta
Una empresa con cultura firme no necesita repartir remeras para que la gente se sienta parte. La camiseta se la ponen solo porque sienten orgullo, porque encuentran sentido, porque hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
¿Y sabés qué pasa cuando tu gente se siente parte? Juegan el partido con vos, no sólo para vos. Apagan incendios, cuidan al cliente, defienden la marca, aportan ideas, sostienen los momentos difíciles no porque se los ordenaste, sino porque lo sienten propio.
Ese es el tipo de empresa que construye una cultura que enamora y esa cultura no se copia. Esa cultura te hace competitivo de verdad, más allá del precio, del producto, de la ubicación o de la pauta en redes.
Copiar es fácil. Sostener, no tanto.
Hoy en día, cualquiera puede hacer una campaña parecida a la tuya. Ofrecer un producto similar, imprimir los mismos folletos y hasta robarse un nombre parecido si no lo registraste a tiempo, pero hay algo que no pueden sostener: tu manera de hacer las cosas.
¿Quieres un ejemplo? Mirá las heladerías artesanales. Todas dicen “casero”, “natural”, “receta original” pero cuando vas a una que realmente cuida los detalles, lo notas porque está en el trato, en la limpieza, en cómo te hablan, en cómo te atienden, aunque esté lleno, en cómo recuerdan tu nombre o tus gustos. Eso es cultura. Y no hay heladería con logo lindo que lo pueda copiar.
Otro caso: un taller mecánico familiar que no sólo arregla autos, sino que devuelve el vehículo limpio, con una bolsita de caramelos en el tablero y un mensaje de agradecimiento. ¿Eso se aprende en la facultad? ¿Eso se copia con marketing digital? No. Eso nace de la cultura que tiene el dueño y que baja a todo el equipo.
¿Cómo se construye una cultura que marque diferencia?
No con frases hechas, sino con convicciones. Acá van algunos puntos que pueden ayudarte:
- Define lo que querés ser. No copies a la competencia. Pregúntate: ¿qué quiero que el cliente sienta al tratarnos? ¿Cómo quiero que trabaje mi equipo? ¿Qué cosas no voy a negociar?
- Alinea los comportamientos. Si decís que valoras el trabajo en equipo, no premies solo a los “lobos solitarios” que facturan más. Si hablas de excelencia, no toleres excesos, aunque sean del empleado “de toda la vida”.
- Cuida los rituales. Una reunión semanal bien hecha, un festejo de cumpleaños sencillo pero sentido, un espacio de escucha real. Todo eso construye cultura. No lo subestimes.
- Forma líderes internos. No basta con tener encargados. Necesitás referentes que sostengan la cultura en el día a día. Gente que contagie, que se preocupe, que sea ejemplo.
- Muestra que te importa. Cuando el empresario está presente, escucha, conversa, reconoce… la cultura se fortalece. Porque todos entienden que no es verso, sino una manera real de trabajar.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la competitividad?
Tiene TODO que ver porque hoy el cliente tiene más opciones que nunca. ¿Por qué te va a elegir a vos? Porque sos más barato… hasta que otro lo sea más. Porque estás cerca… hasta que abra uno nuevo en la esquina. Pero si te elige porque se siente bien tratado, porque tu gente le transmite confianza, porque ve coherencia y calidez… entonces ahí sí, la diferencia es real.
La competitividad no está sólo en lo que hacés, sino en cómo lo hacés. Y ese cómo es cultura. Es lo que no se puede copiar, lo que te hace único, lo que grita tu hinchada invisible cada vez que hacés las cosas bien: “Podrán imitarnos, pero igualarnos… jamás”.
No te olvides: la cultura es rentable.
Muchos creen que hablar de cultura es algo blando, lindo, pero poco práctico pero que lo importante es vender, reducir costos, crecer. Pero ¿sabés qué? Una buena cultura reduce la rotación de personal, mejora la productividad, fideliza clientes, evita conflictos, acelera los procesos. La cultura no sólo se siente. Se nota en la caja.
Una cultura sólida evita que pierdas tiempo apagando incendios que vos mismo encendiste por tolerar incoherencias y hace que la gente aprenda más rápido, se comprometa más, y que vos puedas dedicarte a dirigir en vez de controlar todo.
Conclusión: tu empresa también puede tener su bandera
No hace falta que hagas una gigantografía y la cuelgues en la fachada, pero sí hace falta que sepas cuál es esa frase que te define. Esa identidad que te distingue. Esa forma de ser que, cuando otros la ven, no pueden evitar decir: “estos tipos hacen las cosas distinto”.
Porque al final del día, en el mercado —igual que en la cancha— no gana el que más grita, sino el que más convence. El que tiene hinchada, sí. Pero, sobre todo, el que tiene convicción.
Y si querés que tu PYME sea inolvidable, si querés que tus clientes vuelvan y tu equipo se quede, si querés jugar en una liga que no se mide sólo por el tamaño, entonces apuesta a construir eso que nadie puede robarte.
Tu cultura.
Porque podrán imitarnos, sí. Pero igualarnos… ¡Jamás!