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El síndrome del éxito

por Eduardo Larriera

Cuando alguien percibe que ha alcanzado un elevado nivel dentro de la empresa y comienzo a experimentar la dulce sensación de que “ha llegado”, que lo ha logrado gracias a sus propias competencias, entonces es bueno que vaya sabiendo que está en riesgo de comenzar a padecer del “síndrome de éxito”.

El síndrome de éxito es una especie de ataque de autosuficiencia que  lleva a percibir las cosas de un modo tal, que si algo no funcionara como se espera, quien lo padece comenzará a sentir que alguien, que obviamente no es él mismo, no ha hecho las cosas bien.

Cuando una persona comienza a padecer del síndrome de éxito, también dejará de tener presentes conceptos que había adquirido a lo largo de su experiencia personal y laboral, como otros conceptos que tenía incorporados, tanto en la carrera de grado, como en alguno de los tantos posgrados cursados con éxito.

Como parte del proceso patológico, quien contrae el “síndrome del éxito” también irá dejando de lado conceptos básicos relacionados con el principio de autoridad, que consiste en que se pueden delegar tareas, pero que no es posible delegar la responsabilidad por la realización de tales tareas y el logro de los objetivos asociados.

Algo que pone en evidencia que una persona está padeciendo este síndrome radica en la forma en que intenta explicar las dificultades para obtener los logros. Hasta es posible que se convierta en alguien muy capaz para explicar el por qué no se ha sido eficaz en alcanzar lo esperado.

El Síndrome de Éxito afecta de tal modo que puede llevar a olvidar conceptos conceptos elementales: si la responsabilidad no se puede delegar, cada uno debe saber que es corresponsable, tanto de lo que su equipo de colaboradores pueda lograr, como de sus fallas y sus eventuales fracasos.

En este contexto, es muy probable que quien padece el síndrome del éxito se vaya convirtiendo, sin prisa pero sin pausa,  en una persona con dificultades para escuchar comentarios, sugerencias y preguntas que promuevan una reflexión útil para el crecimiento.

Ello tiene su lógica: si es síndrome de éxito, quien lo padece supone que ya ha crecido lo suficiente, que ya lo aprendió todo, que a quienes les falta aprender es a los colaboradores y no es su responsabilidad enseñarles, pues ellos deben aprender a buscarse la vida tal como lo hice él mismo.

Por lo tanto, quien padece el síndrome del éxito tiene dificultad para detenerse a escuchar abiertamente lo que los otros tengan para decirle. Sentirá que no necesita psicólogos, terapeutas, coaches ni nada de eso, pues yo ya lo sabe todo. Sentirá que ha alcanzado la posición de “vaca sagrada”, y sólo se sentirá mal si se presenta alguna circunstancia en la que “por culpa de algún incompetente”, (que es cierto que los hay), ocurrió la dificultad, pero en ningún caso será por incompetencia propia.

Tampoco se preguntaré acerca de por qué hay algún incompetente en su equipo. Seguramente pensará que se trata de una deficiencia del área de selección de personal; pero no podré reconocer que la decisión última de su incorporación ha sido suya.

Las “vacas sagradas”, nunca se preguntan por sus propias responsabilidades en cada situación, sino que tienen un alto entrenamiento en atribuir toda la responsabilidad a otros.

Y por casa, cómo andamos?

Si cada uno recorre su historia personal, es posible que identifique situaciones y momentos en que hemos experimentado el sentimiento de “vaca sagrada”, ese estado de enamoramiento de nosotros mismos, que nos ha llevado por a sentir que somos casi unos genios.

Pero si prestamos atención, en esa mirada de nuestra historia seguramente encontraremos también situaciones y momentos posteriores al estado de vaca sagrada que nos conectan con la otra cara de la moneda, descubriendo que a esos  momentos de éxtasis les han seguido otros más difíciles, y hasta con duros sentimientos de fracaso.

Parte del problema consiste en no poder reconocer que el proceso de crecimiento recorre un camino en espiral, que no se trata de un camino lineal. También es probable que cueste percibir y comprender  los verdaderos motivos de esta falta de éxito, y aún menos reflexionar sobre ello.

Para poder encarar esa reflexión es necesario mirarse a sí mismo con una genuina curiosidad, que ayude a comprender lo que ocurrió. Esa es la condición necesaria para que un consultor, un coach, un terapeuta, o un buen amigo  pueda ayudar.

No existen pastillas ni vacunas que nos protejan del “síndrome de éxito”.  Hay que lanzarse humildemente a la tarea de aprender de la propia experiencia, para poder comprender qué es lo que nos ocurre y así poder aceptar luego nuestras limitaciones expresadas en la situación de fracaso, para poder iniciar entonces un paciente y útil proceso de fortalecimiento a partir de una  reflexión que permita crecer.

Para poder cambiar, mejorar, crecer, es necesario aceptar las propias limitaciones,  pero cuando alguien está invadido por el Síndrome del Éxito, esto no será posible.

Más aún, es probable que con el devenir del tiempo este síndrome se instale cada vez con más fuerza, se quede a vivir dentro del sujeto  y lo lleve a desarrollar un comportamiento que le produzca un creciente sufrimiento, que a su vez hará la vida muy difícil a quienes lo rodean.

¿Qué se puede hacer frente a esta situación?

Observarse a uno mismo y estar muy atento, para que ante la percepción de los primeros atisbos de síntomas del síndrome de éxito pueda buscar ayuda profesional (normalmente, en el campo de la psicología):

Estar atento o atenta a las señales del entorno. Por ejemplo, cuando tenemos la sensación de que todos van a contramano, quizás es el momento de detenerse y tratar de mirar las señales de tránsito con la mayor objetividad.

Y quien descubre que está padeciendo el síndrome de éxito, y se dispone a cambiar, que pueda valorar y agradecer la nueva oportunidad que le da la vida, para ser una mejor persona.

Fuente: https://www.temas-caps.com.ar/el-sindrome-del-exito/

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