por Francisco Alcaide
Todo el mundo tiene metas que anhela conseguir y que tienen que ver con lo que a una persona le gustaría ser, hacer y tener. Sin embargo, son pocas las personas que ven materializados sus sueños. Probablemente a ti te ocurra lo mismo en alguna parcela de tu vida: trabajo, dinero, relaciones o salud. Aquí van diez causas explicativas que te pueden ayudar a descubrir por qué:
1. FALTA DE CLARIDAD.
Te levantas, vas al trabajo, cumples y vuelves casa. Realizas tu labor pero sin una dirección clara. Te mueves por inercia, dejándote llevar, como un autómata. Así un día tras otro. Existe fuerte correlación entre claridad de metas y lo que se consigue. Cuanto más concretas, detalladas y específicas son nuestras metas, más fáciles de conseguir, ya que entonces se pueden alinear todos los recursos, concentrar todas las energías y diseñar todas las acciones hacia ese fin. La mayoría de personas no ha definido por anticipado, detallado y por escrito lo que les gustaría ser, hacer y tener. Una persona que tiene claro hacia dónde va, consigue avanzar incluso en las circunstancias más difíciles; una persona que no sabe hacia dónde se dirige no consigue avanzar ni siquiera en las condiciones más favorables. Un futuro borroso es poco motivador, causa insatisfacción y nos deja a merced del viento que sopla en cada momento. Quien no sabe lo que quiere acaba donde no quiere estar.
2. FALTA DE ACCIÓN.
Tienes claro lo que deseas, pero no das el paso. Quieres tenerlo atado, ver todo el camino por delante, pero el exceso de planificación paraliza. La acción es la perfección de la decisión. Decisión sin acción es alucinación. Somos lo que hacemos, no lo que pensamos, ni decimos, ni planeamos. La acción más pequeña vale más que la intención más grande. Lo peor es el inmovilismo, quedarse quieto y parado esperando a que venga la inspiración divina o aparezcan las circunstancias idóneas. Nunca ocurre y encima el tiempo corre. Y ya no vuelve. Lo advertía Karen Lamb: «Dentro de un año te arrepentirás de no haber empezado hoy». Casi cualquier decisión es mejor que no hacer nada porque al ponerse en movimiento se provoca que ocurran cosas. Theodore Rooselvet lo tenía claro: «Haz lo que puedes, con lo que tienes y donde estés». Inicia tu marcha y las soluciones irán apareciendo por el camino. El secreto de avanzar es siempre comenzar.
3. FALTA DE DISCIPLINA.
Te has comprometido a ir ‘sin falta’ a correr después del trabajo. Empezaste bien, con ilusión y ganas. Hasta te compraste zapatillas nuevas. Pero llega un día en que estás cansando, hace frío, chispea en la calle y encima… juega tu equipo favorito partido de Champions League. Y faltas. Y por supuesto, utilizas la gran especialidad del ser humano que es el autoengaño: ‘Por un día no pasa nada’. Pero sí, sí pasa. El día que dejas de practicar un buen hábito empiezas a instalarte en otro malo. Lo de correr es aplicable a hacer dieta, aprender inglés (o chino), ir al gimnasio, bailes latinos… y todas esas cosas que tú y yo sabemos. Todas las personas son disciplinadas los primeros de días de cualquier actividad, lo difícil es ser disciplinado a largo plazo. Ahí reside el éxito. Ya lo apuntaba Víctor Hugo: «A nadie le faltan fuerzas, lo que a mucha gente le falta es voluntad».
4. FALTA DE COMPROMISO
Si no lo entregas todo, lo que entregas es nada. El compromiso no se negocia: se tiene o no se tiene. No existen los ‘medios compromisos’. Compromiso es darlo todo por una meta. A la gente nunca hay que preguntarle qué metas quiere conseguir, sino qué está dispuesta a perder, porque ello es un indicativo más preciso de su grado de compromiso con la causa. Mucha gente dice que quiere conseguir cosas que luego su compromiso demuestra que no es tal. Nada grande se ha logrado sin un compromiso incondicional. Como decía William Wallace en la película Braveheart (1995): «Todos acabamos muertos, la cuestión es cómo y por qué».
5. FALTA DE VALENTÍA.
Cada vez que aparece una situación nueva en tu vida te entra el canguelo y buscas una excusa para no reconocerlo y así esquivarla. El miedo no te define, sino la valentía o cobardía para afrontar las situaciones. Si tienes miedo, estás de enhorabuena, es una ocasión de crecer. Todo lo que quieres conseguir está a partir del límite de tu zona de confort. Ahí empieza el auténtico crecimiento. Si tu vida es demasiado cómoda, probablemente estás estancado. La consigna es siempre la misma; siente miedo, pero hazlo de todas maneras.
6. FALTA DE CONTROL MENTAL.
«Toda batalla ha de ser ganada antes de ser librada», dice Sun Tzu en El arte de la guerra. El éxito –en cualquier parcela: dinero, trabajo, relaciones– es en primer lugar una cuestión mental. La riqueza es un estado de la mente. En lo que crees, te conviertes, te guste o no. Las creencias nos crean. Vives a la altura de tus creencias, no de tus posibilidades reales. Tu mente dirige tu vida. Es un termostato que cuando alcanza un determinado nivel se apaga. Ganar es una decisión consciente; perder una decisión inconsciente. El ser humano está programado para la supervivencia, así que si quieres conseguir algo más grande tienes que trabajar el aspecto mental. A menudo preferimos la infelicidad a la incertidumbre. La costumbre puede más que el deseo de reto. Las personas de éxito son personas con diálogos internos positivos. El primer reto de la voluntad es cultivar hábitos mentales sanos.
7. FALTA DE CUIDADO DEL ENTORNO.
Estás rodeado de personas cuyas conversaciones son derrotistas, limitantes, pesimistas, perdedoras. Y si los inputs que recibe tu cerebro son de ese tipo los outputs que generas son del mismo calado. Hay entornos tóxicos y entornos estimulantes; entornos que sacan lo mejor de uno y entornos que reprimen el potencial que todos tenernos; entornos que alimentan la confianza y entornos que alimentan el miedo. El entorno es la tierra en la que te cultivas, y si la semilla es buena pero la tierra no es fértil, no saldrá nada. Como apunta Robin S. Sharma, autor de La riqueza que el dinero no puede comprar: «El gran peligro de estar alrededor de gente no–excelente es que empiezas a volverte como ellos sin ni siquiera darte cuenta». Un buen entorno actúa como factor apalancamiento. Tu vida es una media de las cinco personas con las que más te relacionas.
8. FALTA DE FOCO.
Aprendiz de todo, maestro de nada. Inviertes más tiempo en empezar cosas nuevas que en terminar las ya empezadas. Es el factor más importante de todos: FOCO (o en inglés FOCUS: Following One Course of action Until Successful). Si quieres tener éxito, tienes que aprender a enfocarte. La excelencia exige FOCO. Toma años dominar una actividad o profesión, alrededor de diez mil horas dedicadas exclusivamente a eso. La diferencia entre un aspirante y un ganador es el FOCO. O como decía James D. Watson: «Si tienes dos obsesiones, te sobra una». Decide en qué quieres ser un referente y un luego concentra todas tus energías ahí. Sé tan bueno que los demás no puedan ignorarte. Ya sabes lo que decía Josh Billings: «Sé como un sello de correos, pégate a una cosa hasta que llegues a tu destino».
9. FALTA DE PERSEVERANCIA.
La mayor parte de la gente quiere llegar demasiado rápido a destino, y al no ver resultados inmediatos, desiste. Y ahí radica el asunto: no lograron sus objetivos porque no invirtieron las suficientes horas hasta dar con la tecla adecuada. Todo el mundo quiere coger atajos, pero las reglas del juego no funcionan así. En esta vida nadie fracasa, solo hay gente que abandona. El trabajo más duro en la persecución de nuestras metas consiste en no claudicar cuando las cosas se ponen feas. El camino está plagado de obstáculos: fracasos, rechazos, dudas, bajones y miedos. En esos momentos es cuando se pone a prueba la resistencia emocional. Hay que ser mentalmente fuerte. El escritor Robert Frost decía: «Todo lo que he aprendido en mi vida se resume en dos palabras: sigue adelante».
10. FALTA DE AUTORRESPONSABILIDAD.
Culpas de tu vida a la economía, a los políticos, a tu jefe o a tu familia… Te has convertido en un experto en culpa–habilidad. Erica Jong afirmaba: «Toma tu vida en tus manos, y ¿qué es lo que pasa? Algo terrible: nadie a quien culpar». Cuando uno asume la responsabilidad de su vida, deja de buscar culpables y empieza a centrarse en hallar soluciones. O eres víctima o eres protagonista. O ves la vida como algo que sucede o como algo que haces que ocurra. No hay nada peor que la ‘esperanza pasiva’, esperar a que las cosas mejoren sin hacer algo. La gente que consigue resultados pone la responsabilidad de su vida sobre sus espaldas. Sabe que todo funciona en términos de causas y efectos. Dicho de otra manera: si haces las mismas cosas que otras personas de éxito han realizado, sin ninguna duda tendrás el mismo éxito que ellos. No son especiales, no tienen talentos innatos, no son los elegidos por la naturaleza. Aplican los principios del éxito.
En definitiva, y como apuntamos en Aprendiendo de los mejores (Alienta, 32ª edición):
«Vivimos en un mundo de causas y efectos, y entender las causas nos permite modificar los efectos. Ciertas causas (certeras o equivocadas) producen ciertos efectos (resultados positivos y negativos. Nada es casual, ni el éxito ni el fracaso».
Fuente: https://franciscoalcaide.com/blog-francisco-alcaide-2/381-el-valor-de-disfrute-del-dinero-se-deprecia-con-el-tiempo-2