por Jennifer Delgado Suárez
La polarización que estamos viviendo ha generado una serie de “manifiestos a la carta” que han ido ganando más o menos adeptos y más o menos detractores. No es extraño. En tiempos turbulentos nos aferramos a cualquier cosa que nos brinde una sensación de seguridad – por mínima o irracional que sea.
Nuestras opiniones se vuelven más extremas en un intento por arrojar claridad y certeza sobre un mundo caótico. Olvidamos los colores y vemos todo en blanco y negro. Nos apresuramos a sacar conclusiones y suscribirnos al “bando bueno”. Pero todo eso genera un peligro: hordas de personas “drogadas” de ideas.
La terrible adicción que generan algunas ideas
Las ideas no suelen ser buenas ni malas per se. Una idea que puede haber sido genial y funcional en determinado momento, puede dejar de serlo más adelante. Una idea que nos parecía excelente cuando teníamos 20 años, quizá no nos lo parezca tanto a los 40. Así como cambian las personas, también cambian la sociedad y la cultura, de manera que aferrarse a determinadas ideas puede conducir a una especie de «intoxicación del pensamiento».
La mente se “intoxica” cuando no deja espacio para ideas nuevas. Cuando se cierra a lo diferente y se parapeta detrás de una VERDAD con mayúsculas mientras niega todo lo que no coincida con su visión.
La mente se “intoxica” cuando no deja espacio para el diálogo y quema los puentes del entendimiento. Cuando alimenta una y otra vez de las mismas ideas adictivas, rumiándolas hasta la saciedad mientras obvia otras perspectivas, sumiéndose cada vez más en un estado de ignorancia motivada.
Al igual que ocurre con las adicciones, las ideas extremas y rígidas pueden provocar un estrechamiento de la conciencia y los intereses. La persona “drogada de ideas” se obsesiona con esas creencias, no ve más allá de ellas, pierde la perspectiva y comienza a etiquetar como enemigos a todos aquellos que no las compartan.
Al igual que ocurre con las adicciones, esas ideas extremas provocan una actitud irascible. Desactivan el pensamiento lógico y afectan la capacidad para conectar con todos aquellos que no formen parte de ese grupo selecto. Ese tipo de ideas crean un círculo cada vez más estrecho a nuestro alrededor, por lo que terminan limitando nuestro desarrollo como personas y como sociedad.
Cuando las ideas van por una parte y la realidad por otra
Las ideas – incluso las mejores – cuando son llevadas al extremo y se auto refuerzan dentro de una cámara de eco, suelen terminar alejándonos de la realidad. Esas personas, al igual que ocurre a los adictos, terminan viviendo en un mundo mental paralelo. Se encierran cada vez más en un pensamiento autorreferencial que no toma nota de los hechos.
En los raros momentos de lucidez en los que toman contacto con la realidad – que suele ser variopinta, incierta y cambiante – esa constatación les resulta demasiado dolorosa. Entonces, justo como los adictos, retoman su discurso mental con más fuerza. Se refugian en sus ideas y buscan el apoyo de otros adeptos que le confirmen que no se equivocan.
Caen en el sesgo de confirmación. Pero lejos de darse cuenta, se regodean en un barrizal ideológico compuesto por creencias cada vez más deformadas que los alejan del equilibrio y de la propia realidad. Por supuesto, Internet – y las redes sociales en especial – amplifican ese fenómeno ya que crean silos en los que las personas se sienten a gusto porque reciben la información que refuerza sus ideas y comparte espacio con gente que pertenece a su grupo.
Obviamente, a la larga, las personas “drogadas” de ideas terminan convirtiéndose en un problema, tanto para sí mismas como para los demás. Toda forma mentis que no tenga en cuenta la realidad, haga caso omiso a los hechos y se cierre al cambio, está condenada a ser desadaptativa.
¿Cómo reconocer y dejar atrás las ideas adictivas?
Ante todo, debemos aprender a reconocer que existen ideas con un mayor “poder adictivo”. ¿Cuáles son? Se trata fundamentalmente de creencias que comparten una serie de características:
- Simplismo. Suelen ofrecer respuestas “claras” y soluciones simplistas a problemas complejos, por lo que no tienen en cuenta la multidimensionalidad inherente a los fenómenos.
- Dualismo. Este tipo de ideas suelen promover una visión polarizada del mundo. Reducen la realidad a un cuadro en blanco y negro, sin matices. Solo presentan dos opciones: correcto o incorrecto. O estás conmigo, o estás contra mí. No hay términos medios.
- Transmiten seguridad. Suelen adoptar la forma de certezas que se resisten a considerar puntos de vista alternativos, por lo que transmiten una seguridad ilusoria en un mundo incierto.
- Emocionalidad intensa. Generalmente activan y se nutren de emociones intensas – como el miedo, la ira o el odio – que nos impiden pensar con claridad y valorar la pertinencia del discurso que esconden.
- Exclusividad moral. En la mayoría de los casos, las ideas adictivas generan una sensación de superioridad moral que hace sentir bien a quienes las comparten ya que aumentan su autoestima haciéndoles creer que tienen la verdad absoluta y quienes piensen lo contrario se equivocan.
Por último, para escapar del influjo de esas ideas adictivas, simplistas y extremistas, debemos ser capaces de comprender que la realidad es compleja y muchas veces incierta. Mantenernos atentos a los cambios, en vez de aferrarnos a estereotipos e ideas fijas, es lo que nos permitirá responder mejor y adaptarnos.
Si no somos capaces de desarrollar esa tolerancia y flexibilidad mental, es probable que nuestras sociedades, tal y como las conocemos, vuelvan a degenerar, como ya ocurrió en el pasado. A fin de cuentas, la historia se repite hasta que no aprendamos la lección.
Fuente https://rinconpsicologia.com/drogados-de-ideas-adictivas/