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¿Qué pasaría si a partir de mañana no pudieras ir a la empresa por una semana?
Cuatro preguntas difíciles sobre IA.

¿Qué pasaría si a partir de mañana no pudieras ir a la empresa por una semana?

Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar

El empresario se quedó mirándome con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Después de unos segundos de silencio, soltó una risa nerviosa:

—Juan Carlos, eso no es posible. Sin mí, esto se cae a pedazos.

Me quedé en silencio, dejando que la pregunta siguiera flotando en el aire. Era una reacción que había visto muchas veces en mi carrera como consultor. La respuesta no me sorprendió, pero sabía que detrás de esas palabras había algo mucho más profundo.

—¿De verdad crees que todo depende de ti? —le pregunté, tranquilo.

—Claro que sí —respondió sin dudar—. Soy yo quien toma las decisiones importantes, quien resuelve los problemas, quien está al tanto de todo. Si no estoy, las cosas no se hacen, o peor, se hacen mal.

Este pensamiento es más común de lo que parece en el mundo de las pequeñas y medianas empresas. El empresario, generalmente quien fundó la empresa, asume el rol de superhéroe: lo sabe todo, lo controla todo y siente que, sin su presencia, el negocio no funciona. Pero aquí está la clave: ¿realmente es sostenible esta forma de trabajar?

La dependencia del empresario: un riesgo silencioso

Imagina que, de repente, tienes que ausentarte por motivos de salud, un viaje inesperado o cualquier imprevisto. Si la empresa no puede operar sin ti, eso significa que has construido un negocio completamente dependiente de tu presencia. Es como tener un edificio con un solo pilar: puede sostenerse por un tiempo, pero con el menor movimiento, se tambalea.

Le hice esta analogía al empresario, y su rostro cambió. Era evidente que nunca había pensado en su empresa desde esa perspectiva.

—¿Qué crees que debería cambiar para que la empresa pueda funcionar sin ti? —le pregunté.

—No lo sé. Siempre he estado acostumbrado a estar en todo. Tal vez… delegar más.

Ese «tal vez» fue un paso importante. Reconocer que había algo que ajustar era el inicio de una conversación mucho más grande.

El arte (y desafío) de delegar

Delegar no es simplemente dar órdenes y esperar que otros hagan las cosas como tú. Es un proceso que requiere confianza, formación y un cambio de mentalidad.

Le expliqué al empresario que delegar tiene tres componentes básicos:

  1. Elegir a las personas adecuadas: No se trata de poner a cualquiera en cualquier puesto, sino de identificar quién tiene las habilidades y la actitud para asumir ciertas responsabilidades.
  2. Definir claramente las expectativas: No basta con decir «haz esto». Hay que explicar el qué, el cómo, el porqué y, sobre todo, el para qué.
  3. Dar espacio para actuar: Si te pasas el día supervisando cada detalle, no estás delegando, estás microgestionando.

—¿Y si delego y cometen errores? —me preguntó.

—Entonces aprenderán, igual que aprendiste tú en su momento. Pero si no les das la oportunidad, nunca crecerán.

Procesos claros: la base de una empresa independiente

Otro punto crítico que abordamos fue la necesidad de tener procesos definidos. Muchas PYMES funcionan de manera informal, dependiendo del «saber hacer» de una o dos personas clave, generalmente el dueño. Esto no solo limita el crecimiento, sino que también pone a la empresa en una posición vulnerable.

—¿Tienes documentados los procesos principales de tu empresa? —le pregunté.

—No realmente. Todo está en mi cabeza… y un poco en la de mis colaboradores.

—Ahí está el problema —le dije—. Si todo está en tu cabeza, entonces la empresa no es tuya, es tú.

Los procesos no solo permiten que otros puedan seguir trabajando en tu ausencia, sino que también son la base para garantizar consistencia, calidad y eficiencia.

El empresario como líder, no como operario

Uno de los mayores desafíos para muchos empresarios es hacer la transición de ser un operario a ser un líder. Esto implica dejar de estar en las trincheras para tomar una posición estratégica.

—Si sigues apagando incendios, nunca tendrás tiempo para planificar cómo evitar que se inicien —le dije.

El empresario reflexionó unos momentos antes de responder:

—Creo que me cuesta soltar porque siento que nadie lo hará como yo.

—Es posible que al principio no lo hagan como tú, pero eso no significa que no puedan hacerlo bien, o incluso mejor. Tu tarea no es hacer todo, sino formar a un equipo que pueda hacerlo contigo o sin ti.

El ensayo del «aquí no estoy»

Le propuse un ejercicio sencillo pero poderoso:

—Prueba ausentarte por un día, luego por dos. Observa qué pasa. Toma notas de los problemas que surgen y de las decisiones que el equipo no sabe tomar. Esas son tus áreas críticas a trabajar.

Aceptó el desafío con cierta reticencia, pero semanas después me contó que había sido revelador. Durante su ausencia, se dio cuenta de que:

  1. Su equipo podía resolver más cosas de las que él creía.
  2. Los problemas principales estaban relacionados con la falta de información clara y la ausencia de protocolos.
  3. Se sintió menos indispensable de lo que esperaba, y eso, aunque difícil al principio, fue un alivio.

Construir una empresa sostenible

El objetivo de cualquier empresario debería ser construir un negocio que funcione sin depender al 100% de su presencia. Esto no solo libera al empresario de una carga innecesaria, sino que también aumenta el valor de la empresa. Una empresa que depende de una sola persona tiene un valor limitado, mientras que una con procesos claros, un equipo capacitado y una gestión delegada puede crecer y prosperar incluso en ausencia de su fundador.

—Entonces, ¿qué pasaría si no pudieras venir por una semana? —le repetí la pregunta al empresario al final de nuestra charla.

—Ahora creo que no sería el fin del mundo, pero todavía tengo mucho por hacer para llegar a ese punto.

Sonreí. Reconocer el problema ya era un gran paso. Después de todo, dirigir una empresa no debería ser una carga que te ate, sino un proyecto que te permita vivir la vida que deseas, sin miedo a que todo colapse si un día decides no estar.

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