Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Si tenés una empresa chica o mediana, seguramente más de una vez sentiste que estás en medio de una pelea constante por mantener precios, que los clientes comparan todo, que la competencia aparece hasta debajo de las piedras, y que por más que trabajes más… ganas menos. Y ahí aparece la gran pregunta: ¿se puede salir de esta batalla interminable y encontrar un lugar donde haya menos competencia y más valor?
La respuesta es sí. Y ese lugar existe: se llama océano azul.
Ahora bien, no se trata de una receta mágica ni de una fórmula infalible, es más bien una manera distinta de mirar tu negocio, de pensarlo, de diseñarlo. Y aunque parezca algo reservado sólo para grandes empresas con departamentos de innovación y presupuestos millonarios, déjame decirte algo con todas las letras: una PYME también puede crear su propio océano azul. De hecho, muchas veces tiene más chances de lograrlo que una empresa grande.
¿Qué es un océano azul y por qué deberías querer uno?
La idea de «océano azul» viene de un libro que se volvió un clásico: La estrategia del océano azul, de W. Chan Kim y Renée Mauborgne. Ellos explican que en los océanos rojos (la mayoría de los mercados tradicionales) las empresas compiten entre sí hasta sangrar: todos pelean por los mismos clientes, con productos similares, bajan precios, suben promociones… y al final, ganan menos y se desgastan más.
El océano azul, en cambio, es un espacio nuevo, sin competencia directa. Un lugar donde tu propuesta es tan distinta, tan valiosa, tan enfocada en resolver algo real de manera única, que no hay necesidad de competir por precio porque los clientes te eligen por otra cosa.
¿Y eso existe de verdad? Sí, pero no se encuentra… se crea. Y acá viene lo más importante: no se trata de inventar algo nunca antes visto, sino de mirar con otros ojos lo que ya hacés, lo que tus clientes valoran y lo que el mercado todavía no resuelve bien.
¿Por dónde empezar?
- Conoce profundamente a tus clientes (y a los que no lo son también)
La base de todo océano azul es entender a quién querés servir. Pero no en general, no alcanza con saber edad, sexo o nivel socioeconómico, tienes que meterte en la cabeza del cliente: ¿qué lo frustra?, ¿qué necesita y no encuentra?, ¿qué le molesta de las soluciones actuales?, ¿por qué te elige —o no— a vos?
Acá no hay excusas: sal a preguntar, escucha con atención, busca patrones. Los mejores océanos azules no nacen de una sala de brainstorming, sino de mirar con lupa la experiencia real del cliente.
Y no te olvides de mirar a los que no te compran porque muchas veces ahí está la clave de una oportunidad nueva: gente que no consume lo que vos ofreces, no porque no lo necesite, sino porque nadie le está hablando de la forma correcta.
- Mira a la competencia, pero no para copiarla
Uno de los errores más comunes en las PYMES es seguir de cerca a la competencia para replicar lo que hacen y eso, lejos de ayudarte, te mete más de lleno en el océano rojo. Porque si todos hacen lo mismo… ¿por qué te van a elegir a vos?
Entonces, analiza qué hacen bien y qué no, qué promesas hacen (y no cumplen), en qué se parecen todos… y busca el hueco. Donde los otros no llegan, vos podés crear.
Ejemplo simple: si todos tardan 72 horas en entregar, y tu empresa puede lograr entregas en 24, ese diferencial puede ser tu carta ganadora. Pero no es sólo rapidez el principal factor de diferenciación, puede ser una atención distinta, una forma de resolver dudas, una experiencia de compra diferente, una propuesta emocional más fuerte.
- Rediseña tu propuesta de valor
Acá viene la parte más desafiante: salir de lo que hacés por costumbre y repensar qué problema resuelves realmente.
No se trata sólo de vender un producto o un servicio, se trata de qué transformación le generas al cliente. ¿Qué siente después de comprar? ¿Qué le facilitaste? ¿Qué le evitaste? ¿Cómo cambió su vida, aunque sea un poco?
Ahí está tu valor. Y si ese valor es claro, potente y único… ahí tenés tu océano azul.
- Anímate a incomodarte
Los océanos azules no se encuentran en la zona cómoda, vas a tener que cambiar cosas. Algunas pequeñas, otras grandes y sí, te va a dar miedo.
Puedes tener que dejar de atender a cierto perfil de cliente, rediseñar tu producto, cambiar tu forma de cobrar, modificar procesos internos… Incluso puede que tengas que decirle que no a algo que siempre hiciste.
Pero pensalo así: si seguís haciendo lo mismo, vas a tener los mismos resultados. ¿Querés otra realidad? Vas a necesitar otra estrategia.
- Cuéntalo bien (y sin vueltas)
No alcanza con tener una propuesta diferente, es preciso comunicarla con claridad y acá es donde muchas PYMES fallan porque tienen algo valioso, pero no lo dicen bien. Se enredan, hablan en términos técnicos, o simplemente se limitan a repetir lo que dicen todos.
Tu cliente tiene que entender en 30 segundos qué hacés, por qué sos distinto y qué gana si te elige. Punto.
Usa redes sociales, tu sitio web, el boca en boca, todo lo que tengas a mano. Pero dilo claro. Porque si no se entiende, no existe.
- Crea una comunidad, no sólo una cartera de clientes
Cuando creas algo diferente, auténtico y valioso, los clientes no sólo compran… se quedan. Y si los hacés parte, te recomiendan, te defienden, te acompañan.
Fomenta esa conexión. Escúchalos, permíteles sentir que son parte de tu historia, pídeles feedback, compartí logros. Hoy más que nunca, la gente no quiere sólo comprar: quiere conectar con marcas que tengan alma.
Y en eso, una PYME tiene una ventaja enorme sobre las grandes empresas, aprovéchala.
- Mide, corrige, ajusta
El océano azul no es algo estático. El mercado cambia, los clientes cambian, tú cambias por eso, es clave tener herramientas para medir cómo va todo. Qué cosas funcionan, qué no, dónde perdiste fuerza, qué podés mejorar.
No te enamores de una idea al punto de no soltarla. Ajustar no es fracasar. Es evolucionar.
Y recuerda: cada vez que alguien te copia, es señal de que ibas por buen camino, pero también es un llamado a seguir innovando.
Entonces… ¿una PYME puede crear un océano azul?
¡Por supuesto que sí! Y te digo más: muchas de las ideas más transformadoras vinieron de empresas pequeñas que se animaron a pensar distinto, que no tenían un gran presupuesto, pero sí mucha cercanía con el cliente, que no tenían departamentos sofisticados, pero sí atención a los detalles.
Lo que se necesita no es tamaño, es mirada estratégica, coraje para cambiar, y voluntad de generar valor real.
Para cerrar, una frase que me gusta repetir:
«No se trata de competir mejor. Se trata de no tener que competir.»
Ahí está la esencia del océano azul. Si logras diferenciarte de verdad, si tu propuesta conecta, si tus clientes te sienten indispensable… dejas de pelear por centavos y empezás a construir algo sostenible, rentable y mucho más disfrutable.
Así que, si sentís que tu empresa está estancada, que la competencia te ahoga, que te cuesta destacarte… quizás lo que te falta no es vender más, sino repensar desde dónde estás vendiendo.
Y si eso te resuena, ya has dado el primer paso.
¿Querés empezar a diseñar tu océano azul? No hace falta hacerlo solo pero sí hace falta animarse porque el mercado no va a cambiar por vos. Vos tenés que cambiar tu forma de mirarlo.
Y ahí… empieza todo.