Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Ser empresario hoy no es lo mismo que hace veinte años. Ni hablar si comparamos con los años en que muchos de ustedes comenzaron. Antes, alcanzar la independencia económica, armar un pequeño equipo, ganarse un lugar en el mercado local y vivir de la empresa propia, era —en muchos casos— suficiente para ser considerado un empresario hecho y derecho.
Hoy las reglas cambiaron. El mundo cambió. Y ser empresario hoy implica algo mucho más desafiante, más exigente, pero también más transformador.
No se trata solo de facturar
Ser empresario hoy no es tener un CUIT, ni pagar sueldos, ni emitir facturas. Tampoco es simplemente haber armado una estructura que funcione sola “más o menos” mientras uno apaga incendios todo el día. Ser empresario hoy es entender que dirigir una empresa es una tarea profesional, estratégica y profundamente humana. No alcanza con ser el que más se sacrifica, ni con ser el primero en llegar y el último en irse.
Eso, en todo caso, es ser el más esforzado. Pero no necesariamente el más empresario.
El empresario ya no es el héroe solitario
Muchos crecieron con el modelo del empresario héroe: el que todo lo puede, el que no descansa, el que si falta se cae todo. Y ojo, no es que eso no haya sido útil en una etapa. En la fundación de una empresa ese empuje es vital. Pero si ese modelo se vuelve permanente, termina siendo un límite, no una fortaleza.
Hoy, el verdadero empresario no es el que hace todo, sino el que construye un equipo que lo complemente. No es el que da órdenes, sino el que genera visión y propósito. No es el que se encierra con su Excel, sino el que se atreve a escuchar, a preguntar, a dejarse sorprender por lo que su equipo ve y él no.
Ser empresario hoy es aprender a pensar estratégicamente
No hay tiempo para improvisar eternamente. Ser empresario hoy es aprender a mirar el negocio como un todo, no solo como la suma de tareas. Es saber dónde estamos parados, hacia dónde queremos ir, y qué estamos dispuestos a hacer (o dejar de hacer) para llegar.
El empresario actual necesita desarrollar una visión clara, pero también flexibilidad para adaptarse. Necesita medir, analizar y tomar decisiones basadas en información, no en intuiciones o costumbres heredadas. Ser empresario hoy es estar dispuesto a cuestionar lo que “siempre se hizo así”.
Profesionalizar no es perder el alma
Uno de los grandes miedos que escucho seguido en empresas familiares es que si se profesionalizan, van a perder el espíritu que las hizo únicas. Y lo entiendo. Pero profesionalizar no es volvernos fríos o impersonales. Es simplemente poner herramientas al servicio del propósito.
Una empresa profesionalizada sigue teniendo alma, pero no deja todo librado al azar o a los caprichos del día a día. Define responsabilidades, estructura procesos, mide resultados, y al mismo tiempo, cuida los vínculos. Profesionalizar es crear un entorno donde todos puedan dar lo mejor… incluso el propio empresario.
Ser empresario hoy es gestionar también la propia calidad de vida
¿De qué sirve tener una empresa exitosa si el precio es la salud, la familia o el descanso? Hoy no hay excusas para seguir repitiendo el modelo del empresario que vive apagando incendios, que no puede tomarse vacaciones, que no duerme por las noches porque no sabe si llega a pagar los sueldos.
Ser empresario hoy es, también, hacerse cargo de su propia calidad de vida. Es entender que dirigir no significa cargarse todo al hombro, sino construir una organización que funcione sin depender todo el tiempo de uno mismo. Es poder disfrutar del camino, no solo sobrevivirlo.
El empresario como líder, no como cuello de botella
Muchas empresas tienen líderes que no lideran: deciden todo, controlan todo, frenan todo. Y no porque sean malos o egoístas, sino porque no saben otra forma. El problema es que ese estilo crea organizaciones donde nadie crece, todos esperan, y el futuro se vuelve frágil.
El empresario actual tiene que aprender a liderar desde otro lugar: guiando, formando, delegando con confianza y criterio. Debe convertirse en alguien que genera contextos para que otros brillen, no en alguien que necesita ser el centro para sentirse valioso.
Ser empresario hoy es una decisión constante
No se trata solo de haber fundado una empresa. Ser empresario hoy es una decisión que se renueva cada día. Es decidir crecer, aunque duela. Es decidir cambiar, aunque cueste. Es decidir dejar de justificar los errores con frases como “así soy yo” o “mi gente no me entiende” y empezar a asumir que, si algo no funciona, tengo que ser parte activa de la solución.
Porque ser empresario hoy es una forma de estar en el mundo. Es entender que tengo la posibilidad de generar impacto, de construir una cultura, de formar líderes, de mejorar la vida de quienes trabajan conmigo… y de mejorar la mía también.
¿Y si no quiero ese desafío?
No está mal. No todos quieren o pueden transitar ese camino. Pero entonces hay que ser honesto: uno puede tener una empresa, pero no estar dispuesto a ser empresario. En ese caso, lo más sano es reconocerlo, buscar un buen gerente, un socio, alguien que ocupe ese rol. Lo que no es sano es quedarse en el medio: ni dejo, ni asumo; ni cambio, ni me retiro.
Eso sí es lo que termina desgastando, empobreciendo y haciendo que esa empresa que algún día fue el sueño de tu vida, se convierta en tu propia cárcel.
El empresario que viene
El empresario que viene no es el que más sabe, sino el que más aprende. No es el que más se sacrifica, sino el que más valor genera. No es el que impone, sino el que conversa. No es el que manda, sino el que lidera. No es el que trabaja más horas, sino el que usa mejor su tiempo.
Ese es el empresario que necesitamos. Y si estás leyendo esto, probablemente puedas ser uno de ellos. O ya lo seas, aunque todavía no te lo reconozcas del todo.