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Presupuestar no es adivinar: es comprometerse con un rumbo

por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar

A muchos empresarios pyme les cuesta el tema del presupuesto. Algunos lo ven como una pérdida de tiempo. Otros dicen que no sirve porque «todo cambia todo el tiempo» y entonces ¿para qué prever algo si mañana el dólar, la inflación, o la competencia pueden tirarlo abajo? Y están los que directamente lo viven como un ejercicio inútil de futurología. Pero presupuestar no es adivinar. No se trata de tener una bola de cristal ni de acertar cada cifra como si fuera la quiniela. Presupuestar es tomar decisiones. Es comprometerse con un rumbo.

Un presupuesto no es otra cosa que una herramienta para pensar hacia dónde vas, con qué recursos contás y qué caminos vas a tomar para lograrlo. Es un acto de liderazgo. El empresario que no presupone, que no proyecta, es un empresario que va a la deriva. ¿Y sabés qué es lo peor? Que en esa deriva, a veces se gana, a veces se pierde… pero nunca se sabe por qué. Y eso sí que es peligroso.

El presupuesto como declaración de intenciones

Hacer un presupuesto obliga a parar la pelota y hacerse preguntas:

  • ¿Cuánto espero vender este año?
  • ¿A qué precio?
  • ¿Qué costos voy a tener?
  • ¿Qué inversiones necesito hacer?
  • ¿Cuánto voy a necesitar de caja?
  • ¿Qué rentabilidad me propongo alcanzar?

Cada una de esas preguntas te fuerza a pensar. Y al pensar, tomás decisiones. No es simplemente llenar una planilla o copiar lo del año pasado con un 20% más. Es preguntarte qué esperás de tu negocio, qué objetivos te trazás y qué vas a hacer para conseguirlos.

Presupuestar no es llenar casilleros. Es mirar tu empresa desde arriba, con una visión de futuro, y comprometerte con una hoja de ruta.

El mito de la incertidumbre

Claro que el contexto cambia. Claro que hay variables que no controlás. Pero el hecho de que el futuro sea incierto no te libera de planificarlo. Al contrario: te obliga a hacerlo con más rigor, más análisis y más criterio. Porque cuanto más incierto es el contexto, más importante es tener claro hacia dónde querés ir.

Presupuestar no significa negar la incertidumbre. Significa asumirla con responsabilidad. El empresario que se escuda en el «todo cambia» para no presupuestar, en realidad, está dejando su empresa a la buena de Dios. Y después, cuando las cosas no salen, no sabe si fue por el mercado, por una mala decisión o por una falta total de dirección.

Comprometerse es elegir

El presupuesto no es una predicción. Es una elección estratégica. Cuando decidís vender más de un producto y menos de otro, estás tomando una posición. Cuando asignás más presupuesto a marketing o reducís gastos improductivos, estás eligiendo qué tipo de empresa querés construir.

Y en esa elección aparece algo fundamental: el compromiso. Porque cuando uno presupone ingresos y egresos, se obliga a trabajar para que eso suceda. Se genera una presión sana. El empresario que dice “quiero llegar a este número de ventas” y lo pone en un presupuesto, se compromete con esa meta. Y eso cambia la actitud, el enfoque y la acción.

Presupuestar es como trazar un mapa antes de salir de viaje. No te garantiza que no haya desvíos, tormentas o desvíos. Pero te asegura que sabés hacia dónde vas.

El presupuesto te obliga a gestionar

Una pyme que no tiene presupuesto suele funcionar “a demanda”. Todo se hace en función de la urgencia. Y así, el mes termina sin saber si ganaste o perdiste. ¿Entró plata? Bien. ¿No entró? Problema. Pero no se evalúa si el resultado fue mejor o peor que lo esperado. No hay contra qué comparar. No hay línea base. Entonces, no hay gestión.

El presupuesto, en cambio, te permite comparar lo que pensabas que iba a pasar con lo que efectivamente pasó. Y ahí aparece el verdadero valor: la posibilidad de corregir el rumbo. No para reprocharse, sino para aprender. Para ajustar. Para decidir a tiempo. Presupuestar es una forma de anticiparse, de estar preparado, de actuar con intención.

Lo que no se mide, no se mejora

Sin presupuesto, no hay control. Y sin control, no hay mejora. Es así de simple. El presupuesto no es un capricho financiero. Es una herramienta para dirigir con criterio. Para alinear al equipo. Para poner objetivos concretos. Para seguir la evolución del negocio y entender qué funciona y qué no.

Además, presupuestar no es solo cosa del contador. Es parte de la gestión del empresario. El presupuesto no es un trámite. Es parte del alma de la empresa. Y debe reflejar la estrategia, las prioridades, los recursos y los desafíos que se enfrentan.

Las pymes que se ordenan, avanzan

Una pyme ordenada presupuestariamente se vuelve más previsible, más profesional, más atractiva para proveedores, bancos, inversores y socios. Tiene mejores conversaciones, más claras. No se maneja con corazonadas sino con datos. No improvisa: decide.

El presupuesto es una señal. Muestra que la empresa no improvisa, no reacciona todo el tiempo, sino que conduce. Es, en definitiva, una muestra de madurez.

Algunas ideas prácticas

Para que el presupuesto funcione y no se convierta en un ejercicio teórico más, hay algunas claves simples pero poderosas:

  1. Hacelo participativo: Involucrá a los mandos medios o responsables de cada área. Que no sea algo que solo vos sabés.
  2. Revisalo mensualmente: No sirve de nada hacerlo y guardarlo en un cajón. Compará cada mes contra lo presupuestado y analizá las desviaciones.
  3. Usalo como herramienta de gestión: Si un gasto se dispara, analizá por qué. Si las ventas no llegan al nivel esperado, preguntate qué está fallando.
  4. No te obsesiones con acertar el número exacto: No se trata de eso. Se trata de tener un marco, un orden, una referencia.
  5. Ajustalo si es necesario: El presupuesto no es rígido. Podés adaptarlo si el contexto lo exige. Pero eso también requiere análisis y decisiones.

El presupuesto como espejo del empresario

En el fondo, el presupuesto refleja cómo piensa el empresario. Si hay compromiso, estrategia, decisión. O si todo se maneja desde la urgencia, la intuición o el “vamos viendo”.

Presupuestar no es un lujo. Es una necesidad. Una empresa que no presupone, no decide: reacciona. Y una pyme que solo reacciona, tarde o temprano, pierde el control.

Cuando presupuestás, dejás de navegar sin timón. Te convertís en el capitán que sabe a dónde va, aunque el mar esté bravo.

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