Modo Oscuro Modo Claro

¿Cómo dejar de compararme constantemente con los demás?

por Paola Graziano

Esa voz que susurra…

Estás con tu café en la mano, abriendo Instagram solo “un minuto”… y ahí aparece: esa amiga del colegio que ahora da charlas TED, o el colega que publica su enésimo logro profesional con traje a medida y cara de “porque yo lo valgo”.

Y de pronto, sin darte cuenta, zas, ahí está esa voz:

“¿Y tú?  ¿Tu qué? ¿Qué estás haciendo con tu vida? ¿No ves que vas tarde, que no estás a la altura?”

Esa dichosa vocecita que hace que se te atragante el café y se te quede como un nudo en la garganta. Es como un susurro venenoso.

Y lo peor es que muchas veces, ni siquiera te das cuenta de que ya te ha atrapado.

👉 Spoiler: No estás solo. Compararse es algo que hacemos todas las personas. Tooodas.

Sí, incluso esa persona con la vida aparentemente perfecta también lo hace.

Solo que, normalmente, nadie lo cuenta.

Este artículo no va de frases motivacionales tipo taza de desayuno. Vamos a hablar claro: por qué te comparas, por qué eso no significa que seas inseguro ni débil, y sobre todo, qué puedes hacer la próxima vez que esa voz aparezca.

¿Por qué nos comparamos tanto?

(Y no, no es porque seas inseguro)

La comparación social es tan humana como bostezar. No es un defecto, es una herramienta que tu mente usa para orientarte.

Imagina a nuestros antepasados que vivían en tribus: mirar al de al lado era una forma de sobrevivir.

“Si ella recoge frutas ahí, igual ese sitio es seguro”.

“Si él corre cuando oye ese ruido, mejor corro también”.

Comparar era adaptativo. Nos ayudaba a saber qué hacer, cómo encajar, qué evitar.

 Peeero… hoy no estamos en la era primitiva ni vivimos en tribus pequeñas.

Estamos en un mundo hiperconectado donde puedes ver en 15 segundos cómo viven, comen, se visten y hablan 100 personas distintas. Y claro, tu pobre mente hace lo único que sabe: compara.

🧠 Compararte no significa que seas débil, significa que tu mente está intentando ayudarte… aunque a veces lo haga con herramientas desactualizadas para el mundo moderno.

El problema no es compararte. Es cómo lo haces.

Compararse no es, en sí mismo, algo negativo. A veces incluso puede inspirar: “Qué interesante lo que hace esa persona, me gustaría probar algo parecido”.

Pero otras veces se convierte en una trampa. Una comparación que empieza con curiosidad puede terminar dejándote con una sensación de fracaso.

El verdadero problema aparece cuando la comparación viene acompañada de juicio, crítica y exigencia. Cuando mirar a otra persona no te impulsa, sino que se convierte en la excusa perfecta para decirte, una vez más, que no eres suficiente.

Hay una gran diferencia entre usar la comparación como guía y convertirla en castigo. Entre mirar a alguien como inspiración, y usar a esa persona como un espejo donde solo ves lo que te falta.

La autocrítica tampoco es el enemigo.

Puede ser útil si es constructiva, si viene desde el deseo genuino de mejorar y no desde el desprecio.

Pero muchas veces, lo que llamamos “ser exigente conmigo” es en realidad una forma encubierta de machacarnos. Más que una autocrítica constructiva es automaltrato.

Es como mirarse en un espejo de feria, de esos que deforman la imagen. Y luego culparte por no verte “bien”.

El problema no está en tu reflejo. Está en el tipo de espejo que estás usando.

Mini práctica:

¿Qué tipo de espejo estás usando?

  1. Piensa en una situación reciente en la que te hayas comparado con alguien.

  2. Pregúntate: ¿Qué me estaba diciendo exactamente mi mente en ese momento?

  3. Ahora imagina que otra persona escucha ese mensaje que te estabas repitiendo. ¿Le ayudaría? ¿Le haría daño? ¿Sonaría a consejo amable o a reproche?

  4. Si sientes que esa voz no te trataría bien si fueras otra persona, entonces ese “espejo” está distorsionado.

Puedes empezar a desmontarlo, no con frases mágicas, sino con una mirada más honesta y amable hacia ti. Porque no se trata de dejar de compararte, sino de aprender a hacerlo desde un lugar más humano y más justo.

Qué puedes hacer en vez de machacarte al compararte con otros.

(3 ideas prácticas)

1. Detecta tu punto de comparación automático

Todos tenemos a alguien. Esa persona que te activa la inseguridad cada vez que aparece. A veces ni es alguien cercano. Otras veces es una versión idealizada que tu mente ha creado (¡ni siquiera es real!).

🧭 Pregúntate:

  • ¿Con quién me comparo siempre?

  • ¿Qué representa esa persona para mí? ¿Éxito? ¿Seguridad? ¿Aceptación?

Cuando lo descubres, no se trata de evitarla, sino de entender qué herida o necesidad tuya se activa. Tu mente no está loca: está intentando protegerte, aunque lo haga regulinchi.

2. Practica el “zoom hacia dentro”

Tu mente hace “zoom hacia fuera” todo el rato: lo que hacen los demás, lo que te falta, lo que aún no has conseguido.

El reto está en hacer zoom hacia dentroreconectar contigo, con lo que te importa de verdad.

Pregúntate:

  • ¿Qué es importante para mí, más allá de lo que otros hacen?

  • Si nadie pudiera juzgarme, y si estuviese seguro de que saldría bien, ¿Qué elegiría hacer con mi vida?

Esto te ayuda a pasar de poner el foco en otros, a enfocarte en lo que tú valoras.

3. Usa la amabilidad hacia ti mismo (autocompasión) como respuesta a la comparación

La comparación duele, pero puedes responderte con algo distinto a la crítica.

💬 Mini práctica:
Imagina que una amiga te cuenta que se siente poca cosa porque vio a alguien más “exitosa”.

  • ¿Qué le dirías?

  • ¿La machacarías? ¿O le hablarías con cariño, con comprensión?

Ahora… intenta decirte eso mismo a ti. Sí, suena raro al principio. Pero se entrena. Y funciona.

🧠 Entrenar la amabilidad y conexión hacia ti mismo ayuda a tu cerebro a salir del modo amenaza y volver al modo cuidado​.

Compararte no te hace débil. Ignorar tu dolor sí.

👉 Compararse es algo que hace tu mente. No es un fallo, ni un defecto. Pero puedes elegir cómo tratarte cuando aparece esa vocecita.

No se trata de vivir sin comparaciones (eso sería como pedirle al corazón que deje de latir), sino de aprender a surfearlas.


De recordarte que no tienes que «ganar» la vida. Tienes que vivirla.

Fuente: https://psicologia-estrategica.com/como-dejar-de-compararme/

Agregar Comentario Agregar Comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio esta protegido por reCAPTCHA y laPolítica de privacidady losTérminos del servicio de Googlese aplican.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Post Anterior

¿𝗧𝗼𝗺𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗰𝗶𝘀𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮𝘁𝗲́𝗴𝗶𝗰𝗮𝘀 𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝘁𝗶𝗱𝘂𝗺𝗯𝗿𝗲?

Próximo Post

Pedro Amador