Por Carmen Prada
Ayer me di cuenta que había amanecido cuando abrí uno de mis ojos y observé que un rayo de luz entraba entre uno de los huecos de la persiana de la ventana. Tampoco me preocupó… Me quise desperezar, pero tampoco tenía prisa, y me di cuenta que no la tenía porque no había sonado en mi teléfono la canción One moment in time, de Whitney Houston, la cual me advierte cada mañana de un nuevo día.
Fue entonces cuando, tras dar una vuelta en la cama y aun sin abrir los ojos, estiré mi pierna y me di cuenta que ¡él estaba allí! Dejé a un lado la almohada y me agarré fuertemente a él.
¡Demasiadas emociones! Entonces, ¡caí! Nos habíamos tomado unos días en y despertaba el en un delicioso dormitorio que no era nuestro hogar y a no pocos kilómetros del mismo. ¡Era mi regalo de cumpleaños! Estamos en un encantador y tranquilo lugar, en la España profunda, una aldea cántabra próxima a la costa, y también cercana a hermosos lugares del interior turísticamente muy interesantes. Desde marzo llevábamos planeando este viaje, ¡pero mereció la pena la espera!
De pronto me entró la prisa de saltar de la cama, tanta tenía, que ni me percaté de calzar las zapatillas, recorrí descalza los pasos que hay hasta la ventana, y con unas ganas inmensas subí la persiana por la que entraban esos escasos rayos de sol, con nostalgia del paisaje que recordaba de la tarde anterior, pero estaba segura que a esas horas del día, todo lo vería aun con mayor belleza. Eso fue lo que hice, con el mayor silencio posible levanté lentamente la persiana, y no lo podía creer, ¡pensé estar en el paraíso! Las cosas se veían de un modo diferente al día anterior.Anuncio publicitario
Había un silencio monacal, se dejaba ver la huella del rocío de la mañana, miré al frente y únicamente veía verde, verde y más naturaleza. Pensé que ni los pájaros eran capaces de despertar este día ya que ni a ellos se les escuchaba. La brisa de la mañana me rozaba el rostro pero no sentía ni la humedad, ni el frescor de las gotas de agua… Solo quería perderme en las vistas, en los minutos, en el silencio y en ese momento que se había hecho único, se había convertido en mi momento.
Por segundos cerré los ojos, respiré lentamente, acumulé todo ese aire puro que en mi cuerpo estaba muy bajo de reservas y tras abrir los ojos nuevamente, miré para el interior de la habitación, permanecía dormido, y lo cierto que con verlo ahí, cerca, descansando… Me regalaba felicidad.
Entonces volví mi mirada hacia el exterior, giré nuevamente hacia el interior y perdida en mis pensamientos me di cuenta de mi fortuna. Una fortuna inmerecida, una fortuna que no provenía de un premio de la lotería, de una herencia… simplemente era fruto de la sencillez, de lo poco que necesitaba para darme de frente con la felicidad.
En muchas ocasiones la buscamos a través del regalo de una joya, de una prenda de alta costura, de un crucero por las islas griegas… En mi caso, en ese mismo instante, me di cuenta que simplemente con lo que veía fuera y quien me esperaba dentro había alcanzado un cupo de felicidad plena.
¡Era mi regalo de cumpleaños! Lo soñé, lo pronuncié en alto y el sueño se hizo realidad. Tranquilidad, sosiego, silencio, descanso, y sobre todo y ante todo su presencia. Solamente él y yo.
Hay sueños caros, pero eso no es imprescindible para que sean felices, y el mío era como lo había soñado… ¡Se hizo realidad!
Fuente: https://carmenprada.wordpress.com/2023/10/13/suenalo-te-lo-mereces/