Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
¿Te imaginas que alguien te diga que, a partir de mañana, tus días van a tener 26 horas en lugar de 24? ¿Qué sentirías? Probablemente alivio. Tal vez hasta alegría. Pensarías: “¡Por fin voy a poder ponerme al día con todo! Terminar ese informe, tener reuniones sin apuro, leer algo, entrenar, ir a buscar a los chicos con calma, ordenar la oficina y, por ahí, hasta dormir un poco más”.
Pero no, lamento decírtelo: si hoy no te alcanza el tiempo con 24 horas, tampoco te va a alcanzar con 26. Ni con 28. Porque el problema no es la cantidad de horas. El problema es cómo estás decidiendo usarlas.
¿De verdad te falta tiempo?
Muchos empresarios PYME repiten como un mantra: “no tengo tiempo para nada”. Y lo dicen con una mezcla de resignación, orgullo y queja. Como si no tener tiempo fuera una consecuencia inevitable de ser empresario. Pero, ¿alguna vez te pusiste a pensar si realmente te falta tiempo o si estás llenando el día con cosas que no tendrías que estar haciendo?
El tiempo no se gestiona como si fuera dinero que se guarda en una cuenta. No se acumula. No se recupera. Cada día empieza con un saldo exacto de 24 horas, igual para todos. Para vos, para mí, para Elon Musk, para el kiosquero de la esquina. La diferencia no está en cuánto tiempo tienen, sino en cómo lo usan.
El mito del más ocupado
Hay una creencia muy instalada en el mundo PYME: el empresario ocupado es el empresario comprometido. Entonces, cuanto más corremos, cuanto más llenamos la agenda, cuanto más tarde salimos de la oficina, más sentimos que estamos haciendo bien las cosas. Pero eso no es compromiso, es desorden.
La verdadera pregunta no es si estás ocupado, sino si estás ocupado en lo importante.
Hay quienes pasan el día corriendo detrás de urgencias, atendiendo llamadas, solucionando problemas que otros deberían haber resuelto, y al final del día sienten que no avanzaron en nada. Se van a dormir con la sensación de que les pasó una aplanadora por encima. Y al día siguiente, lo mismo. Y al otro, también.
Si todo es urgente, nada es importante
Una de las claves para administrar mejor tu tiempo es entender que no todo lo que suena urgente, es importante. El teléfono suena. El cliente se queja. El proveedor no aparece. El sistema se cuelga. El banco pide algo. La oficina de recaudación fiscal manda una notificación. Todo parece gritar “¡atiéndeme ya!”. Pero si cada interrupción te saca de foco, entonces el que maneja tu agenda no sos vos. Son los demás.
Hay un ejercicio muy simple que suelo proponer en mis talleres: durante una semana, anota en qué usas cada hora de tu jornada. No para que te castigues. No para que hagas una auditoría implacable. Sino para que veas con tus propios ojos cuánto tiempo dedicás a lo urgente, cuánto a lo importante y cuánto, directamente, a lo innecesario.
Vas a sorprenderte.
Estas diciendo “sí” a cosas que no suman
Cada vez que aceptas una reunión que no necesitas. Cada vez que respondes un mensaje que podría esperar. Cada vez que revisas el mail por décima vez en la mañana. Cada vez que haces un trabajo que podrías delegar, estas diciéndole “sí” a lo que te aleja de lo que realmente querés construir.
Y no se trata de llenarse de agendas rígidas ni de volverse un robot. Administrar el tiempo no es llenarte de planillas ni convertirte en un monje del control. Es tener claridad sobre tus prioridades, y alinear tus acciones con ellas.
Si tu prioridad es hacer crecer la empresa, ¿por qué sigues cargando facturas o controlando el stock personalmente? Si tu prioridad es tener más tiempo con tu familia, ¿por qué agendas reuniones a las 20 hs? Si tu prioridad es salir del centro operativo de la empresa, ¿por qué seguís siendo el único que sabe cómo se hacen ciertas cosas?
Delegar también es liberar tiempo
Hay algo que se repite en muchas PYMES: el dueño quiere tener más tiempo, pero no quiere soltar nada. Delegar no es simplemente pasarle trabajo a otro. Es confiar, formar, tener procesos, y asumir que el otro no va a hacer las cosas exactamente igual que vos, pero que eso no necesariamente es un problema.
La trampa más peligrosa es pensar que es más rápido hacerlo uno mismo. Claro, la primera vez, seguramente sí. Pero si siempre lo haces tú, nunca vas a dejar de hacerlo. En cambio, si enseñas, si armas un instructivo, si acompañas hasta que el otro lo aprenda, vas a liberar tiempo real. Tiempo de verdad.
¿Y si en vez de sumar horas, restas compromisos?
Otra idea potente: muchas veces creemos que la solución está en hacer más cosas, cuando en realidad la clave está en hacer menos, pero mejor elegidas. Hay compromisos que podés cancelar. Proyectos que no tienen sentido seguir sosteniendo. Reuniones que no llevan a nada. Clientes que consumen tiempo y energía, pero no aportan rentabilidad. Decisiones que no se toman por miedo a decir que no.
Administrar tu tiempo también es elegir qué cosas vas a dejar de hacer.
El calendario como espejo
Tu calendario habla. Dice más de ti que tus discursos. Si alguien mira tu agenda semanal y no encuentra ni una hora para pensar estratégicamente, ni media para capacitarte, ni un momento para almorzar tranquilo, entonces el mensaje es claro: estás atrapado en la operación.
Una empresa necesita dirección, no puede vivir de apagar incendios y vos, como empresario, no podés vivir como un bombero sin descanso.
Tu tiempo no es solo de la empresa
Este punto es central: si no cuidas tu tiempo, no estas cuidando tu vida. No todo tiene que ser productividad. También mereces tiempo para descansar, para pensar, para compartir con quienes querés, para disfrutar. No como premio por haber trabajado mucho, sino como parte integral de una vida bien vivida.
El empresario que no se permite una pausa, termina pagando el precio en salud, relaciones y lucidez. Y eso, créeme, se nota también en los resultados del negocio.
No es cuestión de más horas. Es cuestión de más conciencia.
Volvamos al punto de partida. Si hoy te doy dos horas más por día, ¿qué harías con ellas? ¿Las llenarías con más reuniones, más urgencias, más tareas pendientes? ¿O te tomarías el tiempo para revisar hacia dónde va tu empresa, cómo estás liderando, qué necesita cambiar?
Porque si lo que hacés con 24 no tiene dirección, tampoco lo tendrá con 26.
La clave no está en tener más tiempo. Está en usarlo con más sentido.
Administrar el tiempo no es una técnica, es una decisión de vida. Es elegir dejar de ser esclavo de lo urgente, para recuperar lo importante. Es pasar de correr todo el día a moverte con intención y darte cuenta de que no necesitás más horas, necesitás más foco.
No se trata de ser perfecto, ni de tener todo bajo control sino de darte el permiso para hacer menos, pero mejor, de confiar más. De decir más veces que no. De reservar espacios para lo que realmente importa.
Porque el día va a seguir teniendo 24 horas. La pregunta es: ¿qué vas a hacer con ellas?