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Capacitar para Transformar: Mi Propósito con las PYMES

Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar

Cuando pienso en lo que significa para mí capacitar o formar a empresarios, gerentes y mandos medios de PYMES, no lo veo como un curso más ni como un simple intercambio de información. Para mí representa abrir una puerta que, al cruzarla, puede cambiar la manera en que alguien entiende su empresa, su rol y su calidad de vida. Y eso, créame, es una de las experiencias más movilizadoras que uno puede tener como consultor, docente y, sobre todo, como alguien que lleva más de tres décadas conviviendo con la realidad de las pequeñas y medianas empresas.

No me interesa “dar clases” en el sentido tradicional. No me motiva que la gente anote conceptos para después olvidarlos en un cajón. Lo que me mueve es lograr que cada persona que participa en una capacitación pueda tener ese instante de claridad donde dice: “Esto es lo que necesitaba escuchar, ahora lo entiendo de otra manera”. Ese es el verdadero resultado que busco: la transformación interna que antecede a cualquier cambio externo.

Mi propósito: ayudar a pensar distinto

Siempre repito que nadie cambia lo que hace si primero no cambia la manera en que lo entiende. Podría pasar horas explicando herramientas de gestión, tableros de control, procesos de profesionalización o dinámicas de liderazgo, pero nada de eso tendría sentido si antes no logramos que el empresario o el gerente cuestione su propia manera de ver las cosas. Capacitar no es llenar de datos, es encender preguntas. Y formar tampoco es repetir fórmulas, es provocar reflexión.

Mi propósito es justamente ese: acompañar a empresarios y equipos a pensar distinto, porque sóilo desde un pensamiento distinto puede nacer una acción distinta. Y cuando la acción cambia, cambia también el destino de la empresa y la vida de las personas que la componen.

Cómo me involucro en cada capacitación

Nunca entro a una sala de reuniones o a un taller con un libreto rígido. Lo que llevo conmigo es un conjunto de experiencias, casos reales, fracasos aprendidos y aciertos compartidos a lo largo de los años y lo que hago es adaptar todo eso al contexto de cada empresa, de cada equipo, de cada persona.

Me involucro escuchando antes de hablar ya que no se trata de imponer contenidos, sino de conectar con lo que el otro vive. Porque un empresario que no puede delegar, un gerente que no logra motivar, o un mando medio que no sabe cómo organizar su tiempo, no necesita teoría abstracta: necesita herramientas que pueda aplicar mañana mismo, en medio de la vorágine de su empresa. Y eso sólo se logra si uno baja del pedestal y se mete en el barro de la realidad diaria.

Qué resultados persigo

Cuando me piden resultados, soy claro: capacitar no es una varita mágica. No transforma de la noche a la mañana pero sí puede sembrar la semilla de un cambio profundo. Los resultados que persigo no son números inmediatos en una planilla, aunque muchas veces esos llegan como consecuencia. Los resultados que busco son otros:

  • Que un empresario descubra que puede tener vida más allá de su empresa.
  • Que un gerente entienda que liderar no es controlar, sino hacer crecer a su gente.
  • Que un mando medio vea que su rol es estratégico para que todo funcione mejor.
  • Que una familia empresaria pueda separar lo afectivo de lo operativo y encontrar armonía.
  • Que los resultados económicos son consecuencia de todas las acciones que realizamos, de las decisiones que tomamos y …. de las que postergamos.
  • Que la manera de dirigir y gestionar, puede parecernos normal pero no necesariamente sea la mejor ni la necesaria para este momento de la empresa.
  • Que no siempre la frase “hace años que hacemos esto de esta manera” es garantía de que hacemos lo que el cliente espera de nosotros.

Esos resultados son los que abren la puerta a que después lleguen los económicos: mayor rentabilidad, menos costos ocultos, procesos más fluidos, equipos más motivados. El camino es inverso al que muchos piensan: primero cambia la manera de entender, luego cambian los resultados en la cuenta bancaria.

La óptica desde la cual transmito

No me paro frente a empresarios para mostrarme como “el que sabe todo”. Me paro como alguien que recorrió el camino, que cometió errores, que acompañó a cientos de PYMES en distintas etapas de su vida. Mi óptica es la del compañero de ruta que señala desvíos, peligros y también atajos, pero que deja que cada empresario tome sus decisiones.

No busco que me vean como un académico que recita teoría y tampoco como un gurú que baja verdades absolutas. Prefiero que me vean como alguien que entiende la realidad PYME desde adentro porque la vivió “en carne propia” y que sabe traducir conceptos complejos a ejemplos claros, cercanos, aplicables. Esa es mi marca, mi manera de transmitir: lo que digo tiene que poder usarse el lunes a la mañana en la empresa.

Capacitar vs. formar: una diferencia clave

Siempre marco la diferencia entre capacitar y formar. Capacitar es transmitir conocimientos y habilidades específicas: cómo armar un flujo de fondos, cómo calcular costos, cómo llevar un comité de dirección productivo. Formar, en cambio, es ir más allá: es moldear actitudes, es trabajar sobre las creencias, es desafiar paradigmas.

Una capacitación puede resolver un problema puntual. Una formación, en cambio, cambia la manera en que la persona enfrentará todos los problemas futuros. Y mi vocación es esa: no solo capacitar, sino formar. No sólo es dar herramientas, sino ayudar a que cada uno se convierta en un empresario o en un líder más consciente, más completo, más humano.

La huella que quiero dejar

Lo que más me motiva es pensar en la huella que quiero dejar. No me interesa que, al cabo de un curso, digan “qué bien habló”. Me interesa que digan “esto cambió la manera en que veo mi empresa y mi rol” porque de eso se trata: de dejar una marca en la forma de pensar, no sólo en la libreta de apuntes.

La huella que busco es la de haber contribuido a que un empresario viva con menos peso sobre los hombros, a que un gerente descubra que puede disfrutar liderando y a que un mando medio sienta orgullo de su rol, que la empresa sea rentable y tenga futuro. Esa es la verdadera trascendencia de la formación: no se mide en horas cátedra, se mide en transformaciones personales y empresariales.

El motor que me sostiene

Podría decir que me sostienen mis estudios, mis títulos o mis años de experiencia. Y sí, todo eso suma, pero el verdadero motor es otro: la pasión por ver a la gente crecer. Ese instante en el que alguien se da cuenta de que puede hacerlo distinto, de que tiene opciones, de que el cambio está en sus manos, es el que me confirma que estoy en el camino correcto.

Formar y capacitar no es sólo un trabajo para mí, es una misión. Y como toda misión, implica compromiso, implica energía y, sobre todo, implica creer que cada persona puede mejorar si se le brindan las herramientas adecuadas.

Capacitar o formar empresarios, gerentes y mandos medios de PYMES es para mí mucho más que un servicio profesional, es un propósito de vida. Es la manera en que puedo aportar mi experiencia para que otros encuentren caminos más claros, más inteligentes y más humanos para llevar adelante sus empresas.

Lo hago con convicción, con cercanía, con ejemplos reales y con la firme creencia de que las PYMES son el corazón de nuestras economías y nuestras comunidades. Y sé que cada empresario que logra pensar distinto, cada gerente que aprende a liderar mejor, cada mando medio que descubre su importancia, multiplica ese impacto hacia toda la organización.

Capacitar es sembrar, mientras que formar es transformar y cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo, confirmo que elegí el camino correcto: el de acompañar a quienes día a día construyen empresas, pero también construyen futuro.

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