Modo Oscuro Modo Claro

¿Qué mueve a tu equipo más allá del sueldo?

Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar

Muchos empresarios PYME creen que la motivación de su equipo se resuelve con plata. “Si le subo el sueldo, va a rendir más”, “ese se queja porque cobra poco “, ¿cómo no va a estar motivado si le pago en tiempo y forma?”. Y sí, el salario importa y mucho pero no lo es todo y si tu única herramienta para motivar es la billetera, te estás perdiendo de algo grande, muy grande.

Porque te lo digo así, sin rodeos: la plata alcanza para que alguien no se vaya… pero no para que se quede con ganas, ni para que dé lo mejor, ni para que se comprometa con el negocio como si fuera suyo. Eso no lo compra un recibo de sueldo, eso se construye de otro modo.

¿Querés que tu gente rinda más, proponga, se comprometa y se quede? Entonces, te invito a mirar más allá del sueldo. A hacerte una pregunta que puede incomodar, pero que vale oro: ¿qué mueve a tu equipo de verdad?

El sentido de pertenencia no se paga: se genera

Muchos empleados trabajan por un sueldo, pero sólo algunos sienten que trabajan en algo y para algo. Esa diferencia es clave. Un equipo que siente que forma parte de algo más grande —una visión, una cultura, un propósito— tiene más energía, más paciencia y más aguante en los momentos difíciles.

Y no estoy hablando de frases lindas en la pared ni de una misión escrita hace diez años que nadie recuerda. Hablo de algo vivo, que se respira en la forma en que tratas a tu gente, en cómo decides, en cómo celebras los logros, en cómo respondes ante los errores.

¿Tu empresa tiene alma? ¿Se siente que es un lugar donde vale la pena estar?

El respeto mueve más que los incentivos

Muchos empresarios se preocupan por los premios, los bonos o las horas extra… pero se olvidan de mirar a los ojos, de decir “gracias”, de preguntar “¿cómo estás?” o “¿qué opinas?”. El respeto no es una estrategia de motivación: es una condición básica y no se da con discursos, sino con acciones.

Te doy un ejemplo clásico: cuando alguien propone algo en una reunión, ¿lo escuchas con atención o estás esperando a que termine para decirle por qué no se puede? Porque ahí, en ese instante, se define si esa persona va a volver a proponer o se va a callar para siempre.

Las personas no renuncian a empresas: renuncian a vínculos

Seguro conocés a alguien que dejó un buen sueldo, con beneficios, porque “ya no lo bancaba más”. El problema no era el cargo sino la relación con su jefe, con el dueño, con los compañeros. En las PYMES, donde los equipos son chicos y las relaciones son intensas, esto se amplifica.

Por eso es fundamental que el clima de trabajo sea saludable, no digo perfecto, pero sí con respeto, buen trato y espacio para hablar. Una cultura donde el error no sea motivo de humillación, donde haya reglas claras, donde el que se esfuerza, se ve y el que no, también.

El desarrollo personal vale más que mil cursos

¿Tu empresa le da oportunidades a la gente para crecer? ¿O es un lugar donde se entra, se hace lo mismo por años y se sale igual? No se trata únicamente de ascensos, sino de aprender, de asumir nuevos desafíos, de sentir que uno progresa.

Te doy un ejemplo PYME real: una chica que entró como recepcionista terminó liderando la atención al cliente porque alguien —el dueño— la vio, la escuchó y le dio espacio. No necesitó pagarle un MBA, sólo necesitó confiar, enseñar y dejarla hacer.

Eso motiva, mueve y hace que una persona dé todo sin que nadie se lo pida.

La coherencia del líder es combustible puro

Puedes armar el mejor plan de motivación, pagar bien, tener cafecito gratis y viernes flexibles… pero si como empresario decís una cosa y hacés otra, todo se derrumba. El equipo observa todo el tiempo y, si ve incoherencia, pierde confianza.

Ejemplo típico: pides puntualidad, pero llegas tarde a las reuniones. Exiges compromiso, pero no estás nunca. Hablas de trabajo en equipo, pero tomás decisiones solo. Entonces no esperes magia porque nadie sigue a un líder en quien no cree.

La autonomía bien guiada es motivación en estado puro

Una de las cosas que más valoran las personas hoy es sentir que tienen margen de acción, que no son sólo ejecutores, sino protagonistas, que pueden decidir, aportar, equivocarse y aprender. Eso, bien gestionado, es un motor impresionante.

Pero cuidado: dar autonomía no es “soltar y que se arreglen”. Es acompañar, dar claridad, establecer metas y después dejar que el otro haga su camino. El control total asfixia pero el abandono también. El punto medio es liderazgo.

El reconocimiento cotidiano tiene más poder que los premios anuales

No esperes a fin de año para decirle a alguien que hizo bien su trabajo. No hace falta una fiesta ni una plaqueta a veces alcanza con una frase sincera. “Buen trabajo con ese cliente.” “Vi cómo resolviste ese problema, gracias.” “Tu esfuerzo marcó la diferencia.”

Ese tipo de comentarios valen más que un bono atrasado porque son inmediatos, concretos, humanos y porque no vienen de Recursos Humanos: vienen de vos, el dueño, el referente, el que tiene peso. Nunca subestimes ese poder.

La motivación es frágil: se construye todos los días

No alcanza con hacer algo una vez. La motivación no es una inversión que rinde sola, es como un jardín: si no lo riegas, se seca. Si no lo cuidas, se llena de maleza. Y si lo descuidas demasiado, cuando querés recuperarlo… ya es tarde.

¿Tenés rituales que alimenten el ánimo del equipo? ¿Espacios de escucha? ¿Momentos de celebración? ¿Tiempo para conversar con tu gente, no solo para dar órdenes? Porque ahí está la diferencia entre tener empleados y tener un equipo.

Tu equipo no te va a querer más por pagar más, pero sí puede respetarte más si lideras mejor

Este punto es incómodo porque el empresario muchas veces se siente en deuda. “No puedo pagar lo que se merecen”, y suele ser verdad. Muchas veces no se puede, pero te aseguro que hay algo que podés dar y que vale tanto como un aumento: conducción.

Conducir es dar dirección, poner límites, acompañar, exigir sin maltratar, decir la verdad, estar cuando las papas queman. Y también cuando no. Eso genera respeto. Y el respeto sí mueve montañas.

¿Qué mueve a tu equipo? Pregúntale

No supongas ni generalices. Tampoco copies fórmulas, pregunta y abre el diálogo. Tal vez lo que motiva a uno no le mueve un pelo al otro. Tal vez te sorprende descubrir que alguien lo que quiere es más tiempo libre, otro quiere desafíos, otro necesita formación y otro… sólo necesita saber que lo estás viendo.

El arte de liderar una PYME no es tener todas las respuestas sino animarte a hacer las preguntas correctas. Y esta es una de ellas.

En síntesis:  motivar no es un gasto, es una decisión cultural

Si quieres un equipo comprometido, profesional, que tire para el mismo lado… no alcanza con pagar sueldos al día. Debes construir una cultura, un modo de trabajar donde la gente quiera estar, donde se sienta vista, valorada, exigida y reconocida.

No es fácil, pero es posible. Y no depende de modas, ni de consultoras, ni de presupuestos millonarios, sino de tí.

De cómo miras, cómo escuchas, cómo tratas y de cómo lideras porque cuando uno trabaja en un lugar donde se siente bien… da más. Sin que se lo pidan.

Agregar Comentario Agregar Comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio esta protegido por reCAPTCHA y laPolítica de privacidady losTérminos del servicio de Googlese aplican.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Post Anterior

Josh James

Próximo Post

Visibilidad de la información: ¿Qué está pasando en mi empresa?