Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
—¿Cómo va todo?
—Y… bien, pero estancados.
Esa frase, repetida por cientos de empresarios PYME, esconde más que una simple situación, habla de una sensación que no es dramática… pero sí peligrosa y porque cuando las cosas andan mal, uno reacciona. Pero cuando andan más o menos, cuando hay ventas, hay equipo, hay clientes, pero nada despega… el tiempo empieza a hacer daño en silencio.
No estás en un pozo, aunque tampoco estás avanzando. Estás en una meseta y eso, créeme, también tiene consecuencias.
El espejismo de la estabilidad
Una meseta no es un abismo y por eso mismo es tan traicionera ya que te da la falsa sensación de que no hay problema. Total, no perdés plata, el negocio funciona, siempre fue así. Pero cuidado: funcionar no es lo mismo que progresar.
En la meseta, el negocio no va para atrás, pero vos sí porque te empezás a aburrir, a cansar, a sentir que hacés siempre lo mismo. Te cuesta motivarte e innovar. Te convertís en un gran bombero… que ya ni siquiera apaga incendios reales, sino los que él mismo genera por rutina.
Y lo más complejo: no hay un disparador que te obligue a cambiar porque no hay una crisis evidente, pero sí hay señales y lamentablemente, muchas veces las ignoras.
Señales de que estás en una meseta
Te dejo algunas que escucho seguido en mis consultorías. Si te suenan conocidas, es momento de revisar si no estás caminando en círculos:
- “No sé cómo crecer sin complicarme más la vida.”
- “Ya no tengo nuevas ideas para mejorar la empresa.”
- “Los números no son malos, pero tampoco mejores que el año pasado.”
- “El equipo está bien, pero no veo gente con hambre.”
- “Nos cuesta incorporar algo distinto, todo lleva mil explicaciones.”
- “Antes me entusiasmaban los lunes. Ahora los sobrevivo.”
¿Te pasó? ¿Te está pasando? Tranquilo. No es un pecado. Ni un fracaso. Pero es una advertencia.
¿Por qué llegamos a la meseta?
La mayoría de las empresas que llegan a una meseta lo hacen por mérito propio. Sí, aunque suene raro. Ya sea porque fueron creciendo, fueron resolviendo problemas, fueron ganando un lugar pero lo hicieron a fuerza de intuición, de esfuerzo, de estar encima y eso, que en algún momento fue motor, termina siendo el techo.
¿Por qué? Porque lo que te trajo hasta acá no te va a llevar al próximo nivel.
Y ahí aparece el dilema: ¿seguimos igual y aguantamos? ¿O cambiamos, aunque eso implique repensar muchas cosas?
Lo fácil es seguir. Lo sabio es frenar, mirar y ajustar porque seguir haciendo lo mismo esperando otro resultado, ya sabemos cómo se llama.
¿Qué se necesita para salir de la meseta?
Primero, darte cuenta de que estás en una porque si no lo ves, no hay salida posible. La negación es el peor consejero del empresario.
Segundo, aceptar que el problema no es la empresa, ni el mercado, ni el equipo sino el modelo con el que la estás manejando.
Tercero, revisar tu rol porque muchas veces el que está en la meseta sos vos, no el negocio. Te acostumbraste a resolver, a saber, todo, a estar en todas… y sin darte cuenta, le pusiste un límite al crecimiento.
Salir de la meseta no es hacer un curso ni cambiar el logo. Es cambiar el enfoque, pasar de hacer más de lo mismo a hacer diferente y para eso se necesita método, tiempo, mirada externa y decisión.
¿Y si no hago nada?
Nada grave. Al menos no hoy.
Pero vas a notar que cada año necesitás más energía para obtener los mismos resultados. Vas a notar que la gente buena se va, porque busca lugares con más proyectos. Vas a notar que los hijos o los socios empiezan a cuestionar todo. Vas a notar que te cuesta vender porque el mercado te ve igual que hace cinco años. Vas a notar que vos mismo dejás de disfrutar lo que hacés.
Y entonces sí, un día la meseta se convierte en bajada. No porque algo haya explotado, sino porque se fue desgastando todo de a poco como una rueda que pierde presión: al principio rueda igual, pero después… se frena.
¿Qué podés hacer mañana mismo?
No te voy a hablar de grandes transformaciones. Vamos paso a paso. Acá van algunas acciones simples que pueden servirte de brújula para empezar a salir:
- Revisá tus preguntas. Si solo te preguntás “¿cuánto vendimos?” o “¿cuánto ganamos?”, vas a seguir midiendo el pasado. Empezá a preguntarte “¿qué oportunidades estamos dejando pasar?”, “¿a qué cliente nuevo podríamos servir?”, “¿qué no estamos viendo?”
- Dale voz al equipo. Abrí una ronda de preguntas con tu equipo: “¿qué cosas sienten que ya no tienen sentido?”, “¿qué cambiarían si fueran dueños?”. Escuchar sin justificar. Solo tomar nota. Ahí vas a encontrar mucha información.
- Cambiá tu agenda. ¿Cuánto de tu tiempo lo ocupás en lo operativo? ¿Y cuánto en pensar el futuro del negocio? Si la respuesta te incomoda, es una señal.
- Buscá una mirada externa. Un consultor, un mentor, un colega. Alguien que no esté metido en tu rutina y pueda ayudarte a ver lo que vos ya no ves.
- Definí una meta distinta. No de ventas. Una meta de transformación. ¿Qué cosa querés que cambie radicalmente en los próximos 6 meses? Una sola. Pero clara, medible y desafiante.
La meseta como oportunidad
Estar en una meseta no es una tragedia, es una oportunidad porque tenés tiempo, tenés base, tenés equipo. No estás en modo “salvataje”, estás en modo “reinvención posible”.
Muchos empresarios exitosos pasaron por ahí. La diferencia estuvo en cómo respondieron.
Algunos se resignaron: “es lo que hay” y quedaron atrapados.
Otros se enojaron: “la culpa es del país, del dólar, de la gente” y se llenaron de excusas.
Pero unos pocos se animaron a preguntarse: “¿y si el problema soy yo?”. Esos fueron los que crecieron de verdad porque entendieron que no hay salto sin reflexión y que no hay mejora sin cambio ni cambio sin decisión.
No estás solo
Si algo aprendí en estos años trabajando con PYMES es que el empresario muchas veces no habla de esto porque le da pudor decir que se aburrió o que no sabe cómo seguir y porque parece que, si no está apagando incendios, no está trabajando.
Pero salir de la meseta no es un lujo, es una necesidad. Por vos, por tu equipo, por tu familia, por tu calidad de vida y fundamentalmente, porque si vos no te movés, la empresa no se va a mover sola.
La buena noticia es que tiene salida, pero sólo necesitás animarte a verla.