Cyril Northco de Parkinson era un funcionario del servicio civil británico (British Civil Service) que se dio cuenta de que a pesar del evidente declive del Imperio Británico durante los años 50 del siglo pasado, el número de empleados en la Oficina Colonial (Colonial Office) no dejaba de aumentar.
De hecho, el total de empleados dentro de la burocracia del Imperio aumentaba entre un 5% y un 7% cada año, con independencia de la cantidad de trabajo que haya o de cuanto varíe esa cantidad. Estas observaciones le llevaron a exponer en 1957 su Ley de Parkinson, que dice que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine«.
Me parece una verdad universal. Añadiría un punto más de mi cosecha: “lo anterior es independiente del número de personas que asignes para llevar a cabo una tarea. Si asignas a más gente de la necesaria para esa tarea, todos ellos estarán ocupados el poco tiempo”. Esto último viene motivado por dos razones:
- un jefe siempre quiere multiplicar sus subordinados y no tener rivales
- Nos creamos trabajo los unos a los otros
Recuerdo la conversación de hace unos años con un compañero que había abandonado la gran multinacional en la que trabajábamos los dos para empezar a trabajar en una pequeña startup. Al cabo de unos meses, al preguntarle qué tal le iba en su nueva empresa, me comentaba que “aquí un becario y yo hacemos lo que allí hacíamos un equipo de cien personas”.
Probablemente había algo de exageración en sus palabras, pero le entendí perfectamente. Mientras en una gran empresa participa un grupo de al menos diez personas en la toma de cualquier decisión, aportando cada una de las cuales el punto de vista de su área, mi antiguo compañero tomaba la decisión por sí mismo, con su mejor criterio. Que la decisión quizá no era tan fina, seguramente. Que fuera diez veces peor, lo dudo mucho.
Parkinson enunció otras dos leyes: «Los gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos» y «El tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su importancia» (Parkinson la llamaba ley de la trivialidad). Esto de la ley de la trivialidad es magnífico también. Se conoce también como el efecto del parking de bicicletas y trata sobre el peso desproporcionado que las organizaciones dan a asuntos triviales. Parkinson lo ilustraba con el ejemplo del comité cuya función era aprobar planes para una central nuclear, pero que dedicó la mayoría de su tiempo a discusiones sobre asuntos de poca importancia pero fáciles de entender, como el material que debería usarse para fabricar el techo del aparcamiento de bicicletas, dejando de lado asuntos como los diseños propuestos para la central nuclear en sí, lo cual es mucho más significativo pero también una tarea mucho más compleja para opinar o criticar constructivamente.
Está claro que hay temas mucho más sexys que otros: Todo el mundo opina sobre la creatividad del anuncio que va a salir en redes sociales próximamente, pero casi nadie se mete a analizar con rigor los procesos internos de facturación de la empresa en busca de ganar en eficiencia y ahorros para la compañía.
Esto de la ley de Parkinson da para varios artículos, y seguro que cualquiera puede aportar ejemplos de su empresa que demuestran la vigencia de sus postulados, casi 70 años después de que fueran formulados. Se puede resumir diciendo que cuanto más tiempo y recursos se tenga para hacer algo, más tiempo estaremos divagando sobre ello, más problemas encontraremos y más complicado será poner a todo el mundo de acuerdo. Falta de eficiencia, en definitiva. ¿Alguna solución para ello?