Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Hay una mentira que se repite tanto en el mundo de las PYMES que termina pareciendo verdad. Una frase que se instala como excusa, como justificación, como resignación: “Eso es para las empresas grandes, nosotros somos una PYME”. Y detrás de esa frase se esconde un problema mucho más grande de lo que parece: la falta de ambición, la pérdida de autoestima empresarial y la renuncia a pensar en grande.
Porque ser PYME no es sinónimo de limitación. Es sinónimo de agilidad, cercanía, flexibilidad y potencial. El problema no está en el tamaño de la empresa, sino en el tamaño del pensamiento de quien la dirige.
“Nosotros no podemos porque no somos una multinacional”
¿Te suena esta frase? Seguro que sí. Aparece cuando se habla de profesionalizar, de invertir en tecnología, de exportar, de capacitar al equipo, de tener indicadores, de planificar a largo plazo, de tener una estrategia clara… En fin, aparece cada vez que se propone un cambio o una mejora real.
Y es una trampa peligrosa. Porque si bien es cierto que una PYME no tiene los recursos de una empresa multinacional, también es cierto que tiene otras cosas que las grandes envidiarían: velocidad para tomar decisiones, contacto directo con el cliente, sentido de pertenencia en el equipo, pasión emprendedora, capacidad de adaptarse rápido… ¿De verdad creemos que eso no vale?
El verdadero obstáculo no es el tamaño, es la mentalidad
Una empresa no es lo que tiene, es lo que hace con lo que tiene.
Las grandes empresas empezaron siendo pequeñas. Muchas eran literalmente un garaje, una cocina o una carpintería. La diferencia es que hubo alguien que se atrevió a pensar distinto. Que no se quedó lamentando lo que le faltaba, sino que empezó a usar todo lo que tenía a favor.
En cambio, muchas PYMES viven con la cabeza agachada, esperando que el mercado las trate bien, que los clientes paguen a tiempo, que la inflación no se dispare y que el Gobierno no complique demasiado. Y mientras tanto, pierden lo más valioso que tienen: la capacidad de soñar con algo más y actuar en consecuencia.
Lo que sí tenemos (y es oro en polvo)
Hablemos en serio. Ser PYME tiene un montón de fortalezas que muchas veces ignoramos:
- Tomamos decisiones rápido: no necesitamos diez firmas ni pasar por cinco comités. Si hay que cambiar algo, lo hacemos.
- Conocemos al cliente: tenemos trato directo, sabemos lo que le duele, lo que valora y cómo hacerle sentir que nos importa.
- Somos flexibles: nos adaptamos a los cambios mucho más fácil que una estructura pesada.
- Podemos probar sin arruinarlo todo: un error en una PYME no es el Titanic hundiéndose, es un aprendizaje valioso.
- Tenemos un equipo con nombre y apellido: no somos un ejército anónimo. Somos pocos, pero comprometidos (si sabemos liderar bien).
- Tenemos historia y valores familiares o fundacionales que nos diferencian: eso no se compra, se construye.
¿Entonces por qué seguimos creyendo que no se puede?
Porque muchas veces se nos ha vendido la idea de que, si no somos grandes, no jugamos en primera. Y eso es mentira.
Hoy, una pequeña empresa puede vender por internet a todo el país o incluso exportar. Puede automatizar procesos, usar inteligencia artificial, tener indicadores de gestión, hacer marketing digital, desarrollar talento interno, innovar en productos y servicios… ¿Y sabés qué? Puede hacerlo más rápido que muchas grandes empresas porque no tiene tanta burocracia.
Pero para eso hay que dejar de mirarse el ombligo y empezar a mirar el futuro con decisión.
Dejar de buscar excusas y empezar a buscar caminos
Es muy fácil decir “no tengo plata”, “no tengo tiempo”, “no tengo gente capacitada” … Pero esas frases no ayudan a construir nada. Son excusas que nos anclan en la inacción.
Lo que hace la diferencia es otra actitud: la de preguntarse cómo sí podemos hacerlo. Y cuando uno empieza a preguntarse eso, aparecen las ideas, las alianzas, las soluciones, los caminos alternativos. Aparece la creatividad, el ingenio, la energía del que quiere crecer.
Casos reales, no cuentos de hadas
Conozco muchas PYMES que lograron cosas impresionantes sin ser grandes. Empresas familiares que exportan a más de diez países. Equipos de diez personas que tienen indicadores y tableros de gestión mejores que algunas grandes compañías. Empresas del interior del país que desarrollaron productos innovadores que les permitieron competir con gigantes.
¿Qué tenían en común? Ganas. Compromiso. Pensamiento estratégico. Voluntad de aprender. Capacidad de hacerse cargo de lo que está en sus manos. Y una visión clara de que ser PYME no es una excusa, es una identidad con fuerza propia.
¿Qué pasaría si dejáramos de repetirnos que no se puede?
Lo que pasaría es simple: creceríamos. Profesionalizaríamos. Innovaríamos. Delegaríamos mejor. Mejoraríamos la rentabilidad. Retendríamos talento. Seríamos más competitivos. Y, sobre todo, nos sentiríamos orgullosos de lo que somos y de lo que estamos construyendo.
Pero para eso hace falta valentía. La valentía de dejar de justificarse y empezar a decidir.
Algunos disparadores para salir del piloto automático
Te propongo cinco preguntas simples pero potentes:
- ¿Qué cosas venís postergando con la excusa de que “no sos una empresa grande”?
- ¿Qué decisiones podrías tomar esta semana que mejoren tu negocio sin necesidad de grandes recursos?
- ¿Qué sabés hacer bien como PYME que una empresa grande no podría hacer igual?
- ¿Estás usando todo el potencial de tu equipo, o todavía los ves solo como “colaboradores”?
- ¿Qué pasaría si pensaras tu empresa desde lo que sí podés ser y no desde lo que no sos?
El verdadero cambio empieza en la cabeza del empresario
Si vos, como empresario PYME, seguís repitiendo que no se puede, que no tenés lo que hace falta, que todo es culpa del contexto… tu equipo te va a creer. Pero si empezás a mostrar una visión distinta, si te animás a liderar desde las oportunidades en vez de desde las carencias, si tomás decisiones en vez de esperar milagros… entonces tu empresa va a empezar a transformarse.
Porque no hay PYME que crezca más que su dueño.
En resumen: dejemos de achicarnos
Basta de repetir que no se puede. Basta de vivir con el “no somos una empresa grande” como si fuera un techo. Empecemos a ver que ser PYME es una ventaja competitiva si se la sabe usar bien.
La gran mentira es que no se puede.
La gran verdad es que sí se puede… pero solo si dejamos de justificarnos y nos decidimos a actuar.
Y como digo siempre: no es magia, es gestión.