por Roberto Garcia
Dice la consultora Visier que el 43% de los empleados norteamericanos dedican más de 10 horas a la semana al “teatrillo de la productividad”, es decir, a tareas encaminadas a parecer muy ocupados de cara a los demás, como acudir a reuniones innecesarias, involucrarse en un exceso de procesos administrativos o responder a deshoras correos electrónicos que podían esperar perfectamente al día siguiente. A la hora de escoger en qué emplear su tiempo, muchos elegirán aquello más visible en lugar del trabajo que aporte más valor, exagerarán sus resultados delante de compañeros y jefes o evitarán pedir ayuda en caso de que lo necesiten para afrontar algún problema por aquello de no dar muestras de flaqueza en su incansable propósito de “salvar la empresa”. Y lo peor de todo es que no les faltará razón para comportarse así porque muchas empresas valoran más el que parezca que trabajas mucho antes que el trabajar de manera eficiente.
Profundizando un poco más en los motivos que subyacen detrás de estas actitudes, encontramos más: la falta de organización a nivel interno provoca que, aunque alguien haya terminado sus tareas, se queden un rato aparentando por no tener nada mejor que hacer.
Por otra parte, las culturas empresariales basadas en la desconfianza, en la microgestión y en el exceso de vigilancia son otro motor de este teatrillo de la productividad, así como la ausencia de objetivos empresariales claros, que lleva a los trabajadores a no tener muy claro en qué tareas deben enfocarse realmente.
La falta de confianza también motiva que la gente deba fingir que tienen muchas tareas para que se les vea “haciendo cosas” y así evitar un posible despido. La inexistencia de un sistema claro de promociones y ascensos motiva que haya personas que se decanten por parecer estar muy ocupados y así ganarse el favor de los jefes, que ven en ellos a empleados modélicos que lo dan todo por la empresa. Y por último, el simple y puro agotamiento de intentar llegar a todo hace que se caiga en esta trampa de dedicar tiempo a cosas que realmente no lo merecen.
Yo creo que estos comportamientos se han visto además potenciados desde que se ha extendido el teletrabajo. Soy de los que piensan que la mayoría somos más productivos si podemos trabajar desde casa al menos de vez en cuando, pero es verdad que también hay quien aprovecha para escurrir el bulto.
Un día de ausencias se arregla con unos pocos correos enviados a las personas adecuadas a última hora de la tarde, lo que además lleva a pensar que eres un ejemplo de dedicación a la empresa. Y es que de todo hay…
Lo que está claro es que el “ocupadismo” fingido no aparta nada a nadie: desidia y aburrimiento para el empleado, descontrol y desperdicio de recursos para el empleador. Y además, mal ambiente de trabajo, impulsado por esa competitividad que se genera para ver quien es el que más trabaja.
Ya lo decía el psicólogo y profesor de Harvard Robert Keegan hace algunos años, las personas tienen dos trabajos, el primero es aquel formal de su puesto y el segundo, disimular para parecer ser parte, para parecer que se está involucrado en los ritos de productividad, en el teatrillo. La solución pasa por ganar confianza en nuestras competencias y aprender a tomar decisiones conscientes y efectivas que nos permitan sentir que tenemos el control de nuestro trabajo. Hay que bajar el telón de ese teatrillo.
Fuente: https://balcon40.com/2023/06/26/el-teatrillo-de-la-productividad/