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Esta obsesión te impide crecer

por Luis Ramos

Un diseñador gráfico pasa tres semanas perfeccionando un logo.

Una emprendedora lleva ocho meses «afinando» su programa antes de lanzarlo.

Un consultor revisa su propuesta 12 veces y aun así no la envía todavía.

Te suena, ¿verdad?

Todos conocemos a alguien así. Y si no lo conoces, es que eres tú. 😉

Y es que existe una línea invisible que separa la búsqueda de la excelencia de la trampa del perfeccionismo.

Una línea que, cuando la cruzamos sin darnos cuenta, nos convierte de creadores en críticos perpetuos de nuestro propio trabajo.

La historia de Leonardo da Vinci y La Gioconda sería un buen ejemplo.

Da Vinci comenzó a pintar el retrato en 1503 y lo arrastró consigo como tarea pendiente hasta su muerte en 1519. Durante 16 años, nunca consideró que estuviera terminado. Seguía haciéndole pequeños retoques, capa tras capa, pinceladas aquí y allá, buscando una perfección que nunca acababa de encontrar.

Nunca llegó a entregar el cuadro a su cliente. Nunca lo consideró completado.

Es una paradoja fascinante: el cuadro más famoso del mundo es, técnicamente, una obra que su creador consideró inacabada.

¿Y si Da Vinci hubiera sido capaz de «soltar» su obra? ¿Cuántas otras obras maestras podría haber creado en esos 16 años de perfeccionamiento obsesivo?

La maestría y el perfeccionismo parecen primos hermanos, pero son enemigos mortales.

Los maestros están obsesionados con el impacto. Los perfeccionistas están obsesionados con la validación.

Los maestros entregan, evalúan y mejoran. Los perfeccionistas pulen, dudan y postergan.

Los maestros celebran los avances. Los perfeccionistas solo ven lo que falta.

¿Cuál es la diferencia fundamental?

Que el maestro entiende que la excelencia es un camino, no un destino. El perfeccionista, en cambio, cree que la perfección es posible, y que cualquier cosa menos que eso es un fracaso.

¿Estarás tú cayendo en esa trampa?
Aquí te van 3 señales de alarma que indican que has cruzado la línea y estás del lado del perfeccionismo:

1. Revisión infinita

  • Llevas más tiempo revisando que creando
  • Te encuentras haciendo cambios cada vez más pequeños e irrelevantes
  • Otros te dicen «está bien así» pero tú sigues viendo defectos
  • Podrías seguir «mejorando» indefinidamente sin sensación de que está terminado

2. Parálisis ante lo nuevo

  • Te cuesta empezar nuevos proyectos por miedo a no hacerlos perfectamente
  • Pasas más tiempo investigando cómo hacer algo que haciéndolo
  • Te supera la cantidad de variables que debes considerar antes de empezar algo
  • Tienes carpetas llenas de proyectos en «fase de avance»… pero que nunca avanzan

3. Visión distorsionada del valor

  • No puedes ver el valor de lo que creas, solo ves sus defectos
  • Comparas tu trabajo «entre bastidores» con el trabajo finalizado de otros
  • Te cuesta cobrar lo que mereces porque «aún no está perfecto»
  • Descartas cumplidos genuinos sobre tu trabajo como «cortesía»

Si te identificas con una o varias de estas señales, aquí tienes 3 estrategias para «reprogramar tu gps»:

La regla del mínimo viable valioso
Define claramente qué nivel de calidad es suficiente para que tu trabajo genere valor. Todo lo que está por encima de ese umbral es perfeccionismo, no maestría.

Steve Jobs lo implementó en Apple con su concepto de «fecha de congelación del diseño» – un punto en el que, independientemente de las mejoras posibles, el diseño se consideraba finalizado para poder lanzar el producto.

Fecha de caducidad creativa
Asigna un tiempo límite estricto a cada fase de tu trabajo. Cuando se cumpla, pasas a lo siguiente sí o sí.

Pixar utiliza esta estrategia en su proceso creativo. Ed Catmull, co-fundador, explica que establecen fechas límite inquebrantables para cada fase del desarrollo de una película, forzando así decisiones creativas que de otro modo se alargarían eternamente.

Feedback temprano y frecuente
Los perfeccionistas evitan mostrar su trabajo hasta que está «casi perfecto». Los maestros comparten versiones tempranas, sabiendo que el feedback externo es el antídoto contra el túnel del perfeccionismo.

Reid Hoffman, fundador de LinkedIn, es conocido por su frase: «Si no estás avergonzado de la primera versión de tu producto, lo lanzaste demasiado tarde». Esta filosofía de lanzar pronto y perfeccionar después le permitió iterar LinkedIn a una velocidad que sus competidores no pudieron igualar.

La próxima vez que estés atascado en el ciclo del perfeccionismo, recuerda esto:

Si lo que buscas es crecer, recibe feedback. Si lo que buscas es impactar, hazlo hoy, no mañana.

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