por José Cabrera
Dado que la incertidumbre es una parte inevitable de la vida, es necesario encontrarle sentido.
La incertidumbre no es una anomalía que deba evitarse, sino una condición permanente del vivir. La vida —en toda su riqueza y complejidad— está llena de momentos impredecibles. Intentamos aferrarnos a planes, rutinas y certezas, pero, tarde o temprano, algo se sale del guion y nos deja sin respuestas claras. Y cuando eso ocurre, descubrimos que , lo que realmente nos inquieta no es la incertidumbre en sí, sino la sensación de estar perdidos cuando no logramos darle sentido a lo que nos ocurre.
Viktor Frankl, quien transformó nuestra comprensión del sufrimiento, afirmaba que el problema no es el dolor, sino el dolor sin sentido. De la misma manera, el verdadero desafío no es la incertidumbre, sino la incertidumbre vacía de significado. La diferencia entre la parálisis y el crecimiento, entre el caos y la claridad, radica en nuestra capacidad de encontrar sentido incluso cuando el camino no está trazado.
Porque cuando hay sentido, hay dirección. Hay propósito. No se trata de tenerlo todo claro, sino de sostener una intención que dé coherencia a nuestras decisiones, incluso en medio del caos. Ese es el verdadero punto de partida.
Pero, ¿cómo convivir con la incertidumbre sin caer en la ansiedad o la parálisis? ¿Cómo darle un sentido?
La paradoja es esta: el futuro es incierto, sí, pero también es el único lugar donde puede ocurrir lo nuevo. Sin incertidumbre, no hay posibilidad de crear, de reinventarse, de crecer. Lejos de ser una amenaza, la incertidumbre puede convertirse en el mejor aliado de la creatividad: es el terreno fértil donde nacen las ideas audaces, los sueños grandes y las soluciones que transforman el futuro.
La incertidumbre no es solo el terreno del riesgo, también lo es de la innovación. Es el espacio donde se abre lo posible, donde podemos explorar ideas distintas, caminos alternativos y versiones más auténticas de nosotros mismos. En lugar de paralizarnos ante lo imprevisible, podemos aprender a abrazar la incertidumbre como un estímulo para pensar de manera diferente, explorar caminos inexplorados y visualizar escenarios que aún no existen. Porque solo cuando nos permitimos imaginar en medio de lo desconocido, descubrimos nuestra verdadera capacidad para reinventar la realidad y crecer más allá de nuestros límites.
El problema no es la incertidumbre en sí, sino nuestra resistencia a aceptarla. La necesidad de control nos empuja a aferrarnos al pasado, a repetir lo conocido, a buscar respuestas rápidas. Pero esas respuestas ya no sirven para las preguntas que plantea el presente. Vivir en la incertidumbre requiere otra actitud: una disposición mental que no busca certezas, sino sentido.
Ese sentido no se encuentra en el afuera. Se construye desde dentro. Desde lo que somos, desde nuestros valores, desde lo que realmente nos importa. En mi libro Las Siete Mentalidades para Navegar la Incertidumbre, propongo una brújula para este tiempo. Siete formas de pensar y actuar que nos permiten no solo adaptarnos, sino florecer en medio del cambio.
La primera es la Mentalidad de Propósito: saber por qué haces lo que haces. Cuando hay propósito, la incertidumbre no desaparece, pero se vuelve navegable. Porque tienes una dirección interna que te guía, incluso cuando el camino se vuelve borroso.
A partir de ahí, otras mentalidades como la de crecimiento, antifragilidad o abundancia permiten convertir la incertidumbre en una oportunidad de aprendizaje y transformación. Porque si el futuro no está escrito, entonces podemos escribirlo. Y eso nos devuelve el poder de ser protagonistas de nuestra vida, en lugar de víctimas del contexto.
Hoy más que nunca necesitamos líderes, profesionales y personas capaces de abrazar la incertidumbre como un espacio creativo. No para tener todas las respuestas, sino para formular mejores preguntas. No para eliminar el riesgo, sino para asumirlo con inteligencia y propósito.
En definitiva, encontrarle sentido a la incertidumbre significa aceptar que no siempre sabremos lo que viene, pero sí podemos decidir con claridad quién queremos ser mientras lo vivimos. No se trata de predecir el futuro, sino de responder a él con intención, integridad y propósito. Porque, aunque el camino sea incierto, nuestra actitud y nuestros valores pueden ser el faro que nos guíe.
Y ese es el comienzo de todo cambio verdadero.
Fuente: https://cabreramc.com/el_sentido_de_la_incertidumbre/