Modo Oscuro Modo Claro
La milla extra o las nuevas formas de โ€œponerse la camisetaโ€ en el trabajo
๐—Ÿ๐—ผ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ป๐—ผ ๐˜๐—ฒ ๐—ต๐—ฎ๐—ป ๐—ฐ๐—ผ๐—ป๐˜๐—ฎ๐—ฑ๐—ผ ๐˜€๐—ผ๐—ฏ๐—ฟ๐—ฒ ๐—ฒ๐—น ๐—บ๐—ฎ๐—น ๐—น๐—น๐—ฎ๐—บ๐—ฎ๐—ฑ๐—ผ ๐˜€๐—ถฬ๐—ป๐—ฑ๐—ฟ๐—ผ๐—บ๐—ฒ ๐—ฑ๐—ฒ๐—น ๐—ถ๐—บ๐—ฝ๐—ผ๐˜€๐˜๐—ผ๐—ฟ

๐—Ÿ๐—ผ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ป๐—ผ ๐˜๐—ฒ ๐—ต๐—ฎ๐—ป ๐—ฐ๐—ผ๐—ป๐˜๐—ฎ๐—ฑ๐—ผ ๐˜€๐—ผ๐—ฏ๐—ฟ๐—ฒ ๐—ฒ๐—น ๐—บ๐—ฎ๐—น ๐—น๐—น๐—ฎ๐—บ๐—ฎ๐—ฑ๐—ผ ๐˜€๐—ถฬ๐—ป๐—ฑ๐—ฟ๐—ผ๐—บ๐—ฒ ๐—ฑ๐—ฒ๐—น ๐—ถ๐—บ๐—ฝ๐—ผ๐˜€๐˜๐—ผ๐—ฟ

Imposter Syndrome. A businesswoman looks her shadow and takes mask his imposter for Anxiety and lack of self confidence at work vector

por Elena Arnaiz

“Van a saber que no soy tan buena como se piensan”, “Seguro que los demás saben mucho más que yo”, “Finalmente descubrirán que no soy capaz de llevar con éxito este puesto y me despedirán” Así te sacude la mente, el (mal llamado) síndrome del impostor.

Los síntomas son variados, pero las emociones que están debajo muy parecidas. Y todas igual de desagradables.

Débil, con inseguridad y con la sensación (casi certeza) de que en algún momento la vas a liar.

Es normal. Repite conmigo: “normal”

En realidad, no es que estés haciendo algo “mal”, sino que estás impostando.

impostar es una fase absolutamente normal de cualquier proceso de aprendizaje o cambio.

Por eso, me gusta más hablar del Síndrome del Impostar que del Síndrome del Impostor. Veamos porqué.

De dónde viene impostor e impostar.

Vamos, como siempre, a entender el origen en el pasado para que nos arroje luz en el presente.

Tanto impostar como impostor comparten origen.

Vienen del latín imponere, que significa literalmente “poner sobre o colocar encima”.

De este modo, la RAE define impostar como “fijar la voz en las cuerdas vocales para emitir el sonido en su plenitud sin vacilación ni temblor”

impostor se define como “suplantador, persona que se hace pasar por quien no es”.

En ambos casos, se trata de colocarse en un lugar que aún no es el tuyo (la voz en el origen de la palabra impostar y lo que hacemos y aparentamos nosotros en el caso de la palabra impostor)

Cualquiera que inicia algo imposta, y cualquier que imposta siente que es un impostor. Se pone, en definitiva, de forma voluntaria en un lugar diferente al natural para obtener un resultado mejor.

Como quiera que sea, ambos coinciden en definir el concepto como hacer algo de manera artificial o forzada, especialmente al principio de un proceso.

Ser impostores como proceso natural del aprendizaje

Es decir, cuando iniciamos un camino nuevo, necesitamos hacer las cosas “forzadamente” (impostadamente).

Impostamos. Nos convertimos, por un periodo de tiempo, en impostores. Lo hacemos artificial al inicio para que con la experiencia, la disciplina y la práctica nos salga “natural”.

Hacer como si…

Es la raíz de cualquier terapia que conozcas. La terapia adleriana lo menciona así tal cual y, de hecho, una de sus técnicas consiste en  “hacer como si”. Invita a los pacientes a que actúen como si ya hubieran superado sus dificultades o alcanzado una meta, aunque no se sientan capaces en ese momento. Este enfoque anima a las personas a modificar su comportamiento antes de experimentar el cambio emocional. Al actuar “como si” ya fueran capaces de enfrentar una situación difícil, pueden comenzar a desarrollar la confianza y habilidades necesarias para superar sus problemas.

La gran parte del tiempo, nos enfrentamos de forma voluntaria a diversos “hacer como si” y, como ves, es terapéutico, maravilloso y funcional.

Hazlo con miedo hasta que finalmente lo incorpores.

Todo lo que ahora haces de forma natural, de hecho, fue en algún momento de tu crecimiento desde tu más tierna infancia… impostado.

Y ahora que ya sabemos lo que, en realidad es impostar y su consecuencia natural de convertirnos en impostores vamos con las consecuencias.

Consecuencias de impostar.

Impostar como es “normal” nos genera inseguridad.

  • Porque estamos en modo principiante. Torpes. Y eso nos incómoda.
  • Porque nos importa lo que los demás dicen de nosotros y el impacto que tiene en nuestra propia autovaloración.
  • Porque eres humano y estás vivo. Y exponerte al juicio de los demás cuando no estás del todo seguro da miedo (porque somos animalitos sociales y, muy resumidamente, porque nuestro cerebro ha aprendido que el hecho de que nos expulsen de la manada significa la muerte, así que nos sobreprotege para que esto no nos ocurra)

Si todo sigue su curso natural, seguirás repitiendo eso que ahora impostas hasta que poco a poco esos efectos van desapareciendo y lo incorpores como uno más de tus maravillosas habilidades o talentos que habitan en ti.

Bien.

Hasta aquí todo normal.

Síndrome del Impostor no. Síndrome del Impostar. Con A.

Antes…

Antes de toda esta explosión de ultra productividad y de alcanzar las cotas máximas de nuestro potencial que está tan vigente actualmente también impostábamos.

Pero lo hacíamos fundamentalmente al inicio de nuestra carrera. O en momentos puntuales de cambio profesional.

Una vez que adquirías cierta maestría, ya estaba. Piloto automático y a lucirse.

Hablo en lo que afecta al común de los mortales, grandes artistas y entregados a la causa de meterse en jardines continuamente repletos de vocación ha habido en todas las épocas (afortunadamente)

Ahora…

¿Qué ocurre en la actualidad?

Que tenemos que estar iniciando caminos nuevos todo el rato. Y durante toda nuestra carrera profesional. Y que, para más INRI, hoy en día ya no es una opción. Sin tregua. No se acaba. Y no te puedes bajar, porque sientes que ya no serás capaz de volver a subirte. Y no vas muy desencaminado.

Y lo tienes que hacer estés repleto de vocación o seas de lo que quiere trabajar para tener un mínimo de buenas condiciones de vida.

Ocurre además con muchísima frecuencia y sin tiempo a reponernos…¡zas! aceptamos retos nuevos, nos enfrentamos a desafíos constantes y los tiempos de aprendizaje se acortan una y otra vez.

Y tú sabes que para ti es nuevo. Que tienes inseguridad y que te mueres de miedo si la lías. Porque lo tienes que hacer en escenarios en los que, realmente, te la juegas. Y a ti te gustaría parecer super profesional. Y experimentado. Porque es lo que está en nuestro imaginario. Con cierta edad y bagaje profesional “ya debería” haber superado estas fases.

Ya, pero no. Ahora NO.

No hay período de prueba, no hay entorno amigable de prueba. No. Vas y te la juegas.

Y esto, querido y querida, le generaría ansiedad (te lo aseguro) hasta el mismísimo Dalai Lama.

No es un síndrome.

No es un síndrome. De verdad, ya basta de patologizar absolutamente todo. Toneladas de literatura hablándote sobre el síndrome del impostor sin darte una solución ni una explicación contextualizada de porqué aparece esa molesta sintomatología.

Es la vida. Es la vida moderna que está dura. Está tremendamente desafiante y no hay cerebro humano que se adapte sin dolor a esto.

Así que un intento más de que la culpa la tengamos nosotros y no la maquinaria ingente de producción en la que estamos metidos, nos inventamos y nos autodiagnósticamos el archifamoso síndrome del impostor.

Pero impostar constantemente si da síntomas molestos

Vamos a ver algunos de ellos, pero te hablaré de forma más explícita (y en primera persona) de ellos.

Hiperactivación

Por la cantidad tan enorme de escenarios diarios en los que nos la jugamos e impostamos y que ponen en jaque una y otra vez a nuestro nivel de competencia estamos en estado de hiperactivación. No hay mucho espacio para poner el piloto automático. Nos pasamos mucho tiempo de nuestra vida profesional en modo principiante (pero con unos niveles de responsabilidad de nivel senior).

Vulnerabilidad

Esto alimenta la llamada de la vulnerabilidad.

Ven a protegerme, grita con desespero nuestro ego.

Y como nos da pánico admitir nuestra vulnerabilidad, nos enredamos en un patrón de comportamiento (este sí que hace daño, es disfuncional y debemos intervenir sobre él) que tiene como único objetivo: taparnos.

Tranquilizar a nuestro ego. Que, recuerda, siempre quiere más y más.

Que no se enteren que estamos impostando. Que no tenemos la certeza de saber hacerlo bien. Que no nos descubran asumiendo el riesgo que otros no se atreven a hacer y que parezca que estamos seguros.

Síndrome del impostor (ahora ya sabes que es conjuntos de síntomas molestos que tienen un origen completamente normal) en bandeja.

Coraza emocional

Si el precio a pagar es construirme un personaje frío, sin sentimientos y con una buena coraza emocional, lo pago.

Infravaloración

Si el peaje que tengo que pagar es infravalorarme (y casi humillarme) a mi misma una y otra vez públicamente para que “me perdonen” lo hago. Ya veré cómo y quién recoge los trocitos de mi autoestima desparramados en el suelo.

Esconderme

Como me da tanto miedo enfrentarme a los desagradables efectos de impostar en tantos contextos en los que me la juego, los evito. Me escondo, me invisibilizo, me creo que yo no sirvo. Y claro, me pierdo los beneficios.

Extenuación

Si, por el contrario, prefiero contribuir a mis cuentas con mi ego con esfuerzo, lo tengo aún más fácil. Me mato (literalmente) a trabajar. No permito descansar. Ni desconectar. Como castigo, bien merecido. Solo trabajo sobre lo ya trabajado. Insaciable. Y me cuelgo la etiqueta de perfeccionista y lista para desvanecerme lentamente.

Todo con tal de que no se enteren.

Y que no nos critiquen. Que no hablen mal.

Estamos expuestos a la crítica, y si en ese momento no recibimos el reconocimiento que necesitamos (bien porque no lo pedimos, o porque lo minimizamos cuando nos lo dan), la inseguridad aumenta.

Extenuación

Y vamos añadirle más a la ecuación. Ahora vamos a meterle extenuación.

En el proceso normal de aprendizaje ¿qué hacemos? Aprender. Y eso requiere esfuerzo. Y es maravilloso.

Pero recuerda que se nos ha ido de madre en los últimos tiempos. Y ahora tenemos muchos frentes abiertos, todos a la vez que requieren de nuestra intervención (impostada porque es la primera vez que se producen)

¿Qué hacemos? Lo que nos funcionó siempre: esforzarnos. Aprender, estudiar, mejorar, crecer.

Pero ahora no da tiempo. Ya tenemos demasiado. Y ¿adivinas?

En lugar de mirarnos de forma apreciativa y decir, “madre mía, en bastantes jardines estoy metida como para llegar al 100 por 100 a todo”

No. Aparece la voz de la tiranía y la autoexigencia. “Eres una inútil” “Mira el resto cuánto sabe” “Tú no” “En realidad, no vales para esto”. ¿Y sabes qué es lo peor? “Que un día te descubrirán.”

La capa más ancestral que envuelve a tu ego se MUERE de MIEDO con esto. Se muere.

Así que volvemos a la casilla de salida.

Y aquí está el verdadero peligro. Todos tus sentidos ahora conmigo, por favor.

Generalizamos el malestar que nos produce impostar a otras situaciones en las que ya “somos buenos”

No solo nos sentimos inseguros en lo nuevo que estamos aprendiendo, si no que esa sensación la extrapolamos al resto de nuestra vida profesional, incluso en las áreas en las que ya (nos) hemos demostrado ser competentes.

Vuelve a leer la frase anterior, por favor.

Olvidamos parar y reflexionar.

En este contexto tan frenético en el que nos movemos necesitamos revisar constantemente quiénes somosqué hacemos bien, dónde está nuestros límites y en qué áreas estamos aprendiendo.

Es normal sentirse inseguro en lo nuevo y necesitar refuerzos externos que nos validen.

Pero también es vital reconocer en qué ya hemos logrado soluciones sólidas que nos reafirman como profesionales confiables.

Si no, con la cantidad de tiempo que nos pasamos tanteando nuestros límites, nos desmoronamos.

El problema no es el síndrome del impostor; el verdadero desafío es el piloto automático en el que vivimos, que no nos deja darnos cuenta de todo lo que ya hemos alcanzado.

Así que, por el momento y ya que tengo mis sesiones individuales repletas del mal llamado síndrome del impostor, por el momento quédate con esta primera aproximación al concepto y la próxima vez que sientas que no eres suficiente y que te van a descubrir, pregúntate: ¿realmente soy un impostor o solo estoy impostando algo nuevo?

Fuente: https://elenaarnaiz.es/lo-que-no-te-han-contado-sobre-el-sindrome-del-impostor/

Agregar Comentario Agregar Comentario

Deja una respuesta

Tu direcciรณn de correo electrรณnico no serรก publicada. Los campos obligatorios estรกn marcados con *

Este sitio esta protegido por reCAPTCHA y laPolรญtica de privacidady losTรฉrminos del servicio de Googlese aplican.

El periodo de verificaciรณn de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la pรกgina.

Post Anterior

La milla extra o las nuevas formas de โ€œponerse la camisetaโ€ en el trabajo