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Las personas como factor clave de éxito.

Por Antonio Pascual A penas hace dos meses impartí un webinar, a través de la Universidad de la Sabana, en la que disertaba sobre las Personas en la Planificación Estratégica y, como siempre acaba sucediendo, me quedé con el sabor de boca de que se me habían quedado muchas cosas en el tintero y tres cuartos de hora dan para lo que dan. Para centrar el tema, quise arrancar con unas conclusiones, recogidas en el libro Empresa y Nueva Economía, de las XI Jornadas Hispano Lusas de Gestión Científica que se celebraron en Cáceres en el 2001, y que siempre pienso que siguen arrastrando viejos paradigmas. Hablaban sobre los recursos humanos como factor clave para el éxito de un proyecto de reingeniería, que para el caso ya me servía, toda vez que me da muy igual si estamos hablando de reingeniería o de cambios a nivel organizacional.

Por Antonio Pascual

A penas hace dos meses impartí un webinar, a través de la Universidad de la Sabana, en la que disertaba sobre las Personas en la Planificación Estratégica y, como siempre acaba sucediendo, me quedé con el sabor de boca de que se me habían quedado muchas cosas en el tintero y tres cuartos de hora dan para lo que dan.

Para centrar el tema, quise arrancar con unas conclusiones, recogidas en el libro Empresa y Nueva Economía, de las XI Jornadas Hispano Lusas de Gestión Científica que se celebraron en Cáceres en el 2001, y que siempre pienso que siguen arrastrando viejos paradigmas. Hablaban sobre los recursos humanos como factor clave para el éxito de un proyecto de reingeniería, que para el caso ya me servía, toda vez que me da muy igual si estamos hablando de reingeniería o de cambios a nivel organizacional.

Se recogía en el texto que:

Se trata de conseguir una empresa más competitiva, más ágil y mucho más cercana a sus clientes. Para ello hay que considerar también los aspectos técnicos de la mismas: procesos, sistemas de información, tecnología, etc. (…) Sin embargo, el aspecto humano es fundamental para que se alcancen los resultados esperados”

Si se fijan, las tres claves señaladas son:

  1. Competitividad
  2. Agilidad
  3. Cercanía al Cliente

Luego, plantean las cuestiones más técnicas y ya, hacia el final, obvio, necesitamos el aspecto humano, pero la pregunta puñetera es:

¿Por qué no hablamos directamente de las Personas en lugar de recurrir a metáforas tales como el factor humano o los recursos humanos?

Siempre ha sido igual, la evolución de la sociedad, de las civilizaciones, de la propia especie, ha tenido que venir del esfuerzo de las personas: trabajando, labrando, arreando ganado, pescando, cazando, en la guerra matando y saqueando, construyendo obras inimaginables como las pirámides (sea en Latinoamérica o en Egipto) con procedimientos todavía desconocidos para nuestros historiadores que no alcanzan a ponerse de acuerdo en el cómo lo lograron, entendiendo la física, la química, el espacio sideral, la medicina… y así hasta llegar hasta nuestros días.

La Persona siempre ha estado en el eje central de todo esto, han sido las que han movido todo lo que hemos logrado a la fecha, pero siempre se les ha subyugado, se les ha esclavizado, se les ha maltratado, se les han despojado de todos sus derechos y hasta de la vida misma. Incluso los más eruditos y avanzados no han escapado de esta lacra, y se les ha llegado a considerar lo peor de lo peor y castigado con la muerte por sus avanzadas, y acertadas, ideas. Por fin, hoy, ya superado el segundo milenio después de Jesucristo, la sociedad empieza, a regañadientes, a aceptar que a las personas no se les puede tratar como recursos de ninguna clase.

Hasta no hace mucho, antes de acabar 1999, el Aspecto Humano en las empresas era considerado como con poco eficiente, con miedo al cambio y con miedo al error ¿Y cómo no iba a ser así? Si hasta hace nada el error, del que a lo mejor ni tú eras el culpable, te condenaba a dejar sin alimentos a toda tu familia. El error no tenía perdón. En los colegios nos lo inculcaban desde nuestra más tierna infancia: “la letra con sangre entra” (la leche, pero mira que llegaban a ser salvajes aquellos maestros, ahora estarían todos en la cárcel por maltrato infantil; claro que así salimos nosotros de fortalecidos -los que sobrevivimos a aquello quiero decir- y nuestros hijos son todos unos moñas, dicho con el mayor de los respetos)

Hoy, después del almuerzo, estuve viendo una película maravillosa que les recomiendo (si leen las críticas verán que hay opiniones para todos los gustos y colores): Secretos de Estado, del año 2019. Netflix. Trata sobre la barbaridad perpetrada en Irak por Bush hijo, Tony Blair y, ni que fuera de forma testimonial, por Aznar representando a España en las Azores (aunque en la película ni lo lleguen a mentar, que ya no sé si es peor o mejor) contra el régimen de otro criminal de guerra como ellos, llamado Saddam Hussein.

Todo el nudo fílmico de la cuestión se centra en un acontecimiento cierto, en el que una traductora del GCHQ (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico) Katharine Gun filtra un e-mail clasificado que urge a espiar a miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para forzar una resolución para ir a la Guerra. Bien, este correo fue desmentido como real por la prensa norteamericana, a raíz de dos o tres expresiones lingüísticas mal traducidas del inglés británico al inglés americano (spoiler obligado a nuestros efectos). En el centro del error, una secretaria del diario The Observer que, enseguida que lo preguntan sus jefes, reconoce que fue ella quien lo cometió. Pues bien, la reacción que tiene en el film (no sabemos si en la realidad también) el director de redacción del citado diario es la que todavía muchas veces sufren-sufrimos las personas que trabajan-trabajamos por cuenta ajena.  

Este es el mejor ejemplo que se me ocurre para que se entienda porqué las personas tienen tanto pavor al error en sus puestos de trabajo y, en consecuencia, no asumen riegos para mejorar. Cuando nos acusan de poca eficiencia, no cabe duda que viene precedida de la falta de decisión y esta, a su vez, del miedo al error que antes comentábamos. Y lo del miedo al cambio, más de lo mismo; los cambios nos llevan a cometer errores, sobre todo al principio, incluso a ser sustituidos o declarados prescindibles. Con estos antecedentes, el cambio no es casi nunca una opción para las personas dentro de un entorno laboral.

¿Cómo lo quieren resolver?

Ellos, los que viven sometidos a los paradigmas encorsetantes, con Incentivos. Para disminuir esta resistencia -piensan- es necesario que la empresa incentive a sus empleados con el objetivo de que se adapten a la nueva situación.

En el mismo texto que comentábamos al principio, explican que: “la mayoría de los proyectos de reingeniería fracasan por no considerar la visión humana de la empresa” y ¡ahí radica su error! Ellos consideran, bajo su propia óptica de la Visión Humana de la Empresa, que las personas tienen una evidente falta de motivación económica, laboral y de aspiraciones profesionales; que tienen poco interés por su puesto de trabajo, por su mejora profesional e, incluso, por su mejora económica y los acaba valorando exclusivamente por su productividad.

Por todo ello, vamos a intentar romper los paradigmas encorsetantes:

No hay visión humana de la empresa; los humanos, las personas, somos los que tenemos una visión de la empresa y la tenemos bajo tres ópticas básicas distintas:

  1. Como un lugar para trabajar, tenemos que ir a ganar un salario
  2. Como un lugar para mejorar nuestra vida, gracias a nuestro trabajo podemos obtener cosas que deseamos
  3. Como un lugar para aprender, donde disfrutamos (opcionalmente), aprendemos y nos desarrollamos como personas 

Estos tres enfoques o visiones de los humanos respecto de las empresas, responden al trabajo descrito en la vieja historia de los tres hombres que hacían lo mismo, en la misma obra y al mismo tiempo, pero que lo enfocaban de tres maneras distintas, a su vez. El primero, el que respondió que sólo ponía ladrillos, se corresponde al descrito en el epígrafe a); el segundo, que aseveraba construir una pared, se vería reflejado en el b); y, finalmente, el tercero que había tomado consciencia de la importancia de su trabajo, lo encontramos plenamente identificado en el último epígrafe: es el constructor de basílicas y catedrales.

Puede que las empresas, bueno, las empresas no, sus dirigentes (personas, al fin y al cabo), tengan visiones estratégicas para todo, incluso para las personas que trabajan en ellas, pero estas personas a las que se refieren no son ningún tipo de recurso estratégico. Pueden llegar a constituir un importantísimo valor estratégico para el desarrollo de su organización y para alcanzar sus objetivos, pero nunca serán ni pueden considerarse como un recurso de ellas.

En este punto, recogí una frase maravillosa, pronunciada en el año 2009 por el propio Rector de la Universidad de la Sabana, Dr. D. Obdulio Velásquez, a raíz de uno de esos desastres con los que la madre naturaleza nos recuerda su fuerza y su poder por el que tuvo que transitar la propia Universidad, y en la que afirmaba que:

La Universidad no la hacen los edificios ni los activos materiales, la hacemos todos los que en ella desarrollamos nuestras actividades diarias formando comunidad

Dr. D. Obdulio Velásquez, Rector de la Universidad de la Sabana

A lo que yo me atrevía a ampliar, no a modificar ni una palabra, que ni las universidades ni las empresas ni las organizaciones de ningún tipo.

Y ese es el principio inequívoco que sostiene una buena Planificación Estratégica que nos acabe conduciendo a una Ejecución Estratégica Brillante que tenga en cuenta a las Personas y esa, y no otra, es la verdadera clave del éxito.

Fuente: https://antoniopascual.com/2021/06/23/ejecucion-estrategica/

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