por Jesús Garzás
Tranquilos, mandones/as de familia, no he venido aquí para alterar la situación geopolítica de vuestra casa, de puertas adentro cada uno gestiona las jerarquías como quiere o puede. Lo que sí es obvio es que en el mundo empresarial la tendencia está cambiando.
Hablo aún de tendencia y no de realidad, porque mandar, como una buena serie de televisión, crea apego y adicción. Pero por algo se empieza, y yo creo que los que leéis a menudo este blog lo tenéis claro, las ideas de Laloux, Appelo e, incluso antes, Kofman están conquistando el ecosistema laboral y se cuestionan los viejos modelos de hacer las cosas.
El líder mandón poco a poco va dejando paso al líder facilitador.
El viejo modelo de ordeno y mando no ha desaparecido, pero se ha convertido en un síntoma claro de necesidad de cambio dentro de una organización. Una de las analogías que más he utilizado en este blog es la de la empresa como reflejo del modelo colegio, esa que convierte a los managers en profesores y a los empleados en alumnos más o menos aplicados, esa que despoja indirectamente a los estudiantes de las responsabilidades de la vida adulta.
Y ahí está el quid de la cuestión: en las empresas por encima de rangos, posiciones o categorías debería estar la condición de seres humanos adultos y como tal deberíamos ser tratados. Pero desgraciadamente no es así, y unos se valen de su posición para continuar con prácticas cada vez más anticuadas, y otros se escudan en la suya para hacer recaer la responsabilidad de su trabajo sobre otra persona.
Cada vez cobran más fuerza y repercusión las ideas que ven las compañías como grandes sistemas complejos adaptativos, y que quiénes las gestionan deben poner su foco en el sistema en sí y en las relaciones que lo hacen evolucionar, y no en influir (o, en el peor de los casos, manipular) a las personas que conforman el mismo.
Se puede tener más experiencia, incluso en algún caso hasta se podría dar la casuística de que ostentar una posición determinada significase tener más inteligencia, pero nunca, nunca, se puede gestionar una relación desde la creencia de que se es más listo que otro. La única verdad en todo sistema complejo es que cada uno de los nodos se necesitan unos a otros, y desde esa base de humildad y de servicio a los demás es desde donde se pueden alcanzar los resultados que se quieran.
Mandar implica falta de madurez en el sistema (y en gran parte de las personas que lo conforman), y, sobre todo implica falta de confianza. Y sin confianza todo lo que seamos capaz de construir, por muy alto que llegue, tendrá corto vuelo. No dejará de ser un castillo de naipes a merced de esa racha de aire que entra por una ventana abierta.
Sin confianza no hay compromiso, y sin compromiso no es posible alcanzar la excelencia en ningún área.
Mandar no es más que una actitud que denota inseguridad. Falta de seguridad en los demás probablemente, y, sobre todo, falta de seguridad en uno mismo. Las ideas realmente buenas no necesitan imponerse en base a una autoridad concedida por un rango jerárquico. En los tiempos de la inteligencia colectiva quién trata de contemplar el mundo desde la perspectiva de su ombligo, solo puede toparse con fantasmas del pasado, que ya deberían estar superados… y con alguna pelusilla incómoda a la vista.
Y aunque queda mucho trecho por andar aún, comenzamos a darnos cuenta que la calidad en la gestión de equipos (o empresas) no viene determinado por el número de órdenes que se da a los demás, sino por el compromiso que generas en las personas, el espacio que dejas para que mejoren el sistema… y, por supuesto, en última instancia por la satisfacción del cliente.
Las personas adultas hacen las cosas mejor cuando la acción nace de ellas, del conocimiento de su área de trabajo… cuando lideran sus tareas, cuando son responsables (accountables, en inglés, que es una palabra que lo describe mejor). Porque cuando la acción nace de una orden externa, a veces ni siquiera razonada o entendida, no se pueden pedir peras al olmo. Por decirlo de una manera suave, se vuelve complicado optar a la excelencia.
Por eso si alguien se empeña en basar su autoridad en dar órdenes, yo le recomendaría estudiar programación, porque en un futuro cercano su mentalidad solo tendrá cabida en el código de funcionamiento de un robot.
Fuente: https://www.enbuenacompania.com/mandar-no-esta-de-moda/