Una leyenda japonesa cuenta que, con la pretensión de escalar en la jerarquía social, un joven agricultor fue enviado por su familia a aprender el arte de la guerra con un anciano y famoso Samurai. Así se encaminó a la montaña con nueve monedas de oro para pagar su educación. Habiendo pagado, se dispuso a tomar la primera lección, pero el Samurai lo mandó a buscar leña para hacer fuego. Cuando creyó cumplida la tarea volvió con un atado. El anciano se quejó de lo exiguo de la carga y, cuando el joven quiso justificarse lo alcanzó con dos dolorosos golpes de su bastón. Los días siguientes no fueron muy diferentes. Todas sus tareas fueron criticadas y sus justificaciones castigadas.
Un día, el joven harto de las palizas intentó atacar el anciano con un madero cuando estaba de rodillas frente al fuego dándole la espalda. El golpe fue hábilmente detenido por la tapa de la olla en que el Samurai cocinaba la cena y con sorprendente rapidez el joven se vio enfrentado al guerrero y a su temible bastón. Entonces en lugar de huir, afirmó el madero en su mano y se dispuso a dar combate. Fue entonces que el anciano le hizo una reverencia, lo saludó con todo respeto y se ofreció humildemente a enseñarle el arte de la guerra.
Mi abuela española, que no sabía cuentos de Samurais, decía: “lo que Natura no da, Salamanca no presta” y Freud nos hablaría de la dinámica del Deseo. Pero todo se referiría a lo mismo, son las cosas del querero no….que nos salen del alma.
A muchas familias empresarias les preocupan las cuestiones del Mandato. Como en un matrimonio medieval, el casamiento de los jóvenes con la empresa puede ser un asunto arreglado de antemano o, por el contrario, algo sobre lo que se esfuerzan por ser neutrales. En mi opinión, en ambos casos fallarán, porque tal como no se puede decretar la felicidad, tampoco es posible lo contrario. La vida se vive y las elecciones son complejas.
Ahora bien, ¿qué cosaspodemos hacer para que los jóvenes alcancen el mayor grado de autonomía y motivación posible en su elección de vida, se inclinen o no por formar parte del negocio de la familia?
Lo primero, reconocer que forman parte de una familia empresaria y que, como tal, no es una familia normal. Además, de la problemática propia del los vínculos íntimos se entrelazan los de los intereses económicos, profesionales y de poder, formando una trama particular inescapable que deberán resolver.
Para orientar el pensamiento, las emociones y la acción solemos hacer ejercicios que ayudan a los jóvenes a reflexionar sobre un tema central para el futuro desarrollo de sus vidas, que no es ya la Visión de la empresa, sino la propia Visión de vida.
En efecto, los seres humanos padecemos y gozamos de un vacío existencial: nadie nos dice por qué ni para qué estamos acá. Pero tal como explica con maestría Victor Frankl en “El hombre en busca de sentido”, nos resulta esencial asignar un propósito a nuestras vidas. Toda Visión es un anhelo de Ser, pero a la vez, no hay anhelo sin Costo Asociado, que es el precio que deberemos pagar para lograr lo que nos proponemos. Y aquí se dan varios vectores que se pueden y deben trabajar con los más jóvenes: ¿adónde voy, por dónde voy, cómo voy?, seguidas de dos preguntas cruciales: ¿Qué sentido tiene para mí ir hacia allí?, y ¿qué estoy dispuesto a poner de mí para transitar ese camino?
Cuando el destino viene de afuera como una obligación o cuando viene de adentro pero sin la debida evaluación de sus Costos, el resultado es el mismo: la falta de auto afirmación existencial. Un hornero cumple con la orden genética de hacer un sólido nido. Las personas elegimos hacerlo o no, la orden no es genética, se conforma entrelazando las múltiples carreteras del alma que convergen en el deseo.
La cooperación para que ese deseo pueda ser distinguido, pensado, evaluado y decidido con autonomía de criterio es parte del Legado que nos toca ofrecer.
Fuente: http://blog.canf.com.ar/el-casamiento-con-la-empresa/