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Sir Ken Robinson: La revolución en el aprendizaje

«Maestro, tengo un problema con mi hijo: me trajo las notas del colegio, una alta calificación en dibujo y una pésima calificación en matemáticas. ¿Qué harás? ¡Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas! Necio, ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo. Desarrolla su talento. Todos servimos para algo pero no todos servimos para lo mismo». Alejandro Jodorowsky. La enseñanza sigue un desarrollo líneal: partimos del punto A — digamos, la etapa infantil — y debemos llegar al punto X — por ejemplo, la universidad — pasando por una série de hitos predefinidos y que llevan al individuo a parecerse a tantos otros. Además, me parece, algunos de esos puntos intermedios, a menudo, fueran moviéndose, adelantándose. A veces es como si se pretendiera aprovechar unas supuestas habilidades de los niños para aprender, se me antoja, fuera de momento y lugar: cuando yo era niño se empezaba a leer a los 5 ó 6 años; ahora queremos que nuestros hijos lean con soltura cada vez antes; y no solo eso, también deben sumar y restar y …

«Maestro, tengo un problema con mi hijo: me trajo las notas del colegio, una alta calificación en dibujo y una pésima calificación en matemáticas.

¿Qué harás?

¡Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas!

Necio, ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo. Desarrolla su talento. Todos servimos para algo pero no todos servimos para lo mismo». Alejandro Jodorowsky.

La enseñanza sigue un desarrollo líneal: partimos del punto A — digamos, la etapa infantil — y debemos llegar al punto X — por ejemplo, la universidad — pasando por una série de hitos predefinidos y que llevan al individuo a parecerse a tantos otros.

Además, me parece, algunos de esos puntos intermedios, a menudo, fueran moviéndose, adelantándose. A veces es como si se pretendiera aprovechar unas supuestas habilidades de los niños para aprender, se me antoja, fuera de momento y lugar: cuando yo era niño se empezaba a leer a los 5 ó 6 años; ahora queremos que nuestros hijos lean con soltura cada vez antes; y no solo eso, también deben sumar y restar y …

Pero siempre manteniendo esa ruta lineal desdel el punto A al X.

Entre medias lo importante es aprender una série de materias que completen lo que consideramos es el currículo básico y necesario.

Bien.

La vida no se desarrolla en una sucesión líneal de acontecimientos. Los distintos eventos o circunstancias provocan cambios que nos hacen movernos aquí o allá en función de éstos.

Pero en toda esta ruta el niño es, con frecuencia, ni siquiera un actor sino un receptor pasivo. Si, le mandan deberes, a casa. A veces los hacen en clase, donde el maestro puede corregir y continuar enseñando mientras corrige y apoya en esas tareas.

Sir Ken Robinson (ver videos más abajo del evento anual TED 2010) afirma que la enseñanza lleva al individuo a una situación de normalización que es tan negativa para ese indivuduo como para la sociedad. No porque no sea necesario educar, sino porque la educación debe sufrir, no un cambio o evolución, sino una REVOLUCIÓN.

Los cambios, en realidad, no cambian nada. Bueno, si, sitúan las mismas cosas en diferentes posiciones; desarrollan un nuevo lenguaje, crean nuevos conceptos, pero se sigue diciendo lo mismo. Una revolución rompe desde la base y desarrolla nuevos caminos. Pero, como Ken Robinson afirma, una Revolución  es un reto, un gran esfuerzo de innovación que supone eso, esfuerzo, hacer las cosas de una manera distinta, completamente distinta. Las razones que imposibilitan una revolución de estas características son — como sigue afirmando Ken Robinson — que una transformación semejante genera desencanto. Y esa palabreja, desencanto, la relacionamos con algo negativo cuando, creo, deberíamos hacer lo contrario. Es frecuente que estemos encantados — y eso si es, a menudo, lo negativo — de hacer las cosas como siempre las hemos hecho y lo contrario, cambiarlo, nos produce ese desencanto. Es comodidad, negación.

No es que los conceptos o materias que se enseñan en la actualidad no deban ser aprendidos. No se trata de “el que” sino más bien de “el como“. Quizás los medios actuales están obsoletos o en el camino de serlo. Los libros de texto, esos, llenos de casillas en las que colocar la respuesta correcta, no tienen las respuestas. Estas están fuera y, con la guia adecuada, al alcance de la mano. Pero seguiremos llenándoles los bolsillos a una editoriales que, a mi forma de ver, no aportan gran cosa y que enquistados en sus posiciones hacia lo único que son capaces de avanzar es a un formato digital que no dista gran cosa de lo que ahora venden en papel; pero por ahí no van los tiros. Es solo eso, más de lo mismo.

Quizás es ahora el momento. La llamada Era Digital ha venido a romper moldes y estructuras cuya rigidez obligaba, a menudo, a que las cosas fueran de una forma determinada. Ahora se han roto algunos corsés; se han abierto nuevos caminos y superado fronteras que, hace no tantos años, parecían imbatibles.

Los niños deben aprender a lidiar con esta corriente ¿Lidiar? no, mejor aprovecharse de ella y usarla en su beneficio. Pero para ello deben aprender a hacerlo. Aunque, al menos en este sentido, solo se ven tímidos pasos en esa dirección. Creo que debemos incentivar el aprendizaje desde la curiosidad y usar todos los medios a nuestro alcance — o a su alcance — para conseguirlo.

Que los niños pasen de ser espectadores-receptores-pseudopasivos en su enseñanza a ser auténticos actores de su aprendizaje. Como ya hemos comentado aquí anteriormente, que participen en ella al 100%. Y que en ese proceso descubran cual es su elemento. Este elemento — El Elemento es un libro de Ken Robinson —  es el talento del niño, una predilección natural — o inducida, pero asimilada y aceptada con naturalidad — hacia unas tareas o habilidades que, en lugar de enterrar en la linealidad de su desarrollo educativo estandarizado, habría que potenciar. Por eso Robinson afirma que “La educación ahoga y margina el talento“. Que los padres y los profesionales aprendamos a descubir esos talentos y a potenciarlos y no a apartarlos de ellos en pro de lo establecido.

Esto si es una revolución o, al menos, el inicio. Pero ¿quien empieza? o ¿por donde empezamos? O ¿es que si no lo dicen las autoridades competentes no se puede dar el primer paso?

Alguien puede decir “eso lo hago yo“, bien, pues debería ser una norma. Porque ese mismo es uno de los ingredientes del éxito de proyectos educativos como KIPP y otros cuyo eficacia lleva años demostrándose, y no solo en niños de familias o zonas desfavorecidas sino — y ahí es donde radica el éxito de esas fórmulas —  en aulas que agrupan niños procedentes de distintas realidades sociales (como a las que algunos aluden … para no decir nada).

Pero, claro, lo más fácil es seguir encantados con lo de siempre y no plantear más cambios que aquellos que, sin ningún esfuerzo, nos lleven a mejorar a corto plazo y de forma superficial; e, incluso, solo a algunos.

Lo contrario sería cambiar a un modelo dirigido a adaptar la enseñanza a aquellos a quienes va dirigida, la personalización ¿Que eso no es posible? ¿Por qué?

Fuente: https://enmicolegio.blognor.net/2010/09/sir-ken-robinson-la-revolucion-en-el-aprendizaje/

 

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