Por Pablo A. Arango
«Siempre parece imposible hasta que se hace» —Nelson Mandela
Así que el señor y la señora elefante pueden estar conversando animosos junto a ti, incluso podrían estar haciendo gracia de la chillona camisa de flores que llevas puesta, en tanto tú permaneces maravillado por la silenciosa calma de los bichitos.
Lo mismo ocurre con la vista, la de los hombres se basa en una porción infinitesimal del espectro electromagnético. Hay ondas un trillón de veces más cortas y más largas de las que percibe el ser humano.
Es posible, de esta manera, que existan colores invisibles para nosotros.
Y ya no hablemos del olfato, uno de los peores entre todos los seres vivos.
Nos paseamos por la naturaleza —afirmó Edward O. Wilson– como lo haría un sordo por las calles de Nueva York: percibimos sólo unas pocas vibraciones y no somos capaces de interpretar casi nada.
No obstante, hay otras cosas con la capacidad de poner límites a la forma como interactuamos con la realidad que, en muchas ocasiones, la disminuyen con severidad, haciéndonos vivir vidas más menguadas: nuestras creencias.
Las ideas que habitan en nuestra mente determinan la forma como nos relacionamos con el mundo.
Algunas nos “informan” (muchas veces sin fundamento alguno) de lo que somos o no capaces.
“Sin un título de tal o cual universidad no puedo entrar en esa empresa”. O quizá: “Esa tan guapa y tan popular jamás se fijará en uno como yo”. “Las matemáticas no se me dan bien”.
Falsas creencias y falsos límites abundan por todas partes. Incluso algunos ni siquiera son individuales sino sostenidos por amplios grupos.
El emprendedor Bryan Johnson suele contar a su equipo en Braintreela siguiente historia para animarlos a poner a prueba los “límites” de las realidad:
Hay cinco monos en una habitación, y hay una cesta de plátanos en la parte superior de una escalera. Los monos, por supuesto, quieren subir la escalera para conseguir los plátanos, pero cada vez que uno lo intenta, todos son rociados con agua fría. Después de unas pocas veces de ser rociados con agua fría, los monos aprenden a no subir la escalera para conseguir los plátanos… [Los experimentadores entonces] sacan un mono y ponen uno nuevo, y el nuevo mono ve los plátanos. Piensa: «Oye, voy a coger un plátano», pero cuando intenta subir la escalera, los otros monos lo agarran y lo tiran hacia atrás… [Los experimentadores] continúan cambiando uno por uno los monos hasta que quedan cinco nuevos monos. Cada vez que entra uno nuevo y trata de subir la escalera, los otros lo agarran y lo tiran hacia atrás, pero ninguno de los cinco ha sido rociado con agua fría.
Si pones a prueba los límites y experimentas con los «imposibles» —afirma Tim Ferris–, rápidamente descubrirás que la mayoría de las limitaciones son una frágil colección de reglas socialmente reforzadas que podemos decidir romper en cualquier momento.