— Porque es imposible, repliqué. ¿Cómo podría haber un mundo donde no hubiera ningún riesgo para hacerse rico?
— Bueno, si ya has decidido que es imposible que exista, entonces no puede existir, dijo suavemente.
— ¿Estás diciendo que no existe?, pregunté.
— No importa lo que yo piense. Lo que es importante es lo que tú piensas. Si dices que no existe, no existe. Lo que yo pienso es irrelevante.
— Pero ese mundo es imposible, repetí. Sé que es imposible. Tiene que haber riesgo.
— Entonces no existe, dijo de nuevo mi padre. Si piensas que es imposible entonces es imposible.
Mi padre ahora estaba contestando con un poco más de energía y una huella de frustración en el tono de voz:
— La razón por la que no existe un mundo así es porque ésa es la realidad en la que fuiste educado. No puedo enseñarte a menos de que estés dispuesto a cambiar de realidad.
— ¿Pero nada de dinero y ningún riesgo?, pregunté otra vez. Vamos, sé realista. Nadie cree un mundo donde no se necesite dinero y no haya ningún riesgo.
— Pues repite la pregunta, contesté sintiéndome muy frustrado.
— La pregunta fue: ¿Qué harías si no hubiera riesgo y no se necesitara dinero para volverse rico?, dijo mi padre, repitiendo sus palabras lentamente.
— Sigo pensando que es una pregunta ridícula, pero de cualquier manera responderé, conteste.
— ¿Por qué dices que es ridícula?, preguntó mi padre.
— Porque no existe un mundo así, contesté bruscamente. Es una pregunta tonta y un desperdicio de tiempo. ¿Por qué debería contestar o pensar si quiera en una pregunta así?
— Está bien, dijo mi padre. Ya obtuve mi respuesta. También puedo escuchar tu suposición subyacente. Para ti es un desperdicio de tiempo siquiera pensar en un mundo así que no te molestarías en pensar en la pregunta. Supones que ese mundo no existe, de modo que piensas que cuestionar esa idea es un desperdicio de tiempo. No quieres cuestionar tu suposición. Así que como no piensas que ese mundo exista no quieres pensar en ello. Sólo quieres pensar en la forma en que siempre has pensado.
— No, no, dije. Voy a contestar a tu pregunta. Sólo te estoy preguntando si ese mundo existe.
Mi padre se quedó sentado en silencio, otra vez sin responder a mi pregunta y dejando que me escuchara a mí mismo. Estaba dejando que escuchara mi realidad.
— ¿Quieres que ese mundo exista?, pregunté acaloradamente.
— Déjame que repita lo que ya te dije. No importa lo que yo crea. Es lo que tú creas.
— Bueno, bueno, bueno, dije. Si existiera un mundo así, un mundo sin riesgo financiero y un mundo no se necesitara usar nada de dinero para hacerme rico, entonces sería más rico de lo que jamás he soñado. No estaría asustado. No inventaría la excusa de que no tengo nada de dinero o de que podría fracasar. Viviría en un mundo de abundancia infinita, un mundo donde podría tener todo lo que deseara. Viviría en un mundo completamente diferente, definitivamente no en un mundo en el que fui educado.
— Así que si existiera ese mundo, ¿valdría la pena el viaje?, me preguntó.
— Por supuesto, contesté firmemente. ¿Quién no haría el viaje?
— ¿Estás diciendo que ese mundo existe?, volví a insistir.
— Eso lo tienes que decidir tú. Puedes decidir que tipo de mundo existe. Yo no puedo hacerlo por ti. Yo tomé mi decisión años atrás, dijo mi padre.
— ¿Encontraste tu mundo?, pregunté.
— Hace años atravesé el espejo. Si crees que ese mundo existe, entonces debes hacer el viaje a través del espejo. Pero sólo harás el viaje si crees en la posibilidad de que exista un mundo así. Si no crees que existe, entonces sólo verás un espejo y seguirás de este lado del espejo, mirándote sólo como te miras.»