Por Rosa N. Trevinyo-Rodríguez
Muchas veces se ha dicho que es precisamente la tercera generación (los nietos) la que hunde y termina cerrando los negocios familiares, despilfarrando el patrimonio y comenzando de cero. Y efectivamente, los estudios que hemos hecho en relación a la supervivencia de las empresas familiares apuntan a que de cada 100 empresas que inician en primera generación, solo 30 continúan operando en segunda (hijos) y 5 en tercera (nietos). Y, aunque como buenos latinoamericanos, pudiéramos pensar que esto solo sucede en América Latina, la realidad es que no es así: es un fenómeno global. De hecho, en la mayoría de los idiomas existe un proverbio relacionado con este suceso.
Por ejemplo, mientras que en la mayoría de los países hispanos, decimos: “Padre comerciante, hijo caballero, nieto pordiosero”; en Estados Unidos expresan “From shirtsleeves to shirtsleeves in three generations” (de mangas de camisa a mangas de camisa en tres generaciones). En Europa, los alemanes no se quedan atrás y exponen que “La primera generación lo crea, la segunda lo hereda y la tercera lo destruye” y los italianos comentan: “De los establos a las estrellas, y de vuelta a los establos, en tres generaciones”. Finalmente, al otro extremo del mundo, en China, los viejos observan que “Una gran fortuna nunca sobrevive por más de tres generaciones”.
Pero, ¿qué tiene la tercera generación que tanto afecta a la supervivencia de los negocios familiares y al mantenimiento o crecimiento del patrimonio? ¿Qué los lleva a convertirse en la generación del candado –aquella generación que baja la cortina del negocio por última vez, coloca el cerrojo, y cancela las cuentas bancarias porque han quedado en cero–?
Algunos porqués
Existen varias posibles explicaciones:
1. En algunos casos, la tercera generación suele ser la generación que mejor nivel de vida alcanza, que menos trabajo y sacrificio tiene que realizar para vivir “bien” y cuyos comportamientos suelen ser excesivos y vanos… ¡Ni hablar de sus decisiones empresariales! Decisiones basadas en la ignorancia, el qué dirán, o la imposición del poder y el orgullo (porque yo soy “fulano de tal”) –obviamente, muchas de ellas muy alejadas de la lógica empresarial–. ¿Quién no ha oído sobre las extravagancias de Paris Hilton o sobre las decisiones de negocios erradas de algunos herederos empresariales?
Cuando los valores y las tradiciones han sufrido cambios, cuando los jóvenes no saben de dónde vienen (cómo iniciaron sus abuelos –las penurias que estos tuvieron que pasar–), y cuando no tienen la exigencia de aportar valor a la continuidad de la empresa familiar y al crecimiento del patrimonio, no habrá forma de que se responsabilicen por la empresa y, mucho menos, de que se comprometan a gestionar “la riqueza” que poseen.
2. En otras circunstancias, la tercera generación suele estar formada por un grupo grande de hermanos y primos, donde el patrimonio está bastante diluido. Lo anterior puede dar lugar a que la comunicación familiar se pierda y surjanconflictos (diferentes intereses). Cuando no nos ponemos de acuerdo, y cuando ninguno de los involucrados desea vender, lo más probable es que todos terminen “ordeñando” el negocio, y esto, a la larga, acaba con cualquier empresa… No hay barco que aguante tempestades, con un capitán mandando y una tripulación en huelga que se ha llevado los remos y las velas.
3. Finalmente en algunas ocasiones la verdad es que la tercera generación recibe un negocio en decadencia, que no ha logrado adaptarse a los cambios del mercado, que no ha innovado en sus procesos y productos, y que resulta poco atractivo tanto para clientes como para colaboradores… Es un negocio que ya está muerto –desde hace tiempo– pero que la segunda generación no tuvo el valor de enterrar. Revivirlo es una tarea titánica. ¿Quién en su sano juicio compraría hoy en día una máquina de escribir habiendo computadoras? ¡No le heredemos a la siguiente generación palas, cuando existen excavadoras!
Y, aun así, ¡hay esperanza! De las empresas que logran sobrevivir la tercera generación, un 90% llega a la cuarta. Tú, ¿qué estás haciendo para lograr resistir la generación del candado? Al final de cuentas, tu empresa debería estar blindada para poder perdurar incluso si una generación o dos quisieran acabársela, ¿o no?
Publicado en Café & Negocios, El Observador, 5 de noviembre de 2014.
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