‘Hijo mío, estudia si quieres llegar lejos.
Pero, papá, ¿y tú no estudias?
No, hijo, papá ya tiene trabajo.’
Hoy, nadie puede negar que la educación es uno de los pilares que aseguran el futuro próspero de un país, tal vez el pilar. Pero no debemos olvidar que también lo es en una empresa. Porque de la misma manera que una sociedad cambia, que un país avanza, una empresa debe hacerlo en su justa medida para asegurarse el éxito:
cambios tecnológicos
en la forma de negociar
nuevas técnicas de venta, de asesoramiento.
etc.
Cambios en los recursos humanos
en su liderazgo
en su motivación
en su formación
etc.
Todos estos cambios son motivados, además, por uno de mayor relevancia y del que la empresa no debe desviar la mirada: el cambio en la sociedad a la que atiende.
Una sociedad que en los últimos años se ha convertido (y lo sigue haciendo) con respecto a la empresa en:
- Más heterogénea. En cultura, por la inmigración. En valores. Demográficamente cambiante (aumento de la tercera edad, caída en la natalidad, etc.) En la edad influyente en las decisiones de compra.
- Más exigente, por el poder de elección que tiene ante el mercado y que, por otro lado la convierte en más infiel.
- Con mayor poder adquisitivo en general, aún en tiempos de crisis.
- Más consumidora, con una cultura orientada al bienestar, el consumo y el ocio.
Si a esta dificultad le sumamos la imposibilidad de saber de forma inequívoca qué hay tras un cambio, iniciar ese proceso puede crear incertidumbre. Todo ello alimentará, sin duda, una resistencia al propio cambio.
Así pues, ¿cómo vencer tal resistencia? ¿Cómo conseguir crear un camino certero hacia el éxito?
La clave del éxito para cualquier individuo u organización reside en el aprendizaje continuado, y en este proceso, la formación desempeña un papel fundamental, porque una formación de calidad es capaz de potenciar la eficiencia.
Pero si queremos que la formación actúe como motor del cambio, no debemos contemplarla como algo puntual y aislado, sino que debe estar integrada en el plan estratégico de la empresa, es decir, la formación debe formar parte de la propia cultura organizacional. Debe diseñarse para satisfacer necesidades, esto es, carencias que tiene la empresa ante un entorno que exige unos niveles de competitividad cada vez mayores
En resumen. Cualquier empresa que desee seguir avanzando y adaptarse a las nuevas necesidades de sus clientes externos e internos, superar los retos diarios que emanan de un mundo laboral en permanente evolución, asegurar tanto su competitividad como la promoción profesional de sus empleados; debe tener en cuenta que la formación es la mejor garantía para conseguirlo.
Y recuerde:
‘Nosotros debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo.’ – Mahatma Gandhi.
David López
Consultor de RRHH y Desarrollo
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