Esta es una pregunta que pocas empresas se hacen en serio. No hay más que ver cuáles son los indicadores que usan más habitualmente para medir la formación de sus empleados: horas de formación por empleado, porcentaje de la plantilla que ha participado en acciones formativas, gasto en formación como porcentaje de la masa salarial, coste por hora de formación, satisfacción de los alumnos, etc. Indicadores todos ellos muy interesantes, pero que de manera alguna miden el valor que la formación aporta a la empresa.
En este sentido resulta inspirador el caso de los «Boys & Girls Clubs of America», una organización juvenil sin ánimo de lucro cuya misión es «permitir que los jóvenes, especialmente los más necesitados, desarrollen su potencial como ciudadanos responsables, preocupados y productivos». Un artículo en el número de este mes de The McKinsey Quarterly explica como, en 2007, en el contexto de un proceso de expansión a través de la apertura de nuevos clubs, esta asociación se enfrentaba a una escasez de capacidades de liderazgo, agravada por la proxima jubilación de sus directores más antiguos.
Es de entender que los patronos de esta organización fuesen más partidarios de financiar programas dirigidos a los jóvenes que acciones de formación destinadas a desarrollar el liderazgo de sus cuadros, por lo que sus directivos tenían la necesidad de demostrar el impacto de esas acciones en los resultados de la institución. ¿Cómo lo hicieron? Empezaron por una valoración 360º de las capacidades de los líderes de los clubs locales. A continuación exploraron en busca de alguna correlación entre los diferentes factores de liderazgo valorados y las principales métricas utilizadas para controlar el funcionamiento de los clubs, tal como la captación de recursos, la captación de nuevos socios y su continuidad en los clubs. Descubrieron que había cuatro factores de liderazgo que contribuían con especial intensidad a los resultados de los clubs y, en lógica, diseñaron un programa de formación enfocado en estos cuatro temas. Sin embargo, esto no era suficiente. Era necesario también poder demostrar que esa concreta acción formativa conseguía desarrollar aquellas capacidades y, por consiguiente, mejorar los resultados de los clubs. Para ello se compararon los indicadores operativos de los clubs antes y después de que sus líderes hubieran realizado la formación. Para aislar el efecto de la formación esos indicadores también se compararon con los resultados de otros clubs de características similares, pero que no hicieron la formación y que se utilizaron como grupo de control. Los resultados de los clubs cuyos líderes habían recibido la formación superaron holgadamente los del grupo de control. Y sin embargo, no contentos con esto, siguieron investigando. Estudiaron qué es lo que habían hecho diferente los líderes de los clubs que tras recibir la formación habían conseguido mayores incrementos de resultados y utilizaron las conclusiones de este análisis para ajustar y perfeccionar los contenidos de la siguiente edición del curso.
¿Los resultados? Los números hablan por sí mismos: En un período de dos años esta acción formativa ha conseguido un retorno equivalente a cuatro veces su coste.
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